mayo 15, 2009

CORTÉS DE MADARIAGA, TRÁGICO VIAJERO

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Prócer civil de grata memoria entre todos los hispanoamericanos es José Cortés de Madariaga, el famoso canónigo chileno que por azar llegó a nuestras costas y a quien correspondería un papel determinante y magistral en el acontecer histórico de Venezuela. En 1802, regresaba desde España a su país de origen, pero la mar bravía, el barco que se volvió enclenque en la tormenta y el destino solar de este hombre lo colocaron, enfermo y desesperado, a las puertas de La Guaira. Y se quedó. Ya nunca más seguiría el viaje hacia ese lejano pedazo de tierra austral que tanto añoro y en donde había nacido el 8 de julio de 1766.
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El Rey le concede una canonjía en Caracas, y es así como pasa a la historia de la grandeza continental, en ese día epicéntrico de luz libertaria que es el 19 de abril de 1810, y desde esta fecha y esta hora cumpliría imponentes misiones de la patria en ciertos por los caminos del continente, y en especial la que tuvo lugar en Santa Fe de Bogotá al firmar el "Tratado de Alianza y Federación entre Cundinamarca y Venezuela" el 28 de mayo de 1811, como representante de la Junta Suprema de Caracas frente al Jefe del Poder Electoral Constituyente de la otra parte, el eminente tributo Jorge Tadeo Lozano. Luego estuvo al lado en los fulgores del movimiento y en la derrota, pero siempre elevado y notable. Al violarse la capitulación de 1812 es hecho prisionero y "bajo una barra de grillos", junto con otros revolucionarios es enviado a España. Para analizar el desarrollo de este articulo con mayor claridad diremos que entre quienes le acompañan en este desgraciado recorrido figuran los coroneles Juan Pablo Ayala, José Mires, Juan Paz Castillo, Manuel Ruiz y Tomás Montilla, entre otros.
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Más, ya en Ceuta en 1814 encontraron una lámpara de salvación los presidiarios. Dice el laureado historiador Nicolás Perazzo que Thomas Richards, acomodado mercader británico, los ayudó a evadirse de la tétrica fortaleza y "acompañados por los guardianes que facilitaron la evasión del penal, huyeron a Gibraltar, poniéndose al resguardo de la bandera inglesa". Pero la suerte adversa los devolvió a las manos de los verdugos por timidez del gobernante inglés del Peñón; sin embargo el 21 e noviembre de 1815, tras reclamaciones diplomáticas, se les restituye a tierra de bandera inglesa, y por supuesto, a la libertad.
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Cortés de Madariaga se traslada a Jamaica, y allí estaría al lado de la revolución. Recibe correspondencia de Bolívar, pero lo desatiende y lo relega, ya que su búsqueda era la cúspide del mando y el ciclo vital de su existencia le jugó una nota discordante. Quizá nunca creyó que ese hombre habría de ser el Libertador. En 1817 se traslada a la Isla de Margarita y luego induce a varios héroes a la convocatoria y ejecución del Congresillo de Cariaco. "No podría excusarse su actitud disociadora como resultante del apego intransigente a los principios", dice Perazzo. Y por ello fracasó. desde allí marchó a Kingston, donde precariamente vivió tres años, empeñado en faenas revolucionarias. En 1820 esta en Santa Marta, con el corsario Luis Aury, y pasa al servicio del general Mariano montilla, a quien acompaña en la toma de Cartagena en 1821. Mas la salud le traiciona y se refugia, abatido y frustrado en su idealismo, en el pequeño pueblo de pescadores denominado Río Hacha, donde irá"compartiendo la vida simple y dura de los indios de la región". Allí le sorprendería la muerte en marzo de 1826.
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Queremos ahora referirnos a una interesante correspondencia inédita del ínclito prelado dirigida al general Juan P. Ayala, uno de sus compañeros, como ya vimos, en el fatídico año de 1812. La escribió en Rio Hacha el 30 de enero de 1824: "Recordado compañero y antiguo amigo -empieza-, Gracias a dios que su turbada visita ha permitido a V. al cabo de tantos años de silencio notar las preciosas letras conque me ha favorecido con fecha 10 de noviembre último; yo no he dejado nunca de indagar la existencia de V. y durante mi caravana desde el año 20, en que salí de Jamaica para unirme a la expedición del Hacha, he he seguido los pasos de V. y no me han faltado informes de su persona, bien por el conducto del amigo don Ramón mientras corrimos la suerte juntos; y para adelante, por el órgano del Presidente de Montilla y de algunos otros pasajeros procedentes de esa capital. He probado el disgusto de entender la poca salud de V., especialmente con la escasez de la vista, pero al fin me he consolado con la idea de que V. sufre en el seno de su patria y amable familia todavía con fuerzas suficientes para emprender viaje al Norte en la primavera próxima con el designio de curarse ¡Ojalá que V. consiga el objeto para que regrese cuanto antes a casa y lograr yo abrazar a V. y que renovemos el registro de nuestra pasada historia de cárceles y presidios.
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"Pasaré por alto la relación constristante de mis quebrantos posteriores a nuestra separación en Jamaica; perdí a mi padre, hijo, hermano y mejor amigo. Este golpe me ha rendido. Soy un esqueleto ambulante y no he podido resolverme a buscar el suelo patrio temiendo los reveses del tránsito y sin una persona de confianza que me apoye".
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"Pretermido de los hermanos de Colombia, el imperio de las circunstancias me varó en el Hacha; he procurado trasladarme a esa y no han surtido efecto las gestiones que he dirigido al intento: ahora me promete el señor del Toro atenderme, y si lo cumple, mejoraré de situación".
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"¡Qué desengaños, amigo, ofrecen las revoluciones! V. y yo nos hemos acrisolado bastante: partiremos pronto de este mundo al eterno, pero si alguna vez volviéramos a la tierra, estamos bien escarmentados y no es dudoso que resistiremos el suscribir a otra pavana de transformaciones y reformas".
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"Ya sabia el establecimiento de castillo en Guayaquil. Lo considero feliz y desprendido de la guerra. Mires parece que la tiene el Perú y nuestro amigo Ruiz ha hecho bien de meterse en concha y procurase el descanso en las márgenes del Guayrá".
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"Al amigo D. Ramón le hará V. finas expresiones y que le aplaudo la renuncia del gobierno Meridiano, bueno para aspirantes de mando, aunque sea en desiertos y entre breñas".
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"Mucho me ocurre de que tratar a V., pero las calenturas me han debilitado al extremo y no permiten que me extienda: el teatro de Colombia convida a discurrir y celebraría que filosofásemos de silla a silla, para no correr los riesgos de la pluma. Supla V. allá mis sentimientos e infiera cuanto sabe de mi carácter, etc".
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"Me alegra que en su comisión tenga V. por Secretario a nuestro Redentor Richards, a quien escribo con esta propia fecha".
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"Adiós, mi virtuoso y fino amigo. Memorias a las señoritas sus hermanas, sobrinas y resto de familia, con el afecto de todos me acuerdo: les guardo consecuencia y de V. soy siempre su apasionado respetuoso amigo y obediente s.q.s.m.b.,
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Jph. Cortés Madariaga".
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Bien expresa el biógrafo del revoltoso e intransigente caudillo de nuestra libertad y de nuestra independencia que "rodeado de una extrema pobreza que se confundía con la más dolorosa miseria se ignora si expiró a la sombra de uno de esos árboles gigantes de nuestras selvas tropicales o bajo el techo pajizo de la cabaña de uno de aquellos buenos pescadores que solían socorrerlo". Pero al fin: duro recuadro el de su vida, amamantando desilusiones frente al mar siempre azul, siempre viajero, en una espera inútil de la justicia que pidió en sus cartas. La patria de América lo lloraría después con los galardones de póstumos homenajes.
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Rafael Ramón Castellanos
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El Universal, pág. 1-5, Caracas, 11 de julio de 1974
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