abril 21, 2009

GUZMÁN BLANCO EN EL SALÓN ELÍPTICO

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Hablamos en el cenáculo de la nacionalidad, el Salón Elíptico, el sábado 7 de agosto, frente a los restos mortales del General Antonio Guzmán Blanco, lo cual reconforta el espíritu bolivariano, reafirma que este país camina aceleradamente hacía la consolidación de una nueva República.

Es admirable que tras una espera de cien años desde el Decreto Ejecutivo del 31 de julio de 1899, sea posible este acontecimiento en qué, con la osadía característica de los grandes paladines, con la resolución invariable del hombre de acción, con la voluntad hacedora de rumbos para la solvencia moral de las generaciones nuevas, el Presidente de la República, Comandante Hugo Chávez Frías, no haya titubeado para traer a un patricio que, al carcomido país rural y enguerrillado de 1869, le facilitó para siempre, cuando abandonó sus funciones de gobierno una nueva imagen, un paisaje más humano y una interpretación del acontecer cómoda y cónsona.

El General Guzmán Blanco oteaba explendores y no tormentas en el horizonte, cuya vitalidad emprendedora difundió y afincó en obras para la comunidad, por ello se metió entre la pólvora, los cañones y los fusiles para forzar a una muerte rápida al caudillismo minúsculo y enervante, y liberado de ese morbo buscó el sendero propicio para iluminar la patria con centros de enseñanza, libros para la cultura, edificaciones que siguen siendo, además de la misión específica que desde entonces le asignaron, ornato y belleza de la Sultana del Ávila y otras ciudades venezolanas; la publicación del pensamientos social y político no sólo de Simón Bolívar, sino, de todos los próceres, en las “Memorias del General O’Leary”; los “Documentos para la pública del Libertador”; los “Anales de Venezuela”; y aún en los “Apuntes Estadísticos” de los Estados y Territorios federales: en la Cátedras de Historia Natural, de griego, alemán e inglés de la Universidad; en el Museo Nacional, en el Teatro Nacional, en la Plaza Bolívar con el monumento ecuestre del Héroe Singular.

Frente a este cadáver intacto, que huele a progreso, después de un centenar de años de la muerte física, que es como incienso de alabar el futuro con cambios radicales y de corporatura eficiente, hay que bajar la testa reverente y saludarlo como si estuviese compartiendo con el pueblo venezolano la realidad, de presente cierto, que empezamos a trajinar en un camino diáfano, del cual han de ser apartados todos los escollos que no han permitido, un fomento cabal del país espiritual y mucho menos del país moral, aunque no podemos ignorar imponderables veneros de prosperidad y de avance en algunas etapas. Es la hora del relanzamiento de sus ideas sociales y económicas reactivando el aparato funcional de las obras públicas, de los ferrocarriles, que ahora en lo urbano es el sistema de El Metro, la agricultura y las bellas artes.

Ante el féretro ya antiguo del abogado, Antonio Guzmán Blanco, de uno de los periodistas de opinión de mayor envergadura en el siglo XIX, en las páginas de “La Opinión Nacional” descubrámonos, en este Salón del Olimpo enhebrador de la vida y los sacrificios de nuestros adalides, para tributarle el reconocimiento que era deuda más que centenaria. Apartemos las frustraciones de un agotado esquema político y coloquémonos ochenta metros hacia el sur, en la vieja Universidad de caracas, hoy Palacio de las Academias, para oír su voz cuando en el discurso inaugural de la Academia Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española, desafió todas los cánones tradicionales y disertó el ciudadano de las luces, dejando constancia de los factores que lo habían forzado a “obedecer a una nueva imposición del destino”: Presidente de esa Institución y primer orador académico, en la conmemoración del centenario del natalicio del Libertador. En sus palabras se identificó, no ya el guerrero, ni el mandatario, ni el jefe político, sino quien, como caudillo letrado, defendía el raciocinio.

Guzmán Blanco dirigió con prestancia esa sesión inaugural en donde participaban, el notable periodista don Antonio Leocadio Guzmán, los doctores Rafael Seijas, Gerónimo E. Blanco, el General Julio Calcaño, el escritor don Manuel Fombona Palacio, el Capitán de Navío Manuel María Fernández, el cantor de nuestra épica revolucionaria e independentista, don Eduardo Blanco, los doctores Anibal Dominici y José María Sistiaga y el escritor don José María Manrique como Individuos de Número y el doctor Fulgencio María Carías. Académico Correspondiente.

Mas, tenía ganado ya el sitial en el Panteón Nacional, solamente por el Decreto de Instrucción Pública Gratuita y obligatoria del 27 de junio de 1870; por muchas obras de interés pedagógico, bolivariano y social: el hecho de presidir cada una de las sesiones de la Comisión Codificadora; la Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela; la contabilidad de la Hacienda Nacional; el Protocolo de la negociación de límites entre Venezuela y Colombia, y con la Gran Bretaña; la Estadística Nacional, la relación histórica de los estados, ajustados a lo fundamental dentro de la sociología, la geografía, la economía y la legislación regionales; la Estadística Mercantil de Venezuela; el primero y el Segundo Censos Nacionales; los Anuarios Estadísticos y el bolívar como unidad monetaria y la Plaza de “El Venezolano” para renombrar el gran periódico que dirigiera su padre de 1841 a 1845.

También, la Gaceta Oficial de Venezuela que existe desde el 11 de octubre de 1872; el registro Público y la organización del Archivo Nacional; el Banco Caracas; las Escuelas Federales que, de cien en 1872, creadas por él, en 1876 había 782 en todo el país; muchos Colegios Nacionales; la inmigración dirigida a las zonas rurales y para el 30 de abril de 1875, teníamos 5.000 inmigrantes trabajando la tierra; otro gran factor fue la vialidad, con carreteras hasta Puerto Cabello, San Carlos, San Felipe, La Guaira, los Valles del Tuy, Calabozo y de Barcelona a Soledad, frente a Ciudad Bolívar.

Este concepto deseo que sea el mensaje del intelectual y del académico, como un tributo al ilustre Americano, en Nombre de las nuevas generaciones que comienzan a observar que una nueva República pulsa el alma de América.

Nos conmovemos ante estos restos mortales, y nos causa incalculable alegría que ya estén aquí, en el regazo maternal de su nutricia tierra, de la Venezuela que él hizo despertar de un letargo de siglos y le colocó la vestimenta en la modernidad, con lo cual se le hace este homenaje en plenitud de la tarea hacia la eternidad de su labor patriótica, la cual hace vibrar las cuerdas del remozamiento de las ideas y de los objetos éticos t materiales que solicita la nación para su desarrollo.

El sabio alemán doctor Adolfo Ernst en 1880 escribió que “la influencia” protector del General Guzmán Blanco se observa indirectamente en casi todas las ramas del saber”. En mis libros “Guzmán Blanco en la intimidad” y “Caracas en el centenario del Libertador 1883” aparece el país de los estrenos: EL Panteón Nacional, a donde llevó los restos de El Libertador que reposaban en la Catedral de Caracas desde 1842: la Santa Capilla, la Basílica de Santa Ana y Santa Teresa, el Templo Masónico, el Palacio Federal; el edificio de la Exposición Nacional, el Cementerio General del Sur, alumbrado eléctrico, red telefónica, telégrafos, transporte ferroviario y marítimo, hospitales, boulevares, plazas, puentes, monumentos; la oficialización del “Gloria al bravo pueblo” como Himno Nacional y las emisiones de los sellos postales, Escuelas e Instrucción.

Eran atisbos de un urbanismo visionario, refrescante del tedioso trazado cuadricular del conquistador al concebir la ciudad a partir de la Plaza Mayor sin exceder el espacio del resto de los predios. La transformación urbanística de Caracas y de otras ciudades hacen imperturbable su monumental y trascendente.

Además de la red ferrocarrilera como instrumento integrador y de facilitación, que se robusteció con el tramo de Caracas a La Guaira; fue lo que nos vinculó a los grandes centros financieros e industriales del mundo. La política de cambios y otras obra pública potenció la economía en tiempos harto difíciles, no obstante los cuales logróse establecer la comparación entre el país que dejaba la guerra, el caos, la apatía y la inercia y el que revoluciona en todos los ámbitos el pensamiento de Guzmán Blanco con reafirmaciones que, como las citada, sin ser ostentosas en lo cierto, eran espectaculares.

Durante años le negaron a Caracas y al país, muchas obras públicas, irracionalmente conceptuales como suntuarias; estoy seguro que no significará ahora, en este tiempo que comienza ya con una nueva República, sana, firme y revolucionaria, en volver al pasado para archivar proyectos que son necesidades del Soberano, como los subterráneos para Caracas, Valencia y Maracaibo, la red ferroviaria en ejecución, la ampliación y desarrollo de planes de vialidad, servicios e infraestructura a los cuales, el acelerado crecimiento del país se encargará en breve plazo de borrarle la falsa monumentalidad por el tamaño de los planos y las magnitudes presupuestarias.

Si la ejecución de la política educativa del ilustre americano, hubiese tenido continuidad otra sería nuestra cultura y nuestra identidad nacional. El naturalista inglés James Mudie Spencer anotó en 1871 que el general Guzmán Blanco “parecía muy ansioso por ver las grandes riquezas potenciales de Venezuela desarrolladas, y estaba siempre dispuesto, a dar paciente atención a cualesquiera planes objetivos, procedieran de un extranjero o de uno de sus propios compatriotas… comprendía plenamente la gravead y la amplitud del trabajo que había emprendido, porque todos sabían de su laudable esfuerzo por restablecer la paz y la seguridad pública en su país, pues se había producido una desmoralización del sentimiento político y, restaurar orden, prometía no ser un lecho de rosas sino una empresa hercúlea.

“Cuando la historia de la administración de Guzmán Blanco se escriba, su mayor gloria será que fue el Primer Magistrado de su país en reconocer el hecho de que el fomento de la educación es deber de la nación y que no puede haber garantía de paz y libertad entre una población que carezca de los elementos del conocimiento”.

Deseable sería, que el hecho revolucionario implícito en la vuelta a la más noble y avanzada bandera progresista del General Guzmán Blanco en cuanto a la educación gratuita, nos aliente también a analizar la profundidad y la calidad de la contribución educacional de la Iglesia, en la tarea de revolucionar los horizontes de la patria.

La fórmula de la gobernabilidad es actuar de frente, por la calle del medio, dando la cara. Todavía enerva y acongoja la repatriación sigilosa de los restos del General Cipriano Castro y los lánguidos actos del centenario del natalicio del General Isaías Medina Angarita, Ex-Presidentes de la República. Ahora resuenan las campanadas de la historia y se dá el puesto lógico al Gran civilizador e Ilustre Americano. Venezuela ha cancelado una gran deuda del corazón y del espíritu.

El reto de hacer justicia al Ex-Presidente Guzmán Blanco se inscribirá como una página de dignidad y de decoro, de la fundamental gestión política y administrativa comenzada ya, con énfasis, por el Jefe del Estado y por todo el pueblo venezolano.
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Discurso pronunciado por Rafael Ramón Castellanos, en el Salón Elíptico del Palacio Legislativo, el 7 de agosto de 1999. Con motivo del traslado de los restos mortales del General Guzmán Blanco, de París al Panteón Nacional.