mayo 15, 2009

EMPIEZA LA HISTORIA DE SANTA ANA DE TRUJILLO (fragmento)

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No es aún la génesis. El clásico o legalismo imperial, las coordenadas jurídicas de una incipiente legislación de indias, harían sus efectos en las faenas dilatorias de la petición que los jerarcas regionales de la colonización habían puesto en práctica para establecer un condominio de vecinos más mercantilistas que de conciencia cristiana, o puede ser que entremezclando ambas apreciaciones. Así es como después del vaivén de los escritos que van y vuelven, que se anotan y se acotan, un buen día, una feliz fecha, nació otro pueblo de Los Andes. era el 19 de abril de 1953. Emergía de la placenta misma del descubrimiento, como consecuencia de un grande esquema socio -económico, ya lo vimos. La equidistancia engendró el feto que ya se hacía criatura, y qué curiosa coincidencia: el 27 de noviembre de 1820 se abrazan aquí el genuino representante de la grandeza indoamericana y el jefe realista de la expedición pacificadora, justamente en razón de la equisdistancia, por la cual al pregón de los siglos debemos invocar el argumento de que Santa Ana de Trujillo es cielo y tierra de amor y paz. Dotó Dios la región de la privacidad de ser cuzco religioso en la hora de su fundación y cruzco testimonial y libertario en la hora en que nacía la inconmensurable República de Colombia, culto y norma del adalid sin parangones.
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-II-
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Y la historia brinda las satisfacciones de la rectificación cuando el ojo avisor y la paciencia sublime del investigador penetra por entre anaqueles y páginas añejadas de amarillos pálidos. El 26 de julio de 1968, adheridos a un virtual concepto de exactitud, e inspirados en las palabras de investigadores de la gallarda jerarquía nacionalista y de humanismo de don Mario Briceño Iragorry; o de Américo Briceño Valero, infatigable iconoclasta y vencedor de escollos, o del doctor Amílcar Fonseca, recopilador insigne, o de Vicente Dávila, archivero de recia acción y buceo intelectual, o aún oteando la huella de cronistas sin cuento, celebramos el tricentenario del pueblo. Las calles y los senderos estuvieron llenos de voces, alumbrados de ensueño. Amacijos de mieles con miradas de jolgorio y de futuro, hicimos todos los hijos de esta tierra donde respira aromas la voluntad de emprender grandes tareas, y pudimos reencontrarnos desde todos los rumbos de Venezuela, los que no nos habíamos visto nunca a seres que no conocíamos, que nos parecían míticos, porque se habían marchado desde mucho antes que nosotros fuésemos lanzados a la faz del mundo. Fue una fecha de bombos y platillos, de cohetes y trabucos. Se nos reunió en el instante de 24 horas la evocación, el júbilo, la idea creadora, la voluntad, la niñez, la pubertad, la juventud de uno y de todos los hijos de este suelo. Y nos desdoblamos en esperanzas y motivaciones soñadoras. No cabíamos dentro de nuestros propios corazones, pues desde éstos manaba fiebre de felicidad, amancebamiento de divinidad milnochesca con la vida de Santa Ana de Trujillo e idealismo de volverlos concretos vínculos de rehabilitar la opulencia y la grandeza que en algún buen año tuvo el pequeño terrón donde nacimos. Pero recientemente apareció el hombre inflamado de su grandor de maestro en las disciplinas de penetrar por entre los poros, las venas y las arterias de antiguos documentos testamentarios de cuando la luz humana sobre la tierra pare un pueblo. Aquí justamente está con nosotros acompañado de su incansable consorte. Es él Manuel Pinto C. En un artículo hubimos de decir lo siguiente en pasados días: " Y en este año de 1678 nos comprometemos a una nueva conmemoración: Trescientos diez julios y en día 26. Sin embargo, un humilde y casi franciscano historiador, de fibra y condiciones no comunes, Manuel Pinto C., nos coloca en un campo de apreciación de mayor envergadura, y con el cual viene a echar por tierra la tesis de los años que nuestro pueblo había cumplido.
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Manuel Pinto C., quien es un investigador a tiempo, día y noche, en los trescientos sesenta grados de la incursión que se hace de meridiano a meridiano, nos presenta dos documentos que olfateó desde muy lejos como si fuera lebrel de otear rutas de valor inapreciable. El uno es definitivo: Santa Ana de Trujillo se fundó el 19 de abril de 1653. Pero, aún más: Ya desde 1649 los encomenderos de Siquisay, San Jacinto y Burusay habían elucubrado, en rogativas y solicitudes, una como necesidad colectiva de institucionalizar un centro vital para todos. Y el pensamiento cundió y floreció luego en el nacimiento de nuestra pequeña ciudad que ahora celebra tres siglos y un cuarto.
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Dirán algunos que envejecemos el poblado en la suma de quince años sobre los ya vividos, pero rejuvenecemos todos porque la veracidad histórica le quita edad al susurro y a la inexactitud. Ahora estamos más seguros de nuestra íntima historia. Manuel Pinto C., junto a su compañera ideal, diáfana como él, imponente, Maruja de nombre tierno y familiar, nos regaló un camino que conduce al destello solar y por él nos hemos metido todos los santaneros, sin distingos partidistas o mediatizantes, a conquistar para Santa Ana de Trujillo lo que podemos darle todos, unidos, desde el interés colectivo de ser útiles al terrón que nos vio nacer. Luego agregamos: Nos empeñamos no solamente en acudir a una cita con nuestros anales y a una nueva fecha para el terruño que divisó a Bolívar dilatarse hacia lo infinito, al abrazar al contrincante valeroso y rudo. Nos empeñamos, repetimos, en integrarnos en un solo cuerpo de acción todos los que hemos nacido aquí o en sus alrededores o se han asimilado a la patria chica para implementar una circunstancia específica que nos dé mayor ambiente en cuanto a que seamos menos egoístas, menos pobres y más hermanos en la fe y en el amor. Desde ese ángulo celebramos con alborozo colectivo una efemérides más humanizada y más viril para Santa Ana de Trujillo, nuestro pueblo.
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Y así, declaramos a 1978 Año de los trescientos veinte y cinco aniversarios de Santa Ana de Trujillo. Y vamos todos, mancomunados y con altura, a caminar, a caminar con paso seguro y firme hacia la segunda etapa conmemorativa que será el 26 de julio venidero, día de nuestra señora Santa Ana, fecha de festividades patronales que aprovecharemos también para que podamos presentar algunas realizaciones objetivas en cuanto al mejoramiento institucional en los aspectos sociales, políticas y económicas de la región.
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Igualmente para el 27 de noviembre, fecha clásica en nuestros anales, tendremos oportunidad, ya en la tercera etapa aniversaria de los 325 años del pueblo, de demostrar que la unidad de todos, la tolerancia en los ajetreos políticos y la absoluta libertad democrática en que vivimos, avivará la tea del progreso para llevar a Santa Ana de Trujillo hacia mejores y más compactas realizaciones.

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Rafael Ramón Castellanos

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Venezuela ¡qué hermosa eres!
Editorial Lisbona S.A.
Madrid, 1981
ISBN: 8449949750
pág. 210

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