marzo 21, 2009

Discurso de orden pronunciado por el doctor Rafael Ramón Castellanos en el Templo Masónico de Caracas con motivo del 196º aniversario del 19 de abril

Caracas, 19 de abril de 2006

Justamente en estos días se cumplen treinta años del inmenso honor que abrigó mis inquietudes intelectuales al presentarme en esta misma sagrada tribuna del libre albedrío para hablar del centenario de la construcción de este Templo Masónico que decretó e hizo edificar el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco. Fué el 30 de abril de 1976 cuando diserté sobre “La Revolución de Abril y El Septenio”.

Volvería para el 28 de marzo de 1980 en la oportunidad de plantear la primicia en cuanto a que al morir el Precursor de la Independencia de los países de América, Generalísimo Francisco de Miranda, sus restos fueron depositados en sepultura individual, pero en febrero de 1870, por desidia del gobierno venezolano de entonces, lamentablemente, fueron a parar a la fosa común.

Estoy de nuevo aquí, pleno de entusiasmo y de voluntad creadora gracias a una nueva invitación que alumbra con la simbología de la comprensión y de la armonía, hecha ahora por la muy Respetable Logia “Fraternidad Nº 4” ante cuyos directivos y demás altas autoridades, me inclino en acción de gracias, aún más proyectada por cuanto el Venerable Maestro, licenciado José Luis Ochoa, ha puesto en mis manos los dos primeros tomos de una historia no común, la de la Masonería en Venezuela que se debe a ese consagrado investigador que es el doctor Efraín Subero, notable académico, denso historiador y sabio Maestro; obsequio que estimo aún más porque en la dedicatoria que se me hace hay una frase que tiene un profundo significado filosófico y hermético, pues el donativo procede “de los obreros de Paz de nuestra respetable Logia”, que bien lo son, pues en el sello del simbolismo de esta Logia “Fraternidad Nº 4” vemos dos manos que cruzan el saludo y en el paisaje, 8 estrellas, como 8 estrellas adornan hoy el tricolor patrio para solemnizar la unidad, la integración, la fé bolivariana.

Son las mismas dos manos, en una motivación similar, pero en otro paisaje histórico que encontré una vez, para grande emoción, en el sello de la Respetable Logia “Bolívar y Morillo Nº 91” Oriente de Valera, allá en mis Andes trujillanos y sobre la cual escribiera un libro conmovedor en 1987 mi amigo el Venerable Maestro Francisco Storms.

Estamos apenas a cuatro años del bicentenario del grito de Independencia que aquel 19 de abril de 1810 recogió la sangre derramada en 1795 por José Leonardo Chirinos, el zambo revolucionario de la Sierra de Coro, y la de José María España, masón activo, que abonó en 1797 el camino de la luz libertadora desde la jaula de hierro donde los opresores exhibieron su cabeza; por ello al conmemorar esta fecha echamos abono en la huerta continental donde los principios sociales y los derechos del hombre y del ciudadano aupan la autodeterminación de los pueblos, la absoluta independencia frente a un imperio que quiere imponer el derecho de las bestias que no es otro que el de la fuerza bruta, simbolizada en la Logia por la piedra bruta que el masón debe cincelar a diario hasta trocarla en piedra cúbica.

El Venerable Maestro José Miguel Rivas Bravo en la Historia del Templo Masónico de Caracas apunta que: “En las horas postreras del 18 de abril, los conjurados se reúnen en la casa de don Valentín de Ribas y Betancourt, en el lugar que ocupa hoy el Templo Masónico, y a pocos pasos de la que se ha dicho fué la primera casa construida en Caracas esquina de Arguinzones, hoy Maturín. A las tres de la madrugada del 19, día inicial de la epopeya continental, los conspiradores de enlace parten a la morada del doctor Ángel Álamo, sita en la esquina de Santa Teresa, para darle los toques finales ahora”.

Historiador medular Laureano Vallenilla Lanzs; analista de fino tejer y entretejer los pactos de la historia con la sociología política y, por lo tanto, Maestro del nacionalismo desde su atalaya conservadora. Él dejó escritas muchas páginas sobre la Historia Patria y apenas quiero desglosar algunos párrafos de un ensayo suyo sobre el 19 de abril de 1810:

“Se ha creído generalmente que la revolución de 1810 rompió con violencia las tradiciones coloniales, y que utopistas e incautos los padres de la Patria, se lanzaron en la senda de las innovaciones legislativas.

“Cierto es que casi todos los documentos de aquellos días, así como en el acta en que se declaró la independencia el 5 de julio de 1811, se descubren las influencias de las doctrinas disolventes de la Revolución Francesa, alegándose el “uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llene los fines para que fueron instituídos los gobiernos”; pero es de observar, que al mismo tiempo los constituyentes conocen “las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos impone el cargo que vamos a ocupar en el orden político del mundo y la influencia poderosa de las formas y habitudes a que hemos estado a nuestro pesar acostumbrados”.

“Los padres de la Patria no se sustraían a la confusión de ideas y de principios que caracterizan el ambiente político de la época y que tenía en Francia su más encumbrada manifestación. Examinando cuidadosamente todos los documentos de aquellos días, se encuentra una mezcla de ideas tradicionales y de modernos principios.

“Entre los pueblos y el Jefe de su Gobierno – decían a nombre de la Junta, Tovar Ponte y López Méndez el 8 de noviembre de 1810 – hay un mutuo contrato al cual si contraviene alguna de las partes contratantes, puede la otra separarse justamente”. Habíase establecido – digo a título personal - un camino de democracia participativa incipiente, endeble si se quiere, pero de frente a una realidad social. Mas volvamos a Vallenilla Lanz:

“Considerando el Gobierno como un pacto social, invocaban al mismo tiempo los fueros y privilegios de los antiguos reinos españoles, para deducir de allí, como lo reza el acta de la Independencia, el derecho de “proveer a su conservación, seguridad y felicidad, variando esencialmente todas las fórmulas de la anterior constitución”. De modo que las ideas tradicionales de la nación española y los principios disolventes del jacobinismo francés, daban el tono a la obra de nuestros patricios; el derecho histórico coincidiendo con el derecho revolucionario iba a servir de transición al dogma de la soberanía popular próximo a aparecer; la realidad preparaba así el ideal por un doble movimiento de avance hacia nuevos principios y de retorno hacia las formas olvidadas de la igualdad, de la autonomía y del individualismo”.

Ahora bien, robustece los conceptos de patria soberana y patria sin limitaciones impuestas por el más poderoso, otra opinión más del mismo disciplinado humanista Laureano Vallenilla Lanz:

“Desde los puntos de vista de donde hemos examinado el movimiento revolucionario del 19 de abril, es imposible que pueda negársele la gran influencia que tuvo en los futuros destinos de Venezuela y de la América española.

“Si algunos otros sucesos ocurridos antes de aquella fecha, han sido presentados como movimientos iniciales de la emancipación, es indiscutible que fué Caracas la primera en destruir de hecho y de derecho a los representantes de España en América y en declarar la autonomía de las colonias, rompiendo así los vínculos que las ligaban con la Metrópoli.

“Fué Caracas también la primera en dar una doctrina y en proclamar un derecho revolucionario, delineando las formas precisas del sistema de gobierno que había de implantarse en todos los pueblos Hispanos-Americanos.

“Mas, no se detuvo allí el noble ideal, ni el ensueño generoso, ni la gran clarividencia de aquellos hombres eminentes. Lejos de circunscribir su mirada a la independencia de las Provincias venezolanas, su pensamiento se dilata por toda la extensión del continente, y son ellos también los primeros en vislumbrar la posibilidad y en proclamar la necesidad imperiosa de una confederación hispano americana, como único medio de asegurar la conquista de sus derechos autonómicos contra toda extraña intervención.

“Ya en la alocución dirigida a los Cabildos de las capitales de América, les habían dicho los hombres del 19 de abril que “Caracas debe encontrar imitadores en todos los habitantes de la América, en quienes el largo hábito de la esclavitud no haya relajado todos los resortes morales; y su resolución debe ser aplaudida por todos los pueblos que conserven alguna estimación a la virtud y al patriotismo ilustrado.

Acaso Laureano Vallenilla Lanz pensaría alguna vez que sus palabras tendrían toda la trascendental vigencia en los albores del siglo XXI, así:

“Ese ensueño grandioso, ese ideal nobilísimo es todavía, después de una centuria, el problema en que está envuelta la existencia de las naciones Hispano-Americanas, amenazadas en su soberanía y en sus tradiciones”. Por algo el sociólogo ilustre concluye con una breve frase:

“Esencial condición de los espíritus superiores es adelantarse por siglos a la realización de sus grandes ideales.”

Ahora quiero hacer una breve cronología de aquel mes de abril de 1810. No en balde estamos aquí en este día de júbilo patriótico, conmemorando no una fecha sino la definición de soberanía que fué la esencia de este movimiento surgido a la luz de los deseos de buscar el rumbo cierto en la justicia social, en la paz y en la cooperación cierta de todos aquellos hombres de buena voluntad, entre los cuales hemos de mencionar a notables hermanos masones como notorio ejemplo, no sin hacer hincapié que la decisoria Sociedad Patriótica donde jacobinamente hablaron de independencia tanto Miranda como Bolívar, era el artificio o la máscara de una Logia Masónica dependiente de la Gran logia Americana de Londres, cuyo Venerable Maestro, según Manuel Landaeta Rosales, era el propio Miranda.

¿Quiénes son los masones del grito de independencia y qué misión les ha de corresponder en el futuro? Trataremos de acercar la investigación histórica a la más amplia certidumbre, pues entre estos hombres masones de 1810 está Simón Bolívar que recibió su tabla del respirar profundo para exaltar la fe revolucionaria allá en París por 1805, inclinándonos a creer que también hizo este Solemne ritual su maestro don Simón Rodríguez, el “Sócrates Americano” o el “Primer Socialista de América” como bien lo calificó el sabio franco-alemán José Luis Vandel Heyl en 1839; como también Diego Rafael Mérida fué correo de mensajes masónicos a los criollos revolucionarios.

Nos manifiesta el distinguido historiador colombiano Américo Carnicelli que el general Francisco de Miranda juramentó de nuevo al futuro Libertador Simón Bolívar en Londres en 1810 y aquel exigió y puso en práctica en ese momento como quinto voto en el Areópago de los Caballeros Racionales el texto siguiente “Yo no reconoceré por gobernantes legítimos de mi Patria sino a los elegidos por la libre y espontánea voluntad del pueblo y siendo el sistema republicano el más adaptable al Gobierno de las Américas emplearé todos los medios que estén a mi alcance para hacerlo admitir a sus habitantes”. Vivo ayer y vivo hoy para siempre el Gran Adalid que ya venía en góndola de lustre patriótico desde los albores de dos grandes sucesos, la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa.

Ahora bien ¿cuántos masones, participaron en los sucesos de abril de 1810 en Caracas y en Venezuela? Someramente mencionaremos algunos:

Manuel María QUINTERO (Grado 33), revolucionario y educador. Secretario de la Alta Corte de Justicia o Suprema Corte de Justicia que presidía el ilustre doctor Francisco Javier Yánez. Quintero llegó a Teniente Coronel en 1821.

José Gabriel LUGO (Grado 33), cuyo verdadero apellido era Álvarez de Lugo, yaracuyano y de valor probado que hizo la guerra con la cierta esperanza de la redención de las provincias venezolanas. En 1810 era teniente de las milicias de San Felipe. Participó en la Campaña Admirable en 1813, del Magdalena en 1815 y del Bajo Apure en 1819. Llegó a General de Brigada.

Diego VALLENILLA (Grado 33), patriota siempre con sus gallardas reflexiones como mediador en Cumaná en 1810. Secretario y diputado en el Congreso de Angostura en 1819, y como tal firmante de la Constitución de la Gran Colombia. Intendente del Departamento de Cumaná en 1820 y del Departamento del Orinoco en 1826.

Simón BOLÍVAR, la inquieta figura definidora de la lucha por la libertad desde la Sociedad Patriótica en 1810 hasta la eternidad por cuanto sus ideales son hoy la bandera de los pueblos oprimidos e irredentos de todo el universo. El historiador Celestino B. Romero apunta que el Supremo Consejo Confederado de los Estados Unidos otorgó en 1823 el Grado 33 al Libertador Simón Bolívar.

Juan Bautista MONSERRAT (Grado 33), El extraordinario Bando de Polícia de Caracas de 1821, base de unas nuevas Ordenanzas, es obra suya junto con Vicente Sarría, pues fueron Primero y Segundo Alcaldes Constitucionales interinos y comenzaron por querer a Caracas ya que en el artículo 4º de esa legislación municipal establecían que dentro de tres días deben trasladarse a determinados lugares “las ventas que absurdamente y con menoscabo de las costumbres y de la decencia pública se han dado en colocar por las calles y en las aceras de tránsito”. Si se violentaba la norma se declararían en beneficio de los niños de las escuelas, de los hospitales y de los presos las frutas, dulces, carnes y demás ventas que, pasado dicho término de tres días, vuelvan a situarse en las calles”. Decisiones en beneficio de todos, como la hicieron también declarando obligatoria la inoculación antivariólica de todos los niños de la ciudad ya que el gobierno filantrópico y paternal les proporciona este bien gratuitamente”.

Santos MICHELENA (Grado 33), fué soldado de la emancipación en 1813, doctorado en derecho en Filadelfia, Estados Unidos; en 1824 diputado al Congreso de la Gran Colombia; representante consular en Londres entre 1826 y 1827; primer Ministro de Relaciones Exteriores de la Venezuela Independiente en 1830, así como Ministro de Hacienda. Ministro Plenipotenciario ante la Nueva Granada en 1833 y pasó a la historia por haber acordado con el eminente doctor Lino de Pompo un Tratado sobre límites, el cual es considerado como muy favorable a Venezuela, pero que nuestro Congreso se negó a ratificarlo y ese inri pesará por siempre sobre aquellos legisladores infieles a la Patria.

Fernando PEÑALVER Y PELLÓN (Grado 33). De los próceres del 19 de abril fué uno de los firmantes del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811, fué un hombre apegado al derecho y a la justicia social. Su actuación en Valencia en 1814 como Juez de Secuestros así lo recomienda, como también cuando en 1817 fué el prestigioso Director General de Rentas en Angostura, o en 1818-1819 en su carácter de Intendente General del Ejército Republicano. Vicepresidente del célebre Congreso de Cúcuta en 1821. Gobernador de la provincia de Carabobo en 1825-1826. Bolivariano de fe y acción.

Manuel Plácido MANEIRO (Grado 33), quien como gobernador de la isla de Margarita en 1814 se distinguió implacable contra los jefes de grupos que bien podrían ser más nocivos al ejército que causantes de beneficios si no corregían su compostura en la administración o lo que es lo mismo, si no luchaban contra la corrupción. Maneiro fué Vocal de la Junta Suprema en 1810. Firmó por su provincia el Acta de la Independencia.

Pedro BRICEÑO MÉNDEZ (Grado 33), que iría a ser Edecán del creador de Colombia; Secretario General del Ejército Libertador del Perú y Bolivia; uno de los Héroes de la batalla de Boyacá que el 6 de agosto de 1819 dió la libertad a Nueva Granada Comisionado en medio de la contienda para la paz y la regularización de la guerra en Trujillo de Venezuela en 1820; sereno y objetivo Senador en el Congreso de la Gran Colombia en 1827.

José Ángel de ÁLAMO (Grado 33), médico practicante con la misma devoción con la cual se inscribió entre los hombres del movimiento de la independencia; miembro del Congreso de 1811 y uno de los firmantes del Acta de la Independencia y a quien corresponde el honor de haber iniciado la lucha en 1823 para que se incluyera a los profesionales de la medicina para que “pudieran ser elegidos rectores de la Universidad”. Recio director del semanario El Constitucional Caraqueño fué un bolivariano consagrado al deber patriótico.

José María PELGRÓN (Grado 33), compañero de Bolívar en la escuela activa y revolucionaria del Maestro Simón Rodríguez en Caracas, entre 1792 y 1797 y luego pionero de drásticas medidas cuando se hubo de desatar la inclemente guerra de exterminio contra los patriotas.

Justo BRICEÑO OTÁLVORA (Grado 32), merideño que desde 1812 se haría sentir por su valentía y su decisión inmarcesibles, ya combatiendo a Domingo Monteverde o cuando se suma a Bolívar en Mérida durante la Campaña Admirable. Travieso en opiniones en 1816 en la Asamblea Caribeña previa a la Expedición de los Cayos. Valiente Jefe de Estado Mayor de la División de Vanguardia en la batalla de Boyacá y ya entre 1829 y 1830 con mucho empeño integracionista de no parcelar la Gran Colombia para justificar apetencias de jefes sedientos de ambición y de poder aún a costa de la entrega de la nacionalidad a mercenarios foráneos como aves de rapiña sobre Indoamérica.

José María VARGAS (Grado 18), el trascendente prócer civil que haría obra hipocrática a la par que se acercaba a la política como gran bolivariano desde la Rectoría de la Universidad de Caracas en 1827, para constituirse dentro de la Venezuela Independiente en el primer Presidente Civil de la República en 1834.

José Francisco BERMÚDEZ (Grado 33), valiente entre los más valientes le tocará demostrar todo su pundonor y su don de mando en las estrategias para lograr la absoluta libertad de la Patria con una lealtad imparangonable para con el Libertador, después de haber sido su severo crítico en 1816.

José Laurencio SILVA (Grado 33). Estuvo con el Generalísimo Francisco de Miranda en 1811 en la campaña para reducir la disidencia de Valencia. Perdida la Primera República se transforma en guerrillero entre Guárico y Cojedes. Se une al Libertador en 1813 y participa en casi todas las acciones hasta 1819, así como en la batalla de Carabobo y allí es ascendido a Coronel. Batallador siempre ya con las avanzadas en Tinaquillo o en las definidoras determinaciones de lograr la plena libertad. Combate en Bomboná en 1822, en Junín y Ayacucho en 1824. General de División en 1829 y es al lado de Bolívar cuando la hora final del Gran Adalid uno de sus albaceas testamentarios.

José Félix BLANCO (Grado 33), cronista de la Guerra Magna, general de la Patria Grande, sacerdote de principios y luces que nunca le dió la espalda a la verdad, a lo transparente y a la vocación de servicio por los humildes y los más necesitados. Capellán del Ejército Libertador desde 1814. Diputado en el Congreso de Cúcuta en 1821, ya en acción de gracias masónica habiendo llegado a ser miembro de la Logia Fraternidad Bogotana Nº 1 en 1823. Candidato a la Presidencia de la República en 1847. Es autor de la monumental obra Documentos para la vida pública del Libertador en 14 densos volúmenes, publicada en Caracas en 1877.

Y si continuamos la nómina de los masones que fueron alfareros en la edificación de la gran república y partícipes del suceso inmortal del 19 de abril de 1810, tendríamos para inimaginables páginas, pues allí están en sus respectivas regiones los generales Santiago Mariño y Juan Bautista Arismendi, José Tadeo Monagas, Rafael Urdaneta, José Antonio Páez Presidente de la República de Venezuela de 1830 a 1834 y de 1839 a 1843; Manuel Manrique, Carlos Soublette, Lino de Clemente, el doctor Juan Germán Roscio, humanista y filósofo, Vicepresidente de la Gran Colombia electo por el Congreso de Angostura, el cual presidió el mismo año de 1819. Así mismo el almirante Luis Brión, el doctor Pedro Gual.

Y a esa nómina debemos añadir los nombres de muchos criollos de menor relevancia histórica, que, viajeros por Europa, Centro y Norte América, se iniciaron en los misterios de la masonería, se nutrieron con los mismos ideales de libertad y los compartieron en sus Logias, y es digno también de mencionar a un hermano dominicano, José de Navarrete, que en Santo Domingo regentaba una Logia y allí inició a varios venezolanos, con poderes del Gran Oriente de Francia, entre ellos a uno de nombre Ramón Roldán, que actuó luego en la Logia Unanimidad de La Guaira.

No podemos dejar a un lado que en la convocatoria a Cabildo el 19 de abril de 1810 hubo una situación de nuevo cuño jurídico al ampliarse el mismo con siete representantes no establecidos en las Ordenanzas y que tuvieron desde el mismo momento inmunidad en calidad de diputados. Siete fueron ellos, de los cuales tres masones de destacada actividad entonces y después: el sacerdote chileno José Cortés de Madariaga, el doctor Juan Germán Roscio y el general José Félix Ribas; el primero diputado del clero progresista y revolucionario, el segundo diputado del pueblo que no podía ser el gran ausente en acontecimiento de tal magnitud y el tercero, diputado de los pardos que, estos dos últimos encaraban también con esta representación la de los zambos, los indígenas, los negros y los blancos de orilla. Los otros representantes fueron José Félix Sosa, del pueblo, Francisco José Rivas, del clero, Francisco Javier Ustaríz y Gabriel Ponte.

La contienda bélica, no cabe duda, que desde estos mismos días tomaría impulso: de un lado estarían los soldados del imperio con las tinieblas, la muerte, las torturas, las violaciones del derecho a la vida, la concupiscencia, la soberbia y la sevicia; del otro, la luz, la soberanía, la lucha social, los lideres de la revolución con los negros, los indios, los pardos y la Divina Providencia con el Supremo Dios de los más pobres y de los desamparados.

Bien creemos que estos hombres formaron filas en una generación contradictoria por su embrión conservador y oligárquico en buena parte, pero supieron precisar lo medular de la obra programada al asumir el lema de la Revolución Francesa: “libertad, confraternidad e igualdad”, de lo cual estaban bien empapados todos y cada uno de los hermanos masones que coadyuvaron a consolidar la semilla del 19 de abril de 1810 hasta Carabobo el 24 de junio de 1821 y hasta la batalla naval de Maracaibo el 3 de agosto de 1823; ellos tomaron como lema L.I.F. (Libertad, Igualdad, Fraternidad) en sus planchas.

Situémonos ahora en el preludio del acto notable del 19 de abril, pues ya la Gaceta de Caracas, que imprimían Gallangher y Lamb, en su número 91 del viernes 30 de marzo publica juicios sobre las elecciones de Diputados a Cortes convocadas por la Suprema Junta Gubernativa de España e Indias; en el número del 6 de abril hablan del “tirano Napoleón” y su perfidia y están obligados todos los vecinos de Caracas a informar al Alcalde de Cuartel “sobre los forasteros que hospedasen en sus casa” y se publica la lista de un supuesto donativo voluntario para proveer los ejércitos nacionales de carne, queso y zapatos.

En el ejemplar número 93 del viernes 13 de abril de 1810 continúan los ataques a Napoleón y la nómina de los contribuyentes del donativo ya aludido y el Capitán General Vicente Emparan en un largo manifiesto expresa a los pobladores de Caracas que deben vivir “con precaución para no ser engañados por los emisarios franceses y sus satélites: el tirano de la Europa viendo frustrada para siempre su esperanza de dominar las Américas se ha propuesto vengarse de sus habitantes… metiendo entre ellos el incendio y armando a unos contra otros”. Era la imprecación mediática que ya vibraba entonces distorsionando la realidad y envenenando mentes. La verdad era otra.

Lo que no podían disimular era que ya se oían los clarines del 19 de abril.

Cuánta coincidencia alimenta la razón histórica, mientras temblaba el poderío español en las palabras de Emparan publicadas en la citada Gaceta de Caracas del 13 de abril de 1810, trece años más tarde en la misma fecha hubo fiesta masónica en Caracas, pues como en mayo de 1822 habían sido solicitadas las Cartas Patentes para las Logias La Fraternidad Colombiana, de Caracas; la Unanimidad de La Guaira, Bolívar del mismo puerto y Valor y Constancia, de Valencia, por los masones generales José Francisco Bermúdez, Carlos Soublette y José Antonio Páez y los doctores Diego Bautista Urbaneja y Francisco de Aranda, llegó el momento de la gran noticia positiva, por lo que “los miembros de la Respetable Logia Fraternidad Colombiana decidieron reunirse solemnemente el 13 de abril de 1823” que puede denominarse día de luz, de libertad, de reencuentro con la soberanía y el patriotismo, y fijan la fecha de instalación para el 16 siguiente, con un nutrido número de integrantes, próceres de la independencia unos y otros, grandes figuras del porvenir de entonces que miraban ya la patria redimida y realmente independiente y soberana. Hemos citado algunos, aunque tengo que pedir perdón por el tiempo utilizado y los minutos que tomo demás, pues no es posible prescindir de datos biográficos de los aún no mencionados, que son pocos, pero, todos dadores de luz, de felicidad y de alegrías. Veámoslos:

Diego Bautista URBANEJA (Grado 33), nativo de Barcelona Venezuela, se doctoró en Derecho y actuó en los sucesos del 19 de abril de 1810, habiendo hecho las campañas militares de 1813 y 1814. Uno de los recios periodistas del Correo del Orinoco en 1818, diputado en el Congreso de Angostura en 1819 y por lo tanto de los firmantes de la segunda Constitución de Venezuela. Vice Presidente de la República en 1831 estuvo encargado de la Primera Magistratura. De él escribe el historiador masón Hello Castellón que fué “nada menos que el jardinero paciente, tenaz y lleno de optimismo del árbol masónico que hoy extiende sus vigorosas ramas a lo largo y ancho de Venezuela”.

Francisco DE ARANDA (Grado 33), político, legislador, aficionado a la dramaturgia, latinista. En 1816 fué encargado de arreglar la contabilidad de la Contaduría Mayor de Caracas. Se graduó de abogado en 1819; dos años después es de los hombres que al mando del general José Francisco Bermúdez toman a Caracas. En 1821 fué Auditor de Marina y Asesor de la Intendencia de Venezuela. Redactor del importante periódico El Iris de Venezuela sucediendo al eminente José Luis Ramos entre 1822 y 1823. Como diputado en 1828 en la Convención de Ocaña defendió la integración sudamericana que promovía el Libertador. Autor en 1836 del Código de Procedimiento Judicial que bien llevó el nombre de Código Aranda. Entre 1842 y 1843 Ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda y como tal elaboró un proyecto para la creación de un Instituto de Crédito territorial destinado a fomentar las actividades agropecuarias en Venezuela, el cual no fué aprobado por la oposición de sectores retrógrados que influyeron sobre el Presidente de la República, general Carlos Soublette.

Andrés NARVARTE (Grado 33) notable abogado y dirigente político se unió a la causa patriótica en 1810. Entre 1813 y 1814 fué Gobernador de la Provincia de Trujillo cuando ya se había desatado la inhumana guerra a muerte. En 1822 Intendente de Venezuela y en 1833 y 1837 Vicepresidente de la república, encargado de la Primera Magistratura en 1834, 1836 y 1842.

José Santiago RODRÍGUEZ (Grado 33) fué teniente Asesor de la provincia de Apure en 1823, Secretario de la Dirección General de Manumisión entre 1827 y 1828. Diputado en la Convención de Ocaña demostró con su oratoria toda la razón que asistía al Libertador para aferrarse a la integración como factor decisivo de progreso social.

Judas Tadeo PIÑANGO (Grado 33) participó en los sucesos del 19 de abril de 1810; subteniente de artillería en 1811; participó en las acciones militares del Bajo Magdalena en 1812 y 1813 para actuar en la Campaña Admirable, habiendo sido factor en casi todos los episodios de esta marcha triunfal de la libertad contra el despotismo. En 1817 era Comandante de Artillería y en 1821 de los muy destacados en la batalla de Carabobo.

José Remigio MARTÍN, funcionario del gobierno capitalino a quien encontraremos en dos oportunidades con cargos específicos: Primer Gran Vigilante en la Gran Logia de Venezuela en 1838 y Gran Hospitalario cuando la unión del Supremo Consejo con la Gran Logia de la tierra amada, constituyendo el Gran Oriente de Venezuela en Caracas en 1841.

Rafael Ángel de LUGO, capitán, defensor del sitio de Cartagena en 1815, pero al cual perdemos de vista por ahora, así como al anterior, pero con la certeza que nos acompañan hoy, como los demás.

José Ignacio RIBEIRO ABREU E LIMA, brasilero de la revolución neogranadina, indoamericano de la revolución venezolana, oficial del Ejército de la Libertad en Angostura, donde fué uno de los redactores del Correo del Orinoco; de destacada acción en la batalla de Boyacá en 1819 y en 1823 de los sitiadores de Puerto Cabello para barrer el último bastión del imperio español en Venezuela, pues ya había participado en la consagratoria batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821 y en 1829 combatiría en el Portete de Tarqui cuando la injusta invasión del Perú a la Gran Colombia. Escribe en 1830 en defensa del Padre de la Patria Indoamericana, la obra Resumen histórico de la última dictadura del Libertador Simón Bolívar comprobada con documentos y funda en Cartagena de Indias el semanario bolivariano La Torre de Babel. El 17 de diciembre de este 1830 está en la quinta de San Pedro Alejandrino, leal siempre, valido de su prestigio de pensador volteriano, que va a exteriorizar en 1855 su pensamiento socialista impotente y cierto, el cual junto a él venía manejando Simón Rodríguez desde el comienzo de los años treinta de aquel siglo XIX. Fué fundador de Logias y promotor de la idea de fundar un Gran Oriente o Gran Logia para la Nueva Granada.

Marcelino DE LA PLAZA, de los héroes del ejército en la crucial contienda. El 27 de marzo de 1814, desde San Mateo, junto con un pequeño grupo de oficiales es recomendado por el mayor general Tomás Montilla por “el mérito con que se han distinguido en la acción del 25 y son todos individuos de la artillería y de la infantería”.

Manuel ECHEANDÍA (Grado 33), coronel, uno de los hombres del 19 de abril de 1810. Actuó como Comisario Ordenador del Ejército Libertador. Nacido en Guayaquil de padres españoles se hizo venezolano y se entregó con devoción a los asuntos de la independencia y la república.

Juan LOVERA (Grado 33), hombre de gran sensibilidad, pintor consagrado que dejó en el lienzo sus vivencias tanto en el óleo El 19 de abril de 1810 como en El 5 de julio de 1811. Era pardo libre. Pintó al sabio Alejandro de Humbolt en 1799. Ya en 1810 y 1812 se hablaba de él con adjetivación consagratoria pues en El Mercurio Venezolano le dedicó una crónica el periodista Francisco Isnardi. Fué Corregidor de Caracas en 1821 y en 1827 pintó a Bolívar de cuerpo presente para él. Su fama y su gloria se aparean en la iconografía extraordinaria que dejó a las nuevas generaciones.

Esta Fraternidad Colombiana, iría luego a un largo sueño a partir de 1826, pero seguiría mientras tanto consolidando un sendero de pedagogía y normas a través de sus fundadores de la Logia Unión Nº 5, donde aparecen José Cordero, Juan Bautista Monserrat, Juan José Conde, Gerónimo Pompa, José María Lovera, José Toribio Iribarren, José María de Las Llamozas, Juan María de Las Llamozas, Pedro Vaamonde, Justo Silva, Miguel Zagarzazu, Pedro Montesinos, José Salcedo, Manuel Muñoz, Esteban Lorenzo Gil, José de Austria, Francisco Parejo y otros, todos con la fe nacionalista en la acción y la devoción creadoras, pues todos sabían de los beneficios de la autodeterminación de los pueblos, de las bondades de la libertad de imprenta, del respeto a la soberanía y del amor a la patria por sobre todos los demás factores del bien general, unos y otros factores bajo la égida del nombre de esta Logia: Unión.
Hombres de luces y hombres de acción, justos en la proporción ecuménica de la justicia, ansiosos de libertad e independencia, de valoración sublime del nacionalismo, queriendo hacer una patria soberana a lo largo de toda la nación continental, fueron y son estos próceres civiles y militares que desde el más allá nos acompañan hoy aquí en el Templo Masónico de Venezuela para sentir que no araron en el mar। Venezuela avanza con peso firme y ellos han participado en el proceso de cambios bajo la inspiración de elevar templos a la virtud y cavar calabozos para los vicios. En hora buena.

Rafael Ramón Castellanos

LA TRUJILLANIDAD

I

LA GÉNESIS


Todo argumento tiene un antecedente, la formalidad de origen, el entorno en que afinca su existencia y ello es lo que nos aproxima a buscar la génesis de la trujillanidad, mucho más allá de la conquista y de la siembra de nuevas maneras de actuar y de vivir.

Para interpretar lo medular del anteayer remoto es bueno fijar un poco la mirada en dos factores que han sido denominados, definitivamente, La Leyenda Negra uno y La Leyenda Dorada el otro. Aquella ni ésta serán lo mejor y hacernos a las ecuaciones y a los resultados sobre incógnitas que fueron mal despejadas, no es el pálpito que adorna nuestra tarea en estos momentos.

He dicho el anteayer remoto porque el ayer, también lejano, nos acerca en el tiempo a circunstancias tan propias de nuestras idiosincrasia, pues que el ancestro nos trae a la memoria al maestro insigne, lingüista, antropólogo e historiador Rafael María Urrecheaga de la Torre, quien desde muy joven se empeñó en rescatar la esencia filosófica y profunda de la concepción idiomática de nuestros indígenas Cuicas, y no solamente en el estudio de la palabra autóctona, sino que vertió al castellano algunas piezas solemnes de esa cultura; lamentablemente se perdieron muchísimos de esos escritos y otros, sin intención aviesa en representación alguna, pasaron a formar parte de lo que le atribuyeron otros distinguidos trujillanos al doctor Amilcar Fonseca y que ha pasado como de éste por error de apreciación del recopilador. Urrecheaga recorrió todo el territorio que hoy forma nuestro Estado y con la descendencia de aquellos pobladores vernáculos trató, transcribió leyendas y tradiciones y definió a la gran etnia conformada con los Tostoses, Escuqueyes, Vitoráes, Carachys, Cumbes, Jirajaras, Siquisayes, Burbusayes, Visupites, Pitijoques, Boconoes, Guandaes, y logró el benemérito etnólogo recoger nombres propios de caciques como Busebi, Castán, Carachy, Pitajay, Bumbás, de cuya resolución, valor, reciedad y amor a la tierra que ocupaban y les correspondía, han hablado mucho los cronistas, aunque después no nos hayamos detenido, de verdad a penetrar en cuantos ángulos tuvo el caciquismo indígena, necesario y obligante y qué fue después el caudillismo regional, el cual desvirtuó luego aquellos postulados del aborigen, aunque heredó las guerras entre hermanos, fruto nefasto en el siglo XIX y comienzos del siglo XX, la pasión política y religiosa que también fue parte de los razonamientos del colonizador, del conquistador, del encomendero feroz y del avaro de tierras ejidales y aun de aquellas de los repartimientos indígenas que las Leyes de Indias dispusieron y garantizaron.

Amilcar Fonseca y sus hijos
II
EL DORADO Y LOS ENCOMENDEROS

Volvamos atrás. Los distribuirían en encomiendas, les cristianizarían los nombres y les quemarían sus ídolos y sus templos paganos, y aun en el siglo XVIII continuarían estas prácticas destructivas del ancestro con aquellos procesos de idolatría, superstición y brujería que amalgamaron luego el néctar de una lección de historia desacreditante por el sentido extraño que le dieron los cronistas, sin reconocer la cosmogonía de nuestros ancestros naturales, aunque despertó el mojanero con todo el emporio de misterios sublimes y politeístas en exceso, el cual se encompincharía con lo que trajeron los mandingas, desde el África, incorporados al sufrimiento esclavista y allí se empató el mito en cuanto a que se trataba de pueblos bárbaros.

A todos, indistintamente, domesticados a fuerza de represión, ya indios, negros, zambos o mulatos los metieron en la esclavitud severa dentro del ajeno latifundio, porque este se formó de usurpaciones, y allí aplicaron el tratamiento más espantoso como bien lo explico en el libro Historia del Ejido de Monay y de la llanura infinita cuando hablo de El Dorado en nuestras tierras bajas y de las bestiales torturas a que sometieron los criollos al famoso Cacique don Gaspar, de los predios de doña Jerónima Salido de la Parra, viuda del sargento mayor Rodrigo de Azuaje Saavedra, allá por 1675. Es necesario pensar en lo que fue el Mayorazgo de Cornieles con una dimensión apenas menor que las tres cuartas partes de lo que hoy es nuestro Estado.

III
CULTURA Y LUCES FILOSOFÍA

Aun más, mientras objetamos estos episodios y sucesos a la par tenemos que penetrar en otro camino como es el de la cultura que, extraña, encarnaría en el alma de lo autóctono, con miras a desaparecerlo, pero que se quedó en la vigencia, realmente apostólica y cristiana, con casos como el del décimo tercer obispo de Caracas y Venezuela, Fray Alonso de Briceño, franciscano, chileno de origen, teólogo, filósofo, escritor y maestro, bien calificado en su tiempo, 1587-1668, como el segundo Escoto, aquel pensador inglés, esencial y pragmático, beatificado setecientos años después, en 1993, el cual es tesis y antítesis, que es como decir lo superlativo en la hegemonía de los presocráticos para avanzar entre Sócrates, Platón y Aristóteles sobre el rumbo del meollo de la sabiduría pagana hacia la racionalidad. En Trujillo donde ejerció su alta dignidad y su apostolado, quizás debe haber conformado sus patéticas y admirables Diputaciones Metafísicas y allí entregó su espíritu al Supremo, pues de nada valieron la medicina indígena con el menjurje de sumo de mastuerzo, ni las palomas abiertas por el vientre y aun vivas sobre su estómago, absolutamente nada dio resultado, como tampoco una serie de ídolos indígenas que luego de su muerte encontraron bajo el colchón y que allí había colocado uno de sus más fieles indiecitos, natural de una parcialidad autóctona de Monay, donde fué frecuente la participación del gran estudioso.

Su reemplazante fue también filósofo y humanista en toda la compleja definición de la palabra y se estableció en Trujillo por azar del destino, en donde como religioso dominico difundió el pensamiento social de entonces. Se trata de Fray Antonio González de Acuña, el mismo que dejó para la biblioteca del Seminario, luego Universidad de Caracas, nada más y nada menos que la más grande colección de libros jamás vista hasta entonces en toda la América: treinta mil volúmenes.

Desde entonces hemos tenido altos representantes de la dignidad eclesiástica y apenas aludimos ahora al padre Nicolás José Montilla y Valera, de los fundadores de Motatán en 1801; al legislador y congresante de 1811, presbítero doctor Luís Ignacio Mendoza, al fraile franciscano Ignacio Álvarez “cerebro y nervio de la independencia en Trujillo”; al orador y pensador presbítero doctor Miguel Ignacio Urdaneta; al maestro, filántropo y pensador monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno; al bravo periodista, educador y obispo Miguel Antonio Mejía; al notable revolucionario y también obispo monseñor Enrique María Dubuc; al maravilloso pastor monseñor Etanislao Carrillo, al manso consejero monseñor Vicente Valera Márquez, a todos los obispos de la Diócesis y especialmente a monseñor doctor Vicente Hernández Peña; al historiador y periodista, presbítero Juan de Dios Andrade y no es posible pasar por alto al padre José Tadeo Montilla, oficial activo del ejército realista y sumado a las ideas monárquicas desde cuando estalló la luz libertaria en 1810 hasta haber sido feroz combatiente en Nueva Granada como capitán activo y más tarde Capellán del temible Batallón Valencey.

Rafael Montilla

IV

CERÁMICA Y POESÍA ABORÍGENES

En pasados años dijimos que el hombre aborigen representa a sus Caciques como deidades, incólumes, desde los ancestrales orígenes. Tomamos un concepto de Fustel de Coulange en cuanto a las civilizaciones europeas y lo aplicamos entre nosotros en los referente a que “el fundador era el hombre que consumaba el acto religioso sin el cual no podía existir la ciudad, era él quien colocaba el hogar donde había de arder eternamente el fuego sagrado, era él quien con sus oraciones y sus gritos llamaba a los dioses y los asociaba por siempre a la nueva ciudad”. ¿No es acaso la misma simbiosis de nuestros Cuicas? El jefe de la familia era el dirigente máximo en todos los órdenes en esa sociología europea y nuestro hombre indígena se manifiesta como factor principal en el Cacique, en el Piache y aun en el Moján. El citado Amílcar Fonseca asevera, con palabras del mismo Rafael María Urrecheaga, que “la cerámica Cuicas no delata la adoración de ríos, montes o plantas, animales y piedras, pero si constituye el recuerdo de los antepasados y el homenaje a la muerte… los cacharros Cuicas son, como las momias del Perú, un historial de sucesos imborrables que reverenciarían las familias o habrían interesado a la tribu”.

Ahora bien, la conquista y la colonización que destruyeron gran parte del potencial vernáculo y que humillaron las tradiciones religiosas y el culto a los antepasados, practicado por nuestros primitivos habitantes, tuvo sus aristas positivas: trajo con la cruz, con la lengua castiza y con otras costumbres, una amalgama de conocimientos novedosos, lo cual se suma a la cultura original y telúrica y así mancomunadas, forman parte del “siglo de la ilustración” en donde la cátedra trujillana se dejó sentir en la propia tierra y aun en Caracas donde muchos años después, en 1793, en la Universidad, dos actos literarios y de medular conformación de magnitud humanista consagran al maestro don Cristóbal Hurtado de Mendoza, quien ratifica sus orígenes y sus ancestros.

Laudelino Mejías




Monseñor Etanislao Carrillo


V

MARIO BRICEÑO IRAGORRY


Dentro de esta estructura podemos meditar lo que expresa el ya citado Fustel de Coulange en cuanto a que “las instituciones políticas de la ciudad, nacieron con la ciudad misma el mismo día que ella: cada miembro de la ciudad las llevaba en sí misma, pues se encontraban en germen en las creencias y en la religión de cada hombre”.

Sin menoscabo de otro género de pensamientos sobre el fundamento que predicamos es que planteamos un razonamiento en cuanto a que fue consagratorio también el aporte foráneo desde los albores de la “ciudad portátil”, viajera de fundaciones y refundaciones en el maravilloso espacio geográfico de llanos, montañas, serranías y valles de la tierra pródiga y generosa denominada Trujillo.

De los sabios prelados, y del maestro Urrecheaga, en diferencia de centurias, bebió sabor de patria y de cultura el más fervoroso de nuestros intelectuales del pasado siglo XX: Mario Briceño Iragorry, catedrático y rector de soberanía, de libertad, de autodeterminación de los pueblos y de democracia, grande entre los más destacados nacionalistas del subcontinente, quien se llenó del espíritu de entendimiento de Santo Tomás de Aquino, de Tomás Moro, de Bartolomé de las Casas, o del famoso lancero de los ejércitos de Páez, Faustino Mendoza Montilla, después sacerdote y bolivariano que en 1852 propició y logró hacer la columna de piedra que recordó el abrazo de Bolívar y de Morillo en Santa Ana, hasta 1911 cuando se exigió el monumento con un hálito de simbología masónica; o de Ramón Briceño Vásquez que es al decir de María Carmona Granero “la concepción del hombre en los albores del positivismo”, filósofo y docente, lamentablemente poco estudiado e interpretado. Con todo este bajel antiimperialista y revolucionario Briceño Iragorry alabó el encanto de la luz para difundirla con todos los cargamentos de culpa y de disculpas que dieron origen a una lengua híbrida, a una cultura ecléctica, a un incipiente encuentro con el amor a la tierra y a su cultivo, aunque con tonalidades rudimentarias hasta bien adentrado el siglo XX.

General José Rafael Gabaldón

VI

DEL CACIQUE INDÍGENA A LOS POETAS Y ARTISTAS


Pasemos ahora a los guerreros: Castán, el cacique padre, guía espiritual de muchos otros caciques y mandones, ardoroso defensor de sus predios y de sus ídolos como divinidades sublimes y benéficas, quedó perpetuizado en el Canto Guerrero de los Cuicas que es himno nacional, porque nación y bandera son patria y patria tenían desde siempre los Cuicas. Canto inmortal que han familiarizado en sus estros, inspiraciones y obras, respectivos, José Ignacio Lares, bejitoqueño; Samuel Barreto Peña; del propio Trujillo; Andrés Lomelli Rosario, sanlazareño de cepa carachera como José Juan Rodríguez; Alfonso Marín, burbusayero; Manuel Andara Olivar, santiagueño; José Rafael Pacheco, carachero; Pedro Pablo Paredes, de La Raya, arriba de La Mesa de Escuque; Régulo Burelli Rivas, montecarmelero; Segundo Barroeta, sanlazareño; Aura Briceño Monreal, mendocina; Asdrúbal Colmenares, de La Otra Banda; Marco Milani, valerano; Adhemar González, quebradeño; Rafaela Baroni, Salvador Valero, José Antonio Fernández más conocido como "El Hombre del Anillo", Ulises Ferrini Santander, santanero; Francisco Pérez Perdomo, boconés; Ramón Palomares, el de los escuqueyes; Domingo Miliani, boconés; Ana Enriqueta Terán, aliento, belleza y páramo tuñamero, aunque valerana de natura; Antonio Cortés Pérez, santanero, Silvio Villegas, pampanitero llegado de Mocoy, y Adriano González León, vecino de la Plaza Bolívar de Valera, o un Laudelino Mejías, de La Quebrada de los Cedros, un José Antonio Abreu, universal ya con su corazón denominado Venezuela y su alma musical impenitente. Hay aún muchos otros, pero sería imposible nombrarlos en tan corto espacio.

VII

LOS LIBERTADORES


Canto de diana y de combate el de los Cuicas, el cual sedujo desde la cuna a un niño mocoyero que después sería general de la libertad: Cruz Carrillo o a un Vicente de la Torre, de Escuque, cepa de la heroína inmortal Barbarita de la Torre o a aquel español llamado Vicente Campoelías que ejercía en Trujillo por 1800 la jerarquía de Síndico Procurador y en la Guerra Magna glorificó la libertad de esta tierra que hizo suya, quienes como todos aquellos revolucionarios que de 1811 a 1820 sufrieron las consecuencias de las Causas de Infidencia, de los Secuestros y de la guerra a muerte todos ellos amalgamados a los postulados del padre Francisco Antonio Rosario y del primer Presidente de Venezuela, Cristóbal Mendoza, o con los de los también próceres Andrés Linares, Manuel Gogorza, Pedro Miguel Chipía, Miguel Vicente Cegarra, Antonio Nicolás Briceño y el médico y patriota Juan Pablo Pacheco que todos fueron revolucionarios y libertadores e inspiraron después a otros Quijotes que, lamentablemente, se experimentaron en las contiendas civiles de tan poco provecho para el avance colectivo por los mejores logros, pero que no por eso han dejado de ser caudillos y paladines.

Cruz Carrillo

Entre ellos, citamos apenas algunos, desde los generales Francisco Vásquez, revolucionario federalista y zamorano y Juan de Dios Monzón, medico, además Presidente de la República por algunos días en 1884; el general y pensador Fabricio Vásquez; el León de la Cordillera general Juan Bautista Araujo; el doctor José Emigdio González, godo republicano, magistrado y catedrático; y en los albores del siglo XX los generales Leopoldo Baptista y Perfecto Crespo y el general, libre pensador y humanista José Rafael Gabaldón; desde el general guerrillero Rafael Montilla Petaquero y general y doctor Rafael González Pacheco, hasta los comandantes guerrilleros Argimiro Gabaldón, Fabricio Ojeda, Rafael Octavio Martorelli y la facilitadora Rebeca Hackett, que unos u otros desandan sus glorias mientras transitan sus triunfos ideológicos los también revolucionarios montaraces o urbanos Francisco Prada, Emerio Soto Méndez y Jonás Castellanos.

Fabricio Ojeda


Juan Bautista Araujo


VIII

LOS MAESTROS

Están también estas historias afincadas en las concepciones filosóficas y humanísticas del sociólogo y denso pensador Carlos León, precursor al iniciarse el siglo XX del socialismo que pregonara aquel Maestro Excelso llamado Simón Rodríguez; en la prosa narrativa o en el ensayo, la biografía, el poema o la crónica de José Domingo Tejera, Miguel Ignacio Urdaneta, Américo Briceño Valero, Esteban Smith Monzón, Ángel Carnevalli Montreal, Manuel F Mendoza, Antonio Pérez Carmona, Arturo Cardozo, Vertilio Valecillos, Roberto Vethencourt Balestrini, Numa Quevedo, José María Baptista, Fabricio Gabaldón, Miguel Ángel Burelli, Víctor Valera Martínez, Guillermo Morón y Antonio Anzola Carrillo.

También son factores de recuerdo Leonardo Altuve Carrillo, Marcos Rubén Carrillo, Joaquín Gabaldón Márquez, Alberto La Riva Vale, Juan José Román Saavedra, Amilcar Fonseca, Pedro Pablo Maldonado, Eusebio Baptista, Lourdes Dubuc de Isea, Francisco Cañizalez Verde, Oscar Sambrano Urdaneta, Elías Pino Iturrieta, el chino Victor Valera Mora, Ednodio Quintero, David Alizo, Alí Medina Machado, Ramón Urdaneta Bocanegra, Carlos Briceño Vásquez, Francisco González Cruz, Huma Rosario, Tulio Montilla, José Segundo Salas, Pedro Linares, Rafael Argüello, Jorge Valero, Jesús Quevedo, Segundo Peña Peña, Gilberto Quevedo Segnini, Ramón González Paredes y Héctor Parra Márquez.

Tulio Montilla Aranguren

No es pecar de exagerados, pero agregamos a Julio César Marín, Aura Salas Pisani, Saúl Villasmil, Hugo Unda Briceño, Juan José Valera, Manuel Isidro Molina, Jorge Maldonado Parilli, Noé Araujo, Filadelfo Linares, Francisco Omar Araujo, S. Antonio Pérez mejor conocido como "El Gordo Pérez" cronista de, Chapellín, y de Santana de Trujillo desde el Barrio Nivaldo en Caracas; Luís González, Pedro Pablo Aguilar, Pascual Villegas, Aura Briceño Monreal, Pedro Ruiz, Julio Carrillo, Edda Arriaga, Fortunato González, Fanny Uzcategui, Carlos Andrade Villegas, Pedro Paraima, Emerio González Médici, Felipe Montilla y Mario Briceño Perozo, quienes en una u otra forma asimilan el idioma ancestral, que no dialecto Cuicas, auscultan las figuras elocuentes en la cerámica y en la cestería; aquel una prolongación regional del Tupí Guaraní de los Caribes que desde el sur se hicieron a la mar y la hicieron suya; apenas un ejemplo es el vocablo geográfico, Chejendé, que en guaraní se traduce yo y tú y en Cuicas, maíz y tierra, como que el todo fuese el ego, la alimentación y la vida, o el quererse uno mismo para así querer, indistintamente, a cada uno de los que nos rodean.

Dr. Víctor Valera Martínez


IX

LA IMPRENTA


Y en cuanto a la imprenta poco sabemos de Pedro Pou, quien la instaló en Trujillo en 1852 y un año después Favio A. Rojas establece otro taller semejante, aunque el gran impulsor fue Juan Bautista Carrillo Guerra, quien trae a la ciudad una verdadera empresa; sin embargo en el pequeño taller de Pou se edita en 1861 un pequeño Catecismo de moral y en la de Rojas un Silabario en cuya impresión, y en muchas otras, han de ser factores determinantes tres nietos del general Cruz Carrillo: Arístides, Julio y Lisímaco.

Destacarían también en esa época Ricardo Labastida, Rafael Julián Castillo, Jorge González Rodil, Juan P. Bustillos y Juan Pedro Chuecos. Ya para 1872 es un baluarte el semanario La Concordia, de Diego Bustillos, Ramón Briceño Vásquez y Manuel María Carrasquero, mientras que aparece en Valera otra elocuente manifestación, El Regenerador, de Vicente Briceño y Briceño, aunque los dos grandes semanarios que sembrarían la luz, la ardentía política y el emblemático amor a la narrativa han de ser El Trujillano (Trujillo, 1876-1890) y El Progresista (Boconó, 1879-1889), siendo de 1900 El Diario de Valera y de 1904 a 1908 El Avance, de Sabana de Mendoza, dirigido por el intelectual Manuel María Matheus. Así mismo no debemos dejar a un lado enormes esfuerzos, como las revistas Cosmos y El Correo de Valera, de Pompeyo A Oliva. Años más adelante Fernando Segnini Lupi y sus hijas todas, hasta la nieta María Ernestina, con El Pensil e Idilios, de Chejendé y Pampán, respectivamente; Víctor Valera Martínez, Manuel Andara Olivar, Arnaldo Ramos, José Rafael Castellanos, Cesar Colmenares, Ezequiel Torres, Larita, unos como directores, otros como colaboradores y los últimos como humildes mesenas, forcejaron bien duro para lograr periodismo de ideología con buen pie revolucionario; Luís Beltrán Guerrero y José Armenio Núñez con el semanario Presente que tuvo como pregonero estrella a un morenito y estudiante de música que sería más tarde y es un genio de la guitarra y de la luz, el maestro Alirio Díaz; Crisol y Cocoliso, tarea fecunda de Manuel Isidro Molina, en Valera; Sabatino, de S. Joaquín Delgado; Hoy, de Elbano Pardi y Alejandro Azuaje Rincón, para entrar en el diarismo valerano con Luís Mazzarri, Luís Gonzága Matheus, Andrés Miliani y Eladio Muchacho en El Tiempo y El Diario de los Andes, respectivamente.
Juan Bautista Carrillo y Diego Bustillos


Diego Bustillo


X

DEL AMOR AL PRÓJIMO Y LOS MÉDICOS


Podemos decir que hemos afincado testimonios de amor telúrico, de identidad nacional, de lumbres aún en las épocas de tenebrosidad como aquella de la represión inclemente de los chácharos del general Juan Vicente Gómez contra cientos de trujillanos de todos los estratos; pero nos ha faltado, indispensable amor al prójimo, sensibilidad para compartir, capacidad para discernir entre politiquería y ciencia política, entre diálogo y vituperio, entre el dar y la mezquindad, razones que nos colocan a un lado del desarrollo en la panorámica de los demás Estados del país, a tal punto que bordeamos el último escaño en el eslabón de los valores colectivos y eso que nos favorece el hecho de haber tenido dos Presidentes de la República, el doctor Cristóbal Mendoza en 1811 y el doctor y general sanlazareño, Juan de Dios Monzón en 1884; científicos y maestros como los doctores José Gregorio Hernández, el santo de los pobres, de los desamparados, de los irredentos y de todos los venezolanos; Rafael Rangel, Juan Llavaneras, Arnoldo Gabaldón, Rafael Isidro Briceño, Arturo Luís Berti, Florencio Briceño Hernández, Rodolfo Hernández Miliani Alirio Lomelli Verde, José Quintini, Pedro Emilio Carrillo, Emigdio Cañizalez Guedez, Carlos Rivas, Humberto González Albano, Hernán Méndez Castellanos y Antonio J. Terán; ocupantes de altos destinos públicos como el general Juan Bautista Araujo, o el gran Ministro de Relaciones Exteriores de Guzmán Blanco, el boconés Pedro J. Saavedra.

Dr. Arnoldo Gabaldón

XI

LAS FUENTES CULTURALES

La acción creadora del ente trujillano es asombrosa; tenemos la mas fecunda siembra ateneista del país y podemos evocar el Ateneo de Escuque de 1856 o el Ateneo de Trujillo que contaba en su inauguración en 1942 con figuras como Numa Quevedo, Luís Beltrán Guerrero, Miguel Nieto Caicedo, José Pardo Galloso, Marcos Aguirrolea y Arana, Francisco Gabaldón Mazzarri y Víctor M. Tálamo, tarea que emularon después en Boconó, Miriam Sambrano de Urosa, Lourdes Dubuc de Isea y Clemencia González; cultivamos la tradición y el ejemplo regional desde el Centro de Historia del Estado Trujillo que ha sostenido a pulso aguerrido y eficiente Marcos Ruben Carrillo; nuestra radiodifusión es parte de la tarea gestadora de vida artística de Pedro J. Torres a través de Radio Trujillo; pero aún más, de lo que fue el Monasterio Regina Angelorum y los Conventos de los franciscanos y los dominicos heredamos la pasión por el libro y la lectura aupados hoy en día con la Red de Bibliotecas Públicas del Estado, bajo la dirección de la dinámica Josefa Román.

La cooperación que siempre le ha brindado la comunidad a esta institución es un símbolo para entender porqué han aumentado los usuarios, máxime cuando ya es Venezuela uno más de los países sin analfabetismo, gracias a la acción bolivariana y a la metodología semiótica, de estructuralismo y de simbolismo de Simón Rodríguez, con el Método “Yo si puedo” que promocionan y han perfeccionado los cubanos.


XII

LAS UNIVERSIDADES Y LOS LIBROS


Se han multiplicado ya los centros universitarios los cuales son un espejo de idoneidad, ciencia, sociología y desarrollo y no podemos pasar por alto en esta empresa a Antonio Luis Cárdenas y Felipe Montilla. Con sus aportes recios en cuanto a las ediciones de libros debemos hacer un reconocimiento a los directivos del semanario Presente (1942-1945), los cuales ya citamos, pues aupados por el entonces Presidente del Estado, el intelectual Numa Quevedo, dieron forma a las Ediciones “Presente” que sucumbieron al paso de la barbarie omnimoda surgida el 18 de octubre.

En 1958 comenzó la Biblioteca Trujillana de Cultura adelantada por Julio González, Arturo Calderón Paolini y Mario Briceño Perozo, pero la misma vivió un año; en 1960 nace la Biblioteca de Autores y Temas Trujillanos gracias al Secretario de la Presidencia de la Republica, Ramón J Velásquez, sinembargo la misma desapareció tres años después hasta que en el gobierno progresista de Luis Herrera Campins renació con trece títulos en un lustro, y desde entonces estuvo apagada hasta que en el 2005 la activé de nuevo con la colaboración de Liborio Guarulla, eficiente Gobernador del Estado Amazonas.

Se ha cuadyubado luego otro esfuerzo editorial en la administración regional de Gilmer Viloria con la magistral creación del Fondo Editorial Arturo Cardozo, constituido por variadas colecciones, en las cuales, por cierto, me olvidaron definitivamente prescindiendo de mi nombre hasta en la corrección que hice de muchos entuertos en la obra Orígenes Trujillanos cuya segunda edición es preciosa, pedagógica y de fácil manejo.

XIII

DE LA MUSICA Y DE LA PAZ

Nuestra música es un retrato de los ancestros con destacados virtuosos mucho antes que surgiesen los gigantes Laudelino Mejías, Rafael María Hernández y José Ramón Aranguren Aparecen más tarde el catire Víctor Durán, Isidro Cañizalez, Rafael Ramón Ruiz y Arturo Terán. La imponente Bienal de Poesía del Ateneo de Escuque, cuya promoción por Telesur en este año hizo sentir la trujillanidad por América y mucho más allá es una prueba definitiva del desarrollo cultural de la región. El Monumento a la Paz en la advocación de Santa María Virgen, gracias a sacrificios y compromisos de Betty Urdaneta de Herrera Campins, Pepita Villegas y Dora Maldonado de Falcón nos ha universalizado, porque de paz y amor fueron los Tratados de Armisticio y de Regularización de la Guerra de 1820, firmados en Trujillo, cuya médula en estos momentos es bandera y pedestal para la solidaridad cuando el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, sirve de mediador en el grave problema social por el cual atraviesa el vecino país colombiano. También nos ha universalizado el doctor José Gregorio Hernández y sus milagros y el maestro José Antonio Abreu con sus ejecutorias y la médula de sus orquestas juveniles e infantiles. Sin embargo aun con todo esto no hemos logrado proyectar hacia realidades ecuménicas a nuestra tierra. Hay algo que los arúspices de siempre señalan como una maldición, que tenemos el deber de erradicar. El reto tiene más de cincuenta años y es necesario buscarle vías propias con soluciones de postín. Lo merece nuestra madre tierra.

(Discurso pronunciado el 3 de octubre de 2007 con motivo del reencuentro de los trujillanos residentes en Caracas, auspiciado por la Asociación Civil de trujillanos (ACITRUJILLO).


Rafael Ramón Castellanos

* http://tupamaro-trujillo.nireblog.com/post/2008/08/15/la-trujillanidad-en-un-libro

* http://www.articlearchives.com/south-america/venezuela/965595-1.html

marzo 20, 2009

RAFAEL RAMÓN CASTELLANOS VILLEGAS


Santa Ana de Trujillo, Estado Trujillo, 7 agosto 1931.

Doctor en Filosofía y Letras, Licenciado en periodismo. Historiador, crítico de literatura, ensayista, y biógrafo. Director del Museo Bolivariano (1959); Primer Secretario Embajada de Venezuela (Encargado de Negocios a.i.) en la República de Paraguay (1959-1962). Cónsul General de Venezuela en Bogotá y Consejero de la Embajada en Colombia (1969-1974). Vice-Decano del Cuerpo Consular de Bogotá (1971-1972); Decano del mismo Cuerpo Consular (1972-1973). Coordinador de Publicaciones de la Presidencia de la República (1975-1979); Secretario Ejecutivo de la Fundación para el Rescate del Acervo Documental venezolano (FUNRES) (1978-1983); Director de Publicaciones de la Presidencia de la República (1980-1984); Comisionado de la Presidencia de la República para asuntos culturales y publicaciones (1993-1994). Asesor de la Presidencia de FOGADE (2004-2005), Asesor del Ministerio del Poder Popular para la Economía Comunal (2007-2009).

Miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua (1995); Academia Nacional de la Historia, Venezuela (1995); Academia Colombiana de Historia (1971). Círculo de Escritores de Venezuela; Academia Hispanoamericana de Letras y Ciencias de Colombia (1972); Sociedad Bolivariana de Colombia; Sociedad Bolivariana de Venezuela; Centro de Historia del Estado Trujillo.

Es Premio Internacional “Gran Mariscal de Ayacucho” por su obra Sucre creador del Derecho Internacional Humanitario (1995) y autor también de Historia del periodismo trujillano (1957), (Mención Honorífica Premio Mario Briceño Iragorry 1958), Relación de un viaje por tierra de los cuicas (1959), Guzmán Blanco íntimo (1969), Páez, peregrino y proscrito (1974), Rufino Blanco Fombona (Ensayo bio - bibliográfico) (1975), La sublevación militar del 7 de abril de 1928 (1978), Historia del seudónimo en Venezuela (1981), Caracas en el centenario del nacimiento del Libertador (1983), Historia de la pulpería en Venezuela (1988), El milagroso médico de los pobres en Isnotú (1991), Caudillismo y nacionalismo (1993), Un hombre con más de seiscientos nombres (Biografía de Rafael Bolívar Coronado) (1993), Los fantasmas vivientes de Miraflores (1994), Para la historia de Ejido de Monay y la llanura interminable y fecunda (1998), Miranda y el Pendón de la patria (2005), Simón Rodríguez, pensador universal y pulpero de Azángaro (2005), Bolívar, el hombre (2006), La Trujillanidad (2008), Simón Rodríguez, las Misiones y el Socialismo del siglo XXI (2008).