abril 23, 2009

TRUJILLO EN 1945. AÑORANZAS PERIODISTICAS.

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Doña María Teresa de Morales me presentó en el Centro Cultural "Gustavo Meyrink" con motivo de una intervención que hice sobre el General José Antonio Páez. ella me ayudó a recordar unos cuantos pasajes relativos a mi vida de periodista e intelectual. Anoté algunos episodios que definieron la génesis de mi tarea por los caminos de la cultura venezolana. Helos aquí:
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Muy importante para mí fué presentar los exámenes de cuarto grado en 1943, a los once años, junto a otro alumno de 43 años, Efigenio Castellanos, mi padre. Y dos años después entrambos también salimos de sexto grado, pero él era, como es, un campesino ilustre, del cual aprendí tantas cosas que aún ahora cuando ya he incursionado en difíciles disciplinas estéticas, sigo siendo su alumno en la escuela de la vida. Ya para esos días él era una especie de "médico chamarrero" en el pueblo. Cuántas vida salvó. Y su superación no se detuvo allí. Ahora cuando hace pocos meses se jubiló como juez admiro su sabiduría jurídica y su lección de amor por los libros, a pesar de la lejanía en que vive.
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Con él, y porque juntos lo leímos en una revista, con la cooperación del gran educador Simón Barrios Parra, empezamos un día a hacer un "mimeógrafo" con cierto material gelatinoso surgido de una fórmula química. Nos resultó y reprodujimos una hoja manuscrita. Entonces con dos compañeros - de grado superior al mío en la escuela, Juan Ramón Briceño y Víctor Manuel Pacheco, fundé un periódico denominado Luz, cuyo primer número apareció el día de San Rafael de 1944. El gran hacedor de ese primer contacto con un mundo grande y notable que empezaba para mí fué Efigenio Castellanos. Sacamos tres números. Apenas veinte ejemplares cada edición. Eran más que suficientes en el pueblo pues se lo pasaban de mano en mano aquellos que lo leían y los que no lo leían también.
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Al salir de sexto el 15 de julio de 1945, bajo la dirección de un insigne educador como Edilberto Sánchez y entusiasmado por el telegrafista del pueblo, Eduardo Valera Ochoteco, me fí a Trujillo a hacer bachillerato. Empecé los estudios en septiembre siendo Director del Colegio Federal el doctor Marcos Aguirrolea y Arana, español lleno de virtudes. Entre mis profesores destacaban los doctores Víctor Bocaranda y Salvador Tálamo. Dirigí entonces un periódico denominado Santana, auspiciado por el Presidente del Estado, doctor Numa Quevedo y por el Secretario General de Gobierno, doctor Francisco Gabaldón, con el estímulo del director de Política doctor Víctor Tálamo. La fecha en que salió el segundo número fué de conmoción en la ciudad - y en el país. Había sido derrocado el General Isaías Medina Angarita. Ese día me iban a presentar por la Radio Trujillo como un ejemplo de "talento y de instrucción". Más no se quedó en ciernes el acto por mi parte, porque como yo había escrito un discurso a tal efecto fuí de todas maneras a la emisora en la noche de ese 18 de octubre. El locutor me anunció: "Aquí llega otro joven que está con la causa democrática y con la junta revolucionaria". Y yo leí palabras sobre mí periódico Santana. Cuando llegué a la casa de doña Josefa de Flores y la niña Lucía Flores donde papá me había alojado bajo ferrea y amena tutela de esas insignes damas, aquella me increpó duramente: "Con qué permiso fué usted a hablar por la radio?... sirvenguenza... apoyando a esos vagabundos sabiendo que mi compadre Efigenio es Pedevista... mañana mismo le escribo a él para que sepa como se esta portando usted".
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Debo haberme dormido muy tarde. Mi felicidad era inmensa. Haber hablado por radio era un sueño. Pero lo que a esa hora no pensaba era que en mi casa lejana, allá en el pueblo sin carretera, mi padre estaba lamentando el suceso político porque él adoraba coma ha adorado siempre la figura del general Isaías Medina Angarita. Tampoco pensaba yo que el auspiciador de mi periódico, así como sus colaboradores, estaban reunidos en una casa vecina a la que yo habitaba buscando un camino para resistir en la región contra los "golpistas". Sin embargo en la noche del 19 de octubre eran prisioneros de los prisioneros que ellos tenían el día anterior.
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El nuevo magistrado ya no fué Presidente sino Gobernador del Estado el doctor Antonio Martín Araujo, quien me llamó a su residencia por insinuación del nuevo Director de Política, doctor Luis La Corte, y me dijo: "joven: su periódico tiene que seguir saliendo". Y así fué. Pero yo le cambié el nombre acercándome mucho a mí padre humilde y recio. Surgió de nuevo Luz, distinto, con ideas, con diagramado. Tenía que ser así ya que Numa Rosario, dueño de la imprenta donde se editaba, no sólo hacía correcciones en los textos sino que escribía notas que la gente decía que eran mías y que yo también - perdón al pecador - dije alguna vez que yo las había escrito. Y además, los doctores Luis La Corte y José María Frías escribían los editoriales, así como Ortelio Urrecheaga pergañaba algunas crónicas.
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El primer número de Luz apareció dirigido por mí y por Daniel Ramón Olmos, un viril y joven dirigente político, enemigo consagrado del Director del Colegio Federal a quien hasta mortificaba por la Emisora local. Más no en el periódico porque yo no incluí un artículo de él donde zahería al doctor Aguirrolea y Arana y aun compañero de colegio llamado Pedro Pablo Aguilar, quien defendía con alto verbo a su profesor y amigo.
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Un día llegó a Trujillo la Junta Revolucionaria de gobierno. Recuerdo que en la Plaza Bolívar ante un público numeroso habló Rómulo Betancourt. No olvidaré como agitaba sus manos y como estaba yo tan cerca de él al lado de Miguel Rodríguez Rivas, quien era el Secretario General de gobierno. En la mañana había salido el número cinco de mi periódico Luz, bellamente impreso. Peoro mi incalculable sorpresa, sin precedentes en mi vida, sucedió al anochecer. Tocaron a la puerta de la casa de la niña Lucía Flores. Alguien preguntaba por mí. Me llamaron. "Mi nombre es Valmore Rodríguez - me dijo - y como usted , soy periodista. Vengo a visitarlo porque es mi deber". Me habló de muchas cosas. Cómo deseo ahora recordar cuanto expresó. Hizo referencia a sacrificios, angustias, padecimientos. Luego me agarró del brazo y caminé con él hasta la casa vecina donde el doctor Antonio Martín Araujo daba una "fiesta" a los ilustres visitantes. Me presentó al Presidente Betancourt, y a todos los miembros de la comitiva oficial, con todo el protocolo posible: "Este es Rafael Ramón Castellanos, Director del Semanario Luz de esta ciudad. Es el colega más joven con quien he hecho amistad"
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Me acompañó de nuevo a casa. Valmore Rodríguez, muy a la chita callado, metió en el bolsillo de mi camisa alguna cosa, y me dijo "para que compres zapatos nuevos, un pantalón y una camisa". Nunca más he podido olvidar el tamaño de aquellos dos billetes de cien bolívares. Pero lo que lamento ahora - ahora que por causa de María Teresa de Morales, revivo estos recuerdos - es haber perdido , no sé si las destruí, si en alguna parte las dejé, si alguien más las conserva, las tres cartas que recibí en los meses subsiguientes, de puño y letra de él. Cartas "a mi joven compañero de Luz", en donde los consejos eran abundantes y conspícuos. También me envió algunos libros, discursos del presidente Betancourt y fotografía de la "gira por Trujillo". Cuanto me duele ahora no tener en mi archivo nada de todo aquello, como tampoco he podido conseguir dos esquelas de ese mismo año de 1945, dos esquelas trascendentales: de Isaías Medina Angarita y Rómulo Betancourt relativas a mis primeras inquietudes periodisticas.
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Rafael Ramón Castellanos
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Caracas, diciembre de 1975
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