abril 23, 2009

CARTA A UNA PAISANA

.
.
Caracas, 29 de septiembre de 2000

.
Fidelia Sánchez de Castellanos
.
Amiga mía:
.

Charlando en la tarde del viernes anterior con mi hijo el abogado Rómulo Daniel Castellanos Peña, quien al igual que tu es altamente condescendiente con mi apreciaciones históricas y, además, tu que con tanta dación sublime has dedicado tiempo a mis asuntos del intelecto, de la cultura y de la historia, les decía mis inquietudes sobre el apellido Sánchez y sin prometerle a nadie nada, porque me cuesta mucho acudir a mis apuntes sobre las genealogía de la región trujillana a que me referiré, opté hoy por hacerlo, no se sin dejar de recordar lo que el gran escritor argentino Ricardo Guiraldes, expresa en su magnífica novela "Don Segundo Sombra":

.
...Yo también sentía contenidamente esa aproximación
a. mis pagos, .de.donde tan .desplumado y .adolorido
había ..salido, jurando en mi interior no volver. Pago es
patria .chica y, por más .que nos independicemos, .nos
quedan .. metidas dentro cuñas de goce.. y de dolor, ..ya
hechas carne con el tiempo... ...El olor particular de los
pastos. y de algún. arroyo.. se me. metían en el ..pecho
como en su casa. .........................................................
.
Esta aproximación rememorativa del lugar donde nací me empuja fuertemente hacia el abismo, porque me duele el pecho y siento que en estos ultimos tras años he envejecido de ausencia de patria chica y de edad, en vez de lo lógico en el tiempo, algo más de diez años. Pero no quiero enfrascarme en tal aspecto, pues para esto no es que elaboro esta nota. No. Deseo dejar constancia que los Sánchez, de la tierra de la que hablamos, no son Sánchez, sino Guzmán y Napoléon Sánchez, tu abuelo era Napoleón Guzmán Sánchez y, por supuesto , sus hijos, entre ellos tu padre, no es otro que Pedro Federico Guzmán Macías. Explico:
.
José de la Rosa Guzmán, apodado El Negro, nacido en Carache en 1836, hijo del soldado coriano Cecilio Guzmán y de María de Jesús Silva, posiblemente de Siquisique, casó en Santa Ana de Trujillo por el civil y quizás por la iglesia, el 6 de septiembre de 1877 con María Natividad Sánchez, nacida en 1830, hija natural de Juana de la Cruz Sánchez o Juana de Dios Sánchez.
.
Guzmán reconoce como hijos legítimos suyos, pues lo eran, ya que la pareja tenía más de doce años de convivencia a:
.
.
1) María de la Paz Guzmán Sánchez, nacida en 1865; casada con Héctor Mazzey Braschi padres de Víctor, Reno, Rómulo y Jaime Mazzey Guzmán.
2) Juan Elías Guzmán Sánchez, nacido en 1868 y casado con María de los Angeles Pacheco padres de Laura, Antonio (estudiante revolucionario de los de 1928 y luego famoso abogado y jurisconsulto que honra el gentilicio de la trujillanidad, apenas homenajeado, en el epónimo con el Ciclo Combinado Dr. Antonio Sánchez Pacheco en su región natal), Rafael, Alejandro, Pedro y lorenzo Guzmán Pacheco.
3) Israel Guzmán Sánchez, nacido en 1870 y
4) Melanía Guzmán Sánchez (La Señora), nacida el 2 de septiembre de 1873 y muerta en el mismo pueblo, el 28 de octubre de 1917, madre de Ceferina, Rafael y Filiberto Sánchez.
5) Francisca (Pancha) Guzmán Sánchez, de la que hablaré en próximos párrafos.
.
.
María Natividad Sánchez antes de conocer a José de la Rosa Guzmán había sido madre de Rafael Sánchez, hijo natural de Juan de los Santos Pacheco, oriundo de Timotes, Quien vivía en la casa de su padre a quien llamaban El Blanco, un poco más arriba de la Arenita.
.
Rafael Sánchez nació en 1860 y murió en 1959, habiendo contraído matrimonio el 12 de julio de 1888 con María Genarina Valera, nacida en el mismo pueblo en 1862 e hija de José Rafael Valera, tío de mi abuelo materno José Trinidad Villegas Valera, y de Juana Bautista Rodríguez. De aquel matrimonio son hijas:
.
.
1) Nemesia Sánchez, madre de Felicia y Petra Sánchez
2) Ana Jacinta Sánchez, quien hizo vida con Manuel Villegas Valera y fueron sus hijos María Espíritu y José León Sánchez, primos hermanos míos, pues mamá, Evangelista Villegas Valera era hermana menor de mi tío Manuel.
3) Sinforosa Sánchez, madre de José Miguel Sánchez y
4) Genaria Sánchez, sin mayores informes
.
.
María Natividad Sánchez de Guzmán, ya en estado de otro vástago, resuelve separarse de su esposo, José de la Rosa Guzmán, a quien obliga - según la leyenda y la tradición - a tomar las de Villadiego, porque se había dedicado a la bebida y a la poca afección al trabajo. Entonces, apretada de bríos y de encono, pare el 23 de abril de 1878 a José Elías al cual registra como "hijo natural", sin haberse divorciado, por lo cual es Guzmán Sánchez, el cual murió infante.
.
Para hacer breve el recuento no entremos en mayores recursos genealógicos porque se haría larga la epístola, pero acerquémonos a Francisca (Pancha) Guzmán Sánchez, quien va a ser madre de Toribio, Napoleón , María y Carmelo Guzmán, si nos ajustamos a derecho, pero que están registrados como Sánchez, porque así continuaron firmando todos los descendientes directos de José de la Rosa Guzmán.
.
Cordialmente,
.
.Rafael Ramón Castellanos
.
.

PALABRAS PARA CHENA EN UN LIBRO LUZ-AMOR

a
Prosa fluida, suavecita, aromática, contagiosa, en estilo libre y llena de luz, franqueza, sinceridad y exactitud, esta de Lizabeth Pachano Rivera, profesional brillante, mujer incomparable, relacionista para la multiplicación del cariño hacia obras, instituciones y personas, catequista del amor que la coloca en el cenit de hacedora de amistades por doquier, pero más que todo esto en conjunto: hija de Bao y Chena que es como su cimera gloria, la gloria de estar entroncada a la dignidad, al decoro, a la lucha infatigable, al bien común, a la cristiandad, al respeto y aun entregarse total, indeclinablemente para todos y por todas las cosas como réplica de Chena, la madre, pero sin tanta jerarquía y dominio de los métodos de sus realizaciones; o de Bao el Padre, que aunque es otra diferente individualidad, magnifica también, pero dentro de su paciencia, de su carácter y de sus instancias de trabajador y trotamundos.
a
Sin saber por qué escribo esta página. Los originales de tan bello libro me llegan tal vez al azar. El admirable y siempre querido y actual Rector de nuestra inmaculada Universidad de los Andes, el doctor Felipe Pachano, los ha dejado en manos de quien a la vez los entrega a mi hermano Jonás, personaje semejante a Chena y Bao, quién tuviera la amenísima prosa de Lizabeth para escribir páginas parecidas, aunque apenas en un ápice de toda la larga faena de Chena por el mundo de la dación sublime.
a
Y mi hermano Jonás me lo hace llegar a este escondite del Pasaje Zingg, donde entre libros que vendo, que compro, que intercambio, que regalo y que dono, muy poquísimos, tienen tanto sabor a perennidad, a cariño, a fe, a sinceridad y a dulzuras infinitas que no sé explicar, como este de Lizabeth Pachano Rivera, inédito hasta el instante en que pergaño estas páginas, esculpido y labrado con cincel de espumas y de nubes, en arcoiris de miel, mientras rondan los jolgorios de pájaros cantores que amanecen por Chena serenateándola al alba, pues el alba es ella, con aureolas de armiño tendidas a la diestra y a la izquierda de su cabellera cana. Como éste, repito, este libro primoroso y sutil, vaporoso y profundo, con sabor a agua de aljibe, a remota antigüedad y, a la vez, con sabor a mensaje futurista porque Chena es ejemplo, es raíz, es fronda y es fruto de todo bien para toda instancia que reconforte alma, espíritu t corazón amigos. Como éste libro, y reitero la repetición, de Lizabeth Pachano Rivera, la niñita traviesa, tal vez coqueta, siempre inteligente, a la que contemplaba impresionado y sin darme cuenta que el futuro de ella sería inmensamente formidable; a la que contemplaba, a veces de reojo para no descuidar los detalles del juego de cartas donde participaban Bao, Chena, Rita, Ramón Alberto y mi compadre Albes, parte del clan Pachano Rivera. Eran los días tormentosos de aquellos primeros años de la década de los sesenta en donde la guerrilla estaba por allí entre El Charal y La Boca del Monte, de Portuguesa a Boconó, con pálpitos infinitos de angustia y yo regresaba de alguna funcioncilla diplomática en el envidiable y añorado solar guaraní, el del doctor Rodríguez de Francia, El Supremo, o de Madame Linch, la dama inglesa que le robó a la gloria el amor del Mariscal Francisco Solano López y vivió para él y para sembrar la lealtad y el invariable celo con que miró siempre a su guerrero imponderable, a la tierra del ñandutí, del lago de Ipacaraí, de la Virgencita de Caacupé y de la mas tierna de las lenguas indígenas: el guaraní.
a
Y la niña creció pero tergiversando su verdadera y recóndita majestad de humano destino, aunque debemos congratularnos de los óptimos frutos que ha dejado en la docencia y en la pedagogía con avanzadísimos textos primordiales; pus su tarea estaría aún más despierta y palpitante en la tónica sutil, nebulosa, de seda los verbos y de almíbar la adjetivación, que va encontrando para hilvanar una prosa que nada tiene que envidiarle al numen de estrellas del buen decir divino de Teresa de la Parra, Juana de Ibarborou, Gabriela Mistral y ella misma, Lizabeth Pachano Rivera, quien buscando el homenaje más sencillo a la madre Chena y por simbiosis al padre Bao, ha querido hacer la biografía de la Reina del hogar distinguido y le ha salido también, entre la nítida filigrana de la más preciada sencilles, un poco de tino autobiográfico, sin descuidar el paisaje, sin mermar el regionalismo, solvente de pequeñeces, y sin expresar ni un sólo vocablo que pueda no ser verdad tangible en la existencia de la madre Chena.
a
Mi corazón que ha desbordado de amor que estaban escondidos entre recónditos y bien guardados testimonios de fidelidad al afecto; mi espíritu que navegante de ensueños ha recorrido cien mil universos de realidad o de idealismo; mi fe que es tierra abonada con el abono ancestral de lo que amo a mi pueblo natal y a todo el Ande majestuoso; ellos en conjunto, dentro de mi sujeto no han podido producir en mi inspiración un concepto capaz de brindar toda la definición de cuanto este libro de Lizabeth Pachano Rivera significa, pues la vestal de hace muchos años, la soberana del hogar feliz, con Bao de timonel silencioso, no cabe en estas páginas escritas por la hija, aunque esta domina un inmarcesible infinito como para poder escribir que si dice Chena dice Madre y si dice Madre se dice Chena: madre inconmensurable, abuela, bisabuela, Sacerdotiza-Piache de la comunidad de ese centro de acuerdos que es nuestra Urbanización Mirabel en donde ella, Chena, alumbra, da valor en las horas de angustia, sabe diseñar sobre la bondad las reacciones más encontradas del acontecer social, político y religioso, y hasta hace sus pócimas para la brujería del encanto con que bendice a grandes y a chicos; pero por encima de todo Madre múltiple para una humanidad de hijos infinitos que irá encontrando en cada lector de esta finísima oración impoluta escrita por una mujer de Venezuela que pone su nombre en la literatura de la América toda, gracias a Chena y su Grandeza en todos los órdenes de la vida.
A
A
Rafael Ramón Castellanos
a
Caracas, julio de 1997
a

TRUJILLO EN 1945. AÑORANZAS PERIODISTICAS.

a
Doña María Teresa de Morales me presentó en el Centro Cultural "Gustavo Meyrink" con motivo de una intervención que hice sobre el General José Antonio Páez. ella me ayudó a recordar unos cuantos pasajes relativos a mi vida de periodista e intelectual. Anoté algunos episodios que definieron la génesis de mi tarea por los caminos de la cultura venezolana. Helos aquí:
a
Muy importante para mí fué presentar los exámenes de cuarto grado en 1943, a los once años, junto a otro alumno de 43 años, Efigenio Castellanos, mi padre. Y dos años después entrambos también salimos de sexto grado, pero él era, como es, un campesino ilustre, del cual aprendí tantas cosas que aún ahora cuando ya he incursionado en difíciles disciplinas estéticas, sigo siendo su alumno en la escuela de la vida. Ya para esos días él era una especie de "médico chamarrero" en el pueblo. Cuántas vida salvó. Y su superación no se detuvo allí. Ahora cuando hace pocos meses se jubiló como juez admiro su sabiduría jurídica y su lección de amor por los libros, a pesar de la lejanía en que vive.
a
Con él, y porque juntos lo leímos en una revista, con la cooperación del gran educador Simón Barrios Parra, empezamos un día a hacer un "mimeógrafo" con cierto material gelatinoso surgido de una fórmula química. Nos resultó y reprodujimos una hoja manuscrita. Entonces con dos compañeros - de grado superior al mío en la escuela, Juan Ramón Briceño y Víctor Manuel Pacheco, fundé un periódico denominado Luz, cuyo primer número apareció el día de San Rafael de 1944. El gran hacedor de ese primer contacto con un mundo grande y notable que empezaba para mí fué Efigenio Castellanos. Sacamos tres números. Apenas veinte ejemplares cada edición. Eran más que suficientes en el pueblo pues se lo pasaban de mano en mano aquellos que lo leían y los que no lo leían también.
a
Al salir de sexto el 15 de julio de 1945, bajo la dirección de un insigne educador como Edilberto Sánchez y entusiasmado por el telegrafista del pueblo, Eduardo Valera Ochoteco, me fí a Trujillo a hacer bachillerato. Empecé los estudios en septiembre siendo Director del Colegio Federal el doctor Marcos Aguirrolea y Arana, español lleno de virtudes. Entre mis profesores destacaban los doctores Víctor Bocaranda y Salvador Tálamo. Dirigí entonces un periódico denominado Santana, auspiciado por el Presidente del Estado, doctor Numa Quevedo y por el Secretario General de Gobierno, doctor Francisco Gabaldón, con el estímulo del director de Política doctor Víctor Tálamo. La fecha en que salió el segundo número fué de conmoción en la ciudad - y en el país. Había sido derrocado el General Isaías Medina Angarita. Ese día me iban a presentar por la Radio Trujillo como un ejemplo de "talento y de instrucción". Más no se quedó en ciernes el acto por mi parte, porque como yo había escrito un discurso a tal efecto fuí de todas maneras a la emisora en la noche de ese 18 de octubre. El locutor me anunció: "Aquí llega otro joven que está con la causa democrática y con la junta revolucionaria". Y yo leí palabras sobre mí periódico Santana. Cuando llegué a la casa de doña Josefa de Flores y la niña Lucía Flores donde papá me había alojado bajo ferrea y amena tutela de esas insignes damas, aquella me increpó duramente: "Con qué permiso fué usted a hablar por la radio?... sirvenguenza... apoyando a esos vagabundos sabiendo que mi compadre Efigenio es Pedevista... mañana mismo le escribo a él para que sepa como se esta portando usted".
a
Debo haberme dormido muy tarde. Mi felicidad era inmensa. Haber hablado por radio era un sueño. Pero lo que a esa hora no pensaba era que en mi casa lejana, allá en el pueblo sin carretera, mi padre estaba lamentando el suceso político porque él adoraba coma ha adorado siempre la figura del general Isaías Medina Angarita. Tampoco pensaba yo que el auspiciador de mi periódico, así como sus colaboradores, estaban reunidos en una casa vecina a la que yo habitaba buscando un camino para resistir en la región contra los "golpistas". Sin embargo en la noche del 19 de octubre eran prisioneros de los prisioneros que ellos tenían el día anterior.
a
El nuevo magistrado ya no fué Presidente sino Gobernador del Estado el doctor Antonio Martín Araujo, quien me llamó a su residencia por insinuación del nuevo Director de Política, doctor Luis La Corte, y me dijo: "joven: su periódico tiene que seguir saliendo". Y así fué. Pero yo le cambié el nombre acercándome mucho a mí padre humilde y recio. Surgió de nuevo Luz, distinto, con ideas, con diagramado. Tenía que ser así ya que Numa Rosario, dueño de la imprenta donde se editaba, no sólo hacía correcciones en los textos sino que escribía notas que la gente decía que eran mías y que yo también - perdón al pecador - dije alguna vez que yo las había escrito. Y además, los doctores Luis La Corte y José María Frías escribían los editoriales, así como Ortelio Urrecheaga pergañaba algunas crónicas.
a
El primer número de Luz apareció dirigido por mí y por Daniel Ramón Olmos, un viril y joven dirigente político, enemigo consagrado del Director del Colegio Federal a quien hasta mortificaba por la Emisora local. Más no en el periódico porque yo no incluí un artículo de él donde zahería al doctor Aguirrolea y Arana y aun compañero de colegio llamado Pedro Pablo Aguilar, quien defendía con alto verbo a su profesor y amigo.
a
Un día llegó a Trujillo la Junta Revolucionaria de gobierno. Recuerdo que en la Plaza Bolívar ante un público numeroso habló Rómulo Betancourt. No olvidaré como agitaba sus manos y como estaba yo tan cerca de él al lado de Miguel Rodríguez Rivas, quien era el Secretario General de gobierno. En la mañana había salido el número cinco de mi periódico Luz, bellamente impreso. Peoro mi incalculable sorpresa, sin precedentes en mi vida, sucedió al anochecer. Tocaron a la puerta de la casa de la niña Lucía Flores. Alguien preguntaba por mí. Me llamaron. "Mi nombre es Valmore Rodríguez - me dijo - y como usted , soy periodista. Vengo a visitarlo porque es mi deber". Me habló de muchas cosas. Cómo deseo ahora recordar cuanto expresó. Hizo referencia a sacrificios, angustias, padecimientos. Luego me agarró del brazo y caminé con él hasta la casa vecina donde el doctor Antonio Martín Araujo daba una "fiesta" a los ilustres visitantes. Me presentó al Presidente Betancourt, y a todos los miembros de la comitiva oficial, con todo el protocolo posible: "Este es Rafael Ramón Castellanos, Director del Semanario Luz de esta ciudad. Es el colega más joven con quien he hecho amistad"
a
Me acompañó de nuevo a casa. Valmore Rodríguez, muy a la chita callado, metió en el bolsillo de mi camisa alguna cosa, y me dijo "para que compres zapatos nuevos, un pantalón y una camisa". Nunca más he podido olvidar el tamaño de aquellos dos billetes de cien bolívares. Pero lo que lamento ahora - ahora que por causa de María Teresa de Morales, revivo estos recuerdos - es haber perdido , no sé si las destruí, si en alguna parte las dejé, si alguien más las conserva, las tres cartas que recibí en los meses subsiguientes, de puño y letra de él. Cartas "a mi joven compañero de Luz", en donde los consejos eran abundantes y conspícuos. También me envió algunos libros, discursos del presidente Betancourt y fotografía de la "gira por Trujillo". Cuanto me duele ahora no tener en mi archivo nada de todo aquello, como tampoco he podido conseguir dos esquelas de ese mismo año de 1945, dos esquelas trascendentales: de Isaías Medina Angarita y Rómulo Betancourt relativas a mis primeras inquietudes periodisticas.
a
a
Rafael Ramón Castellanos
a
Caracas, diciembre de 1975
a

RAFAEL RAMÓN CASTELLANOS, HUMANISTA.

a
Gratísimo el encuentro con el gran Rafael Ramón Castellanos. Me sacudió hondamente la entrevista. Me causó inmenso regocijo verlo tan vital y tan triunfal. En la vida se nace para adoptar, para dar, para iluminar, como en su caso maravilloso.
a
He estado leyendo: "UN HOMBRE CON MAS DE SEISCIENTOS NOMBRES" (Rafael Bolívar Coronado). Qué documentación tan asombrosa, qué seguimientos, qué variedad de fuentes de información. Rafael Ramón, más que un historiador, más que un humanista, es una máquina poderosa nacida para trabajar, para producir impactar. En cada párrafo deja huella de su vigorosa personalidad. Según Rafael Ramón, Historia se escribe con "H", y con ganas. No hay interrupciones en los relatos de Rafael Ramón, ni lagunas, lo que indica que en la mente de este investigador, los conceptos investigativos, forman una unidad completa y cómo los sucesos se van encadenando por cierto proceso de continuidad cronológica que el autor no abandona nunca, y que constituye en el fondo un verdadero método.
a
El libro de Rafael Ramón, sobre bolívar coronado, fuera de su valor instructivo, contribuye a rectificar ese concepto sobre la historia como novela o como relato fantástico, que va ganando terreno cada día entre nosotros. Se abusa de la literatura, es indudable, y se comienza a menospreciar la labor de información y de investigación, que, dígase lo que se quiera, es la base de los trabajos históricos. El capricho sustituye a la exégesis. Lo personal de la crítica, anula lo objetivo de los hechos. Rafael Ramón, como historiador moderno y responsable, se sujeta a las pautas de la realidad histórica, que trasciende como esencia y sujeto de una apreciación subjetiva. Rafael Ramón, y él bien lo sabe, restaura el verdadero sentido de la historia, como relato veraz, imparcial y objetivo de los acontecimientos y enseña los beneficios que se reportan de una paciente y honrada labor de investigación y de lectura, como sistema preparatorio para las altas funciones que el historiador asume, de hecho. Admira en el relato de este trabajador intelectual, la cantidad de ideas que mueve, ideas vivas, dinámicas; distintas de las ideas muertas que agita el erudito o el hombre especulativo.
a
El estilo de Rafael Ramón es fiel reflejo de su personalidad y de su carácter. Escribe al estilo moderno, con frases cortas y tajantes, con períodos elípticos, con párrafos condensados, en los que el epíteto realiza plenamente sus funciones de agente sintético, pues siempre le basta una de esas palabras para definir una situación, resumir un personaje, o condensar un largo razonamiento.
a
Rafael Ramón ha sido además un Maestro excepcional. Y el maestro auténtico, entero y verdadero, tiene el cerebro de oro, y día a día, entrega partículas del precioso metal, con gusto dadivoso y magnífico, al discípulo.
a
No fatigo más al valioso amigo, con expresiones sinceras. El humanista, dicen en la China, es como el bambú, entre más alto, más se inclina.
a
a
Horacio Gómez Aristizábal
(Presidente de la Academía Hispano-
Américana de Letras - Penalista.)
a
Bogotá, marzo 1996
aa
a

abril 22, 2009

SANTA ANA, LA DE TRUJILLO

A
a
Al ilustre escritor Rafael Ramón Castellanos
a
a
Tierra de promisión, célica tierra,
cielo en el orbe, gonfalón del día,
donde en celdas de oro y pedrería
el cielo, por salvarnos, nos encierra.
a
a
Mágica tierra a cuya luz se aferra
el suceso feliz que en ti se haría
signo de fe, de amor, de bizarría,
iris de paz en nuestra Magna Guerra.
a
a
Pródiga madre, mi nutricia tierra,
en donde mi alma, jubilosa, cierra
su periplo de amor y fantasía!
a
a
Celeste alarde de la granjería
en el valle, en el bosque y en la sierra,
!ah¡, esta tierra de Dios, la tierra mía
a
___
a
a
a
Antonio Cortes Pérez
a

abril 21, 2009

Rafael Ramón Castellanos

a
a
Este Rafael Ramón, experto y fino
cultor de nuestra lengua castellana,
a los combates de la vida vino
en la histórica Villa de Santa Ana.
a
______
a
a
Villa donde a Bolívar, el Destino,
en un Pacto simbólico y humano,
pudo ver cuando en gesto paladino
el de la Iberia su Pendón hermana
a
______
a
a
Filósofo... Historiógrafo, ensayista,
vive como el rapsoda y el artista
de su hermoso ideal tras la vislumbre.
a
______
a
a
Y así vá de una escala a otras escalas,
baja la fuerza de sus propias alas
en vuelo vertical hacia la cumbre!.
a
a


Rafael Ángel Barroeta
Macuto, 1978

GUZMÁN BLANCO EN EL SALÓN ELÍPTICO

a
a
Hablamos en el cenáculo de la nacionalidad, el Salón Elíptico, el sábado 7 de agosto, frente a los restos mortales del General Antonio Guzmán Blanco, lo cual reconforta el espíritu bolivariano, reafirma que este país camina aceleradamente hacía la consolidación de una nueva República.

Es admirable que tras una espera de cien años desde el Decreto Ejecutivo del 31 de julio de 1899, sea posible este acontecimiento en qué, con la osadía característica de los grandes paladines, con la resolución invariable del hombre de acción, con la voluntad hacedora de rumbos para la solvencia moral de las generaciones nuevas, el Presidente de la República, Comandante Hugo Chávez Frías, no haya titubeado para traer a un patricio que, al carcomido país rural y enguerrillado de 1869, le facilitó para siempre, cuando abandonó sus funciones de gobierno una nueva imagen, un paisaje más humano y una interpretación del acontecer cómoda y cónsona.

El General Guzmán Blanco oteaba explendores y no tormentas en el horizonte, cuya vitalidad emprendedora difundió y afincó en obras para la comunidad, por ello se metió entre la pólvora, los cañones y los fusiles para forzar a una muerte rápida al caudillismo minúsculo y enervante, y liberado de ese morbo buscó el sendero propicio para iluminar la patria con centros de enseñanza, libros para la cultura, edificaciones que siguen siendo, además de la misión específica que desde entonces le asignaron, ornato y belleza de la Sultana del Ávila y otras ciudades venezolanas; la publicación del pensamientos social y político no sólo de Simón Bolívar, sino, de todos los próceres, en las “Memorias del General O’Leary”; los “Documentos para la pública del Libertador”; los “Anales de Venezuela”; y aún en los “Apuntes Estadísticos” de los Estados y Territorios federales: en la Cátedras de Historia Natural, de griego, alemán e inglés de la Universidad; en el Museo Nacional, en el Teatro Nacional, en la Plaza Bolívar con el monumento ecuestre del Héroe Singular.

Frente a este cadáver intacto, que huele a progreso, después de un centenar de años de la muerte física, que es como incienso de alabar el futuro con cambios radicales y de corporatura eficiente, hay que bajar la testa reverente y saludarlo como si estuviese compartiendo con el pueblo venezolano la realidad, de presente cierto, que empezamos a trajinar en un camino diáfano, del cual han de ser apartados todos los escollos que no han permitido, un fomento cabal del país espiritual y mucho menos del país moral, aunque no podemos ignorar imponderables veneros de prosperidad y de avance en algunas etapas. Es la hora del relanzamiento de sus ideas sociales y económicas reactivando el aparato funcional de las obras públicas, de los ferrocarriles, que ahora en lo urbano es el sistema de El Metro, la agricultura y las bellas artes.

Ante el féretro ya antiguo del abogado, Antonio Guzmán Blanco, de uno de los periodistas de opinión de mayor envergadura en el siglo XIX, en las páginas de “La Opinión Nacional” descubrámonos, en este Salón del Olimpo enhebrador de la vida y los sacrificios de nuestros adalides, para tributarle el reconocimiento que era deuda más que centenaria. Apartemos las frustraciones de un agotado esquema político y coloquémonos ochenta metros hacia el sur, en la vieja Universidad de caracas, hoy Palacio de las Academias, para oír su voz cuando en el discurso inaugural de la Academia Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española, desafió todas los cánones tradicionales y disertó el ciudadano de las luces, dejando constancia de los factores que lo habían forzado a “obedecer a una nueva imposición del destino”: Presidente de esa Institución y primer orador académico, en la conmemoración del centenario del natalicio del Libertador. En sus palabras se identificó, no ya el guerrero, ni el mandatario, ni el jefe político, sino quien, como caudillo letrado, defendía el raciocinio.

Guzmán Blanco dirigió con prestancia esa sesión inaugural en donde participaban, el notable periodista don Antonio Leocadio Guzmán, los doctores Rafael Seijas, Gerónimo E. Blanco, el General Julio Calcaño, el escritor don Manuel Fombona Palacio, el Capitán de Navío Manuel María Fernández, el cantor de nuestra épica revolucionaria e independentista, don Eduardo Blanco, los doctores Anibal Dominici y José María Sistiaga y el escritor don José María Manrique como Individuos de Número y el doctor Fulgencio María Carías. Académico Correspondiente.

Mas, tenía ganado ya el sitial en el Panteón Nacional, solamente por el Decreto de Instrucción Pública Gratuita y obligatoria del 27 de junio de 1870; por muchas obras de interés pedagógico, bolivariano y social: el hecho de presidir cada una de las sesiones de la Comisión Codificadora; la Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela; la contabilidad de la Hacienda Nacional; el Protocolo de la negociación de límites entre Venezuela y Colombia, y con la Gran Bretaña; la Estadística Nacional, la relación histórica de los estados, ajustados a lo fundamental dentro de la sociología, la geografía, la economía y la legislación regionales; la Estadística Mercantil de Venezuela; el primero y el Segundo Censos Nacionales; los Anuarios Estadísticos y el bolívar como unidad monetaria y la Plaza de “El Venezolano” para renombrar el gran periódico que dirigiera su padre de 1841 a 1845.

También, la Gaceta Oficial de Venezuela que existe desde el 11 de octubre de 1872; el registro Público y la organización del Archivo Nacional; el Banco Caracas; las Escuelas Federales que, de cien en 1872, creadas por él, en 1876 había 782 en todo el país; muchos Colegios Nacionales; la inmigración dirigida a las zonas rurales y para el 30 de abril de 1875, teníamos 5.000 inmigrantes trabajando la tierra; otro gran factor fue la vialidad, con carreteras hasta Puerto Cabello, San Carlos, San Felipe, La Guaira, los Valles del Tuy, Calabozo y de Barcelona a Soledad, frente a Ciudad Bolívar.

Este concepto deseo que sea el mensaje del intelectual y del académico, como un tributo al ilustre Americano, en Nombre de las nuevas generaciones que comienzan a observar que una nueva República pulsa el alma de América.

Nos conmovemos ante estos restos mortales, y nos causa incalculable alegría que ya estén aquí, en el regazo maternal de su nutricia tierra, de la Venezuela que él hizo despertar de un letargo de siglos y le colocó la vestimenta en la modernidad, con lo cual se le hace este homenaje en plenitud de la tarea hacia la eternidad de su labor patriótica, la cual hace vibrar las cuerdas del remozamiento de las ideas y de los objetos éticos t materiales que solicita la nación para su desarrollo.

El sabio alemán doctor Adolfo Ernst en 1880 escribió que “la influencia” protector del General Guzmán Blanco se observa indirectamente en casi todas las ramas del saber”. En mis libros “Guzmán Blanco en la intimidad” y “Caracas en el centenario del Libertador 1883” aparece el país de los estrenos: EL Panteón Nacional, a donde llevó los restos de El Libertador que reposaban en la Catedral de Caracas desde 1842: la Santa Capilla, la Basílica de Santa Ana y Santa Teresa, el Templo Masónico, el Palacio Federal; el edificio de la Exposición Nacional, el Cementerio General del Sur, alumbrado eléctrico, red telefónica, telégrafos, transporte ferroviario y marítimo, hospitales, boulevares, plazas, puentes, monumentos; la oficialización del “Gloria al bravo pueblo” como Himno Nacional y las emisiones de los sellos postales, Escuelas e Instrucción.

Eran atisbos de un urbanismo visionario, refrescante del tedioso trazado cuadricular del conquistador al concebir la ciudad a partir de la Plaza Mayor sin exceder el espacio del resto de los predios. La transformación urbanística de Caracas y de otras ciudades hacen imperturbable su monumental y trascendente.

Además de la red ferrocarrilera como instrumento integrador y de facilitación, que se robusteció con el tramo de Caracas a La Guaira; fue lo que nos vinculó a los grandes centros financieros e industriales del mundo. La política de cambios y otras obra pública potenció la economía en tiempos harto difíciles, no obstante los cuales logróse establecer la comparación entre el país que dejaba la guerra, el caos, la apatía y la inercia y el que revoluciona en todos los ámbitos el pensamiento de Guzmán Blanco con reafirmaciones que, como las citada, sin ser ostentosas en lo cierto, eran espectaculares.

Durante años le negaron a Caracas y al país, muchas obras públicas, irracionalmente conceptuales como suntuarias; estoy seguro que no significará ahora, en este tiempo que comienza ya con una nueva República, sana, firme y revolucionaria, en volver al pasado para archivar proyectos que son necesidades del Soberano, como los subterráneos para Caracas, Valencia y Maracaibo, la red ferroviaria en ejecución, la ampliación y desarrollo de planes de vialidad, servicios e infraestructura a los cuales, el acelerado crecimiento del país se encargará en breve plazo de borrarle la falsa monumentalidad por el tamaño de los planos y las magnitudes presupuestarias.

Si la ejecución de la política educativa del ilustre americano, hubiese tenido continuidad otra sería nuestra cultura y nuestra identidad nacional. El naturalista inglés James Mudie Spencer anotó en 1871 que el general Guzmán Blanco “parecía muy ansioso por ver las grandes riquezas potenciales de Venezuela desarrolladas, y estaba siempre dispuesto, a dar paciente atención a cualesquiera planes objetivos, procedieran de un extranjero o de uno de sus propios compatriotas… comprendía plenamente la gravead y la amplitud del trabajo que había emprendido, porque todos sabían de su laudable esfuerzo por restablecer la paz y la seguridad pública en su país, pues se había producido una desmoralización del sentimiento político y, restaurar orden, prometía no ser un lecho de rosas sino una empresa hercúlea.

“Cuando la historia de la administración de Guzmán Blanco se escriba, su mayor gloria será que fue el Primer Magistrado de su país en reconocer el hecho de que el fomento de la educación es deber de la nación y que no puede haber garantía de paz y libertad entre una población que carezca de los elementos del conocimiento”.

Deseable sería, que el hecho revolucionario implícito en la vuelta a la más noble y avanzada bandera progresista del General Guzmán Blanco en cuanto a la educación gratuita, nos aliente también a analizar la profundidad y la calidad de la contribución educacional de la Iglesia, en la tarea de revolucionar los horizontes de la patria.

La fórmula de la gobernabilidad es actuar de frente, por la calle del medio, dando la cara. Todavía enerva y acongoja la repatriación sigilosa de los restos del General Cipriano Castro y los lánguidos actos del centenario del natalicio del General Isaías Medina Angarita, Ex-Presidentes de la República. Ahora resuenan las campanadas de la historia y se dá el puesto lógico al Gran civilizador e Ilustre Americano. Venezuela ha cancelado una gran deuda del corazón y del espíritu.

El reto de hacer justicia al Ex-Presidente Guzmán Blanco se inscribirá como una página de dignidad y de decoro, de la fundamental gestión política y administrativa comenzada ya, con énfasis, por el Jefe del Estado y por todo el pueblo venezolano.
a
_________________________
a
Discurso pronunciado por Rafael Ramón Castellanos, en el Salón Elíptico del Palacio Legislativo, el 7 de agosto de 1999. Con motivo del traslado de los restos mortales del General Guzmán Blanco, de París al Panteón Nacional.