septiembre 29, 2009

EDUARDO BARRY BOLIVARIANO ESTADOUNIDENSE DEL SIGLO XIX

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Descubrir a un gran bolivariano y amigo de la causa de los libres, estadounidense y traductor trascendente, es una gran satisfacción, pues que, además, este personaje de nombre Eduardo Barry Cambreleng era un revolucionario, a su manera y dentro de su concepción de lo que sería en el tiempo la revolución industrial. Descubrirlo ahora es una gran suerte, pues que entramos al año 2009 que es el año de la enmienda constitucional y del referendo que nos colocará entre el argumento y la necesidad de alargar en el tiempo y en la acción la rectoría moral que ejerce en el país, en el continente y aun más allá, el comandante Hugo Chávez Frías, líder indiscutible del proceso revolucionario que conmueve a toda la América, por lo que debemos prepararnos con énfasis creador y sustancial para ratificar en el 2012 el apoyo masivo que ha de recibir el proceso revolucionario y socialista al abrigar la necesidad de la continuación al frente de los destinos de la república de este indiscutible líder del pueblo y bienaventurado escultor de la dignidad de los pobres, de los desamparados y de los que siempre han estado a la saga porque son la mayoría infinita de los que creen en el apostolado de Jesús, el Redentor.

Pero volvamos al meollo de la crónica ya que el estadounidense Eduardo Barry, natural del Puerto de la Cruz, en Tenerife, islas Canarias y residente en La Guaira en la víspera del 19 de abril de 1810, pues que era uno más de los comerciantes angloamericanos de la región. Por cierto que en la Gaceta de Caracas, del 9 de abril de 1809 leemos un curioso anuncia relativo a la venta de algunos útiles del hogar y otros enseres, puesto que nuestro personaje pensaba partir hacia otras latitudes, liviano de equipaje y ansioso de secundar cualquier movimiento social de independencia entre las Antillas, el Caribe y los dos grandes océanos. Leamos:

“En la casa de D. Eduardo Barry, (inmediata a la del Sr. Intendente) de este vecindario y comercio, hay porción de muebles y adornos de casa en pinturas finas con sus marcos dorados y cristales; cómodas, tocador y mesas de caoba; escaparates para ropa y papeles, mesas y un escritorio de cedro; espejos, sillas de 3 clases; un baño grande; un reloj de campana con adornos dorados, mármol bronce y guardapolvo de cristal; un Claricordia muy superior; un arpa de resortes; una caja de hierro; una vajilla de china azul inglesa, etc, etc. Las personas que quieran comprar podrán ocurrir a dicha casa”

¿Por qué se marchaba? Asuntos de discrepancias entre otras varias razones, las comerciales por una parte, las sociales por la otra, pero principalmente porque había factores ideológicos de por medio, pues su suegro, el también comerciante Francisco Caballero Sarmiento ya hacía demostraciones palpables de un sometimiento incondicional al Rey de las Españas, cautivo de los franceses, mientras que Barry se inclinaba a favorecer a los criollos que ya desde 1808 estaban tramando un proceso de cambio hacia la independencia de estas provincias.

Pero adelantémonos para luego volver a este episodio. Barry se va a Filadelfia donde continúa sus negocios comerciales y navieros en general y allí reaviva el contacto con unos y los inicia con otros de un grupo de venezolanos que el destino político ha llevado por etapas largas o menguantes, a esa metrópoli, capital política de los Estados Unidos, siendo sus amigos, además de muchos otros suramericanos los venezolanos Manuel García de Sena, Telésforo de Orea, Juan Vicente Bolívar, Manuel Palacio Fajardo, José Rafael Revenga, Pedro Gual, Juan Germán Roscio, Mariano Montilla, Lino de Clemente y Juan Paz del Castillo, todos y cada uno figuras ejemplares de principalísima acción creativa en el proceso independentista de Venezuela. Además son parte del grupo que ha sido calificado por el investigador Pedro Grases como El Círculo de Filadelfia al cual ha estado vinculado el periodista, editor, dueño del semanario La Aurora, el coronel estadounidense William Duane, apoyo y sostén del ideario independentista de los suramericanos y autor de un famoso libro relativo a sus experiencias por la América de Sur, titulado Viaje a la Gran Colombia en los años 1822-1823, impreso en inglés en Filadelfia en 1826 por Thomas H. Palmer. Este factor “de emigrados hispanoamericanos constituía un núcleo importantísimo en los medios sociales, políticos y diplomáticos de la gran ciudad norteamericana”[1]

Eduardo Barry que, es además buen conocedor de los clásicos griegos y latinos domina el inglés, el castellano y el francés y se ha especializado en traducir obras determinantes en algunos aspectos de la sociología política, además de ser Venerable Maestro masón, por ello pone los ojos en un texto interesantísimo, el Espíritu del despotismo que es una obra trascendente que se había escrito y publicado en Londres en 1795 durante la guerra de Inglaterra contra Francia, pero de la cual circularon apenas muy pocos ejemplares, pues se perseguía cruelmente a quien lo leyera o lo poseyera. Posiblemente a mediados de 1820 aparece una nueva edición, también en inglés, en la cual se lee “que llegó el tiempo ya de someterla a la inspección del pueblo británico; pero la necesidad exige que el autor y los motivos que le impidieron su publicación en aquel tiempo queden aun desconocidos… Londres, febrero 3 de 1821”.

Eduardo Barry toma un ejemplar e inmediatamente se dedica a vertirlo al español, mientras sus amigos venezolanos ya han alcanzado el 24 de junio de 1821 la ansiada independencia con el triunfo de las armas de la libertad en el campo de Carabobo, Dedica la traducción en esta forma: “Al Excelentísimo señor Don Simón Bolívar, Presidente de la República de Colombia. “¿Qué mejor protección puede implorar este humilde esfuerzo que la de aquel hombre magnánimo que ha contribuido en tan alto grado a la felicidad de una porción tan considerable de la raza humana?

“Cuando los habitantes de Venezuela, agobiados del peso de la tiranía y opresión, sólo esperaban un caudillo que les guiase a la victoria Vos como un Ángel tutelar aparecisteis y rompisteis las cadenas que forjó el castellano orgulloso. Delante de vuestra espada triunfante huyó el DESPOTISMO, y al fin resplandeció el Sol de la LIBERTAD y esparció sus rayos benéficos por la REPUBLICA DE COLOMBIA.

“¡Guerrero valiente! ¡Conquistador generoso! Completad la gloriosa obra que habéis emprendido, difundid la sabiduría y las luces por el SUELO COLOMBIANO; enseñad a sus ciudadanos que EL HOMBRE nació libre e igual a los ojos de DIOS; entonces cuando se concluya vuestra carrera mortal descenderéis a la tumba, colmado de las bendiciones de TODOS LOS VIRTUOSOS del género humano; pero viviréis eternamente en los corazones de los millones que sacasteis de la opresión y esclavitud; y los padres mostrando a sus hijos el sepulcro donde reposan vuestras cenizas, regándolo con lagrimas de amor y de reconocimiento exclamarán AQUÍ YACE NUESTRO PADRE EL LIBERTADOR DE COLOMBIA, EL RESTAURADOR DE NUESTROS DERECHOS”.

El texto del Espíritu de despotismo es una denuncia sobre la educación, los modales, el aborrecimiento a la independencia y a la libertad. Allí se hace juicios sobre la venalidad de la imprenta, las invectivas usadas contra la filosofía, la razón y la lealtad porque “el espíritu despótico se inclina a desanimar el comercio como opuesto a sus intentos, se despliega en la vida privada y desde allí se apodera de la iglesia y de los militares y es inclinado a aprovecharse de los espías delatores, testigos falsos, conspiraciones supuestas y asociaciones interesadas de patriotismo afectado”. Esto entre muchos otros aspectos que bien justifican por qué el traductor le dedicó a nuestro Libertador este libro famoso en los anales de la lucha contra la tiranía.

Manifiesta Hernández González que “Esa petición que Barry hacía a Bolívar de difundir la sabiduría y las luces por el suelo colombiano, para de esa forma enseñar a sus ciudadanos de que el hombre nació libre e igual ante los ojos de Dios, está plenamente relacionada con el carácter universalista e hispanoamericanista de su propuesta. Difundir los ideales del hombre nuevo, las nuevas concepciones de la ética y la praxis personal están implícitos en su pensamiento. Desde esa perspectiva, los postulados masónicos ocupan un lugar trascendental dentro de ese papel que Barry desarrolla desde Filadelfia.[2]

Ningún biógrafo del Libertador ha estudiado este libro y el impacto que pudo haber causado al Grande Hombre, pero se ha dicho que la primera edición en inglés del año 1795 fue estudiada y analizada por el gran patriota doctor Juan Germán Roscio quien publicara también en Filadelfia su obra consagratoria El triunfo de la Libertad sobre el Despotismo en la confesión de un pecador arrepentido de sus errores políticos y dedicada a desagraviar en esta parte a la religión ofendida con el sistema de la tiranía. Su autor J. G. R., ciudadano de Venezuela en la América del Sur. Filadelfia, en la imprenta Thomas H. Palmer, 1817, 406 p.

Desde el punto de vista de lo intelectual su biógrafo, el historiador canario Manuel Hernández González, expresa en un denso trabajo de investigación que ha dado luces sobre Eduardo Barry que “No tenemos conocimiento de las actividades de Eduardo Barry en los años anteriores a 1822. Pero es a partir de ese año cuando comienza su actividad editora. En ese año publica en castellano cuatro importantes obras cuyo interés esencial es su proyección hacia la América insurgente. Barry es consciente del papel que desempeña un centro cultural y económico de la talla del de Filadelfia como difusor de las nuevas ideas. Apuesta claramente por él. Dos de los trabajos que imprime son obras relacionadas con la masonería.

“Su obra más significativa y que ejemplifica las claves de su pensamiento y su fe en los cambios revolucionarios que estaban aconteciendo en las nuevas repúblicas es su traducción de una obra impresa clandestinamente en Inglaterra. Nos referimos a El espíritu del despotismo, un tratado liberal radical en el que pone la primacía del poder civil, la libertad de imprenta como principio indiscutible del régimen liberal y se desacredita el sistema parlamentario inglés abogando por un activo republicanismo.

“Obra de clara influencia roussoniana, en la que se enjuicia al hombre civilizado como consecuencia directa de su educación, propugna un activo protagonismo de las clases bajas y medias en el parlamento. Se invoca su activa participación en la lucha por el poder, para así obstaculizar la opulencia de los ricos, que por su avaricia y boato cercenan el desarrollo del progreso material de los pueblos y coartan el bienestar que proporciona el comercio. Demuestra el carácter democrático y pactista de un Barry partidario de la profundización de la revolución burguesa, incorporando al proceso político a las clases intermedias y bajas de la sociedad. Encabeza la obra la cita de Erasmo: Las riquezas están acompañadas del lujo, y el lujo termina en el despotismo.[3]

Pero su proyección hacia el mundo suramericano como bien lo asienta Hernández, González no es un azar, ni una mera inquietud pasajera en Eduardo Barry, quien sentía como suya la América hispánica, ni es exclusivamente de carácter político e ideológico esta pasión, pues también tradujo la novela El solitario o el misterioso del monte, del francés Charles Victor Prevot, la cual vierte del inglés en 1821, ya que la obra apareció en francés, idioma de origen del autor. Más apunta su biógrafo lo siguiente:

“Su labor difusora de las nuevas ideas en la América española continuó. Fruto de ello es su traducción al español de la obra de David Ramsay La vida de Jorge Washington comandante en jefe de los ejércitos de los Estados Unidos, en la guerra que estableció su independencia, su primer presidente, impresa en Filadelfia en 1826. Las intenciones de Barry en este sentido son notorias, difundir entre los hispanoamericanos el prototipo más significativo de una concepción del mundo nueva, de una fuente de moralidad de la que emanaba el modelo del guerrero, del político y del ciudadano de una nación nueva que se liberaba de las trabas del colonialismo.

“La exaltación de los valores morales y éticos de la vida republicana norteamericana, considerada como un modelo a imitar por la América española insurgente, es el objetivo de Barry al traducir y al difundir entre los lectores de habla española una obra apologética del más certero exponente de la primera revolución americana triunfante, un personaje cuyo paralelismo con Simón Bolívar es nítido en las intenciones del canario.

“El intento de plasmar y estimular las ideas revolucionarias republicanas de los Estados Unidos en la América española es una idea que se puede apreciar en toda. La obra de Barry. Incluso sus libros sobre la masonería, como más adelante veremos, tratan de servir de cobertura a esos conceptos ideológicos.”[4]

Esta pasión de Barry por la libertad de los pueblos del sur del continente le abre las puertas del mundo consular y diplomático y es así como después del 17 de septiembre de 1822, fecha en la cual los Estado Unidos reconocen la independencia de la República de Colombia, o la Gran Colombia, éste país designa al escritor y político José María Salazar como su Primer Enviado Extraordinario y Plenipotenciario ante la nación del Norte, suceso que tiene lugar el 18 de agosto de 1823, fecha en la cual ya se desempeñaba Eduardo Barry “como agente del Gobierno de Colombia en los Estados de Pensylvania, Delaware y parte occidental de Nueva Jersey, posición que le ratifica Salazar. A este efecto Hernández González apunta lo siguiente “A partir de esas fechas Eduardo Barry desarrolla una activa labor mercantil, ideológica y política encaminada a mejorar las relaciones comerciales entre los Estados Unidos y la Gran Colombia y a consolidar políticamente un país envuelto todavía en una guerra contra su antigua metrópoli. Desde esa perspectiva firma contratos con empresarios norteamericanos para suministrar armamentos a Colombia y desarrolla una labor diplomática conducente al afianzamiento de la causa independentista en Norteamérica. John Hamilton, cónsul de la Gran Colombia en Baltimore, lo calificaría en 1825 como el celoso, el activo e inteligente agente en Filadelfia. Barry le manifestó a su salida de los Estados Unidos sobre el grave problema del contrabando en la Gran Colombia que sabía positivamente que la introducción ilícita se llevaba hasta en grado vergonzoso en muchos puertos de Colombia, y particularmente en Portocabello”.[5]

Por este año de 1823 Barry mantenía su firma comercial en Filadelfia y, por ende, con relaciones de este tipo con la firma Barry &. Co., de La Guaira, una sociedad mercantil de su hermano Juan, que ahora era John M. Barry, con William Thomas. Manifiesta la historiadora venezolana Catalina Banko que aquel Eduardo Barry “cumplía hasta 1825 la función de agente comercial de Colombia en los Estados Unidos y se encargaba de otorgar los certificados correspondientes a todos los que efectuaran negociaciones con la República de Colombia”[6] según la relación de agentes comerciales de Colombia que publicó en Bogotá el 30 de noviembre de 1825 el periódico El Colombiano,[7] pero tenemos entendido, según veremos en otro aporte que aun estaba en esas funciones en 1826, año éste en que su hermano John liquida su negocio en Caracas y se reintegra al seno familiar en Filadelfia, quedándose su socio William Thomas en el puerto litoralense, donde aun estaba en 1828. [8]

Barry cumplió una delicada y fecunda misión al lado del eminente periodista y hombre de ideas muy avanzadas, el representante de Colombia ante el pueblo y gobierno de Estados Unidos, José María Salazar y creemos que aun estaba a su lado y con él en la actividad consular para 1828, pues el Ministro Plenipotenciario, sin hablar de su subalterno, le escribe al Libertador lo siguiente: “He acabado mis Memorias Colombianas y otras bagatelas literarias que tengo listas para la prensa (en las cuales sin hablar mal de nadie, hago honor a quien lo merece) temo que queden en el tintero por falta de fondos. No sucederá así con un folleto que he dado a la imprenta sobre nuestras reformas políticas (en español y en inglés) y que enviaré a usted en la primera ocasión. Le ha sido favorable el juicio de los literatos, mas temo la censura de mis compatriotas”. [9]

Salazar le coloca a esta carta una curiosa posdata: “En dicho folleto he procurado conciliar los extremos con un medio prudente para establecer un gobierno sólido y verdaderamente nacional, libre de pormenores, único arbitrio que me parece practicable en el estado actual de la opinión pública para impedir la Federación de Estados Soberanos”,[10] lo que interpretamos como que para evitar la desmembración de la Gran Colombia.

Hay un detalle de notoria importancia en otra correspondencia del mismo Salazar para el Libertador, fechada a 11 de octubre de 1828, sin que olvidemos que el atentado infame de la oligarquía colombiana y del general Francisco de Paula Santander contra el Padre de la Patria se había sucedido apenas quince días antes, el 25 de septiembre. Leamos: “Sigue por contraste al anterior, un asuntillo desagradable que verá V. E. en el adjunto artículo tomado del Morning Courier de Nueva York, y que se ha repetido en otros diarios. Desde que las prensas de los Estados Unidos, pasando de amigos a hostiles, están insultando a Colombia desde la Florida hasta Maine, me ha parecido que opiniones de formas de gobierno, cargos vagos, y gratuitas aserciones, sin prueba, e inventivas sin moderación y sin decoro, solamente aplaudidas por la maligna propensión del hombre a divertirse con la calumnia de que no es objeto, no merecían otra respuesta qu el desprecio con pocas excepciones.

“Así fue que sólo un artículo que escribí en Washington, con el Doctor Thornton, amigo de Colombia y de V. E. y otro que di en la principal gaceta de Baltimore, constante amiga nuestra, y que estará en esa Secretaría, no he tomado la pena de estar contestando tonterías e insultos groseros, de que así el Presidente como también el Vicepresidente de Colombia, (considerado su antagonista político) han sido alternativamente objetos principales.

“Cuando Adams y Jackson han sido tratados como delincuentes por los más insolentes libelos, cuando los escritores públicos les han reprochado en una especie de guerra a muerte, y de mutua retaliación, acciones que si fueran ciertas, más los harían merecedores de un presidio que de la silla presidencial, ¿qué mucho, he dicho que los Magistrados de Colombia sean tratados del mismo modo?[11]

Pero volvamos a Eduardo Barry, porque esa traducción del ensayo de Salazar tiene relación directa entre ambos personajes. El historiador Hernández González anota que “José María Salazar publicó en 1828 en Filadelfia en castellano sus Observaciones sobre las Reformas Políticas de Colombia. En esta obra de 31 páginas se recogen las opiniones del embajador colombiano sobre la situación política de la Gran Colombia y se aboga por una república federal, en la que sea condición indispensable la integridad del territorio. La idea central de Salazar en esta obra es la de consolidar un sistema político que armonice el vigor y la dignidad del centralismo político y los principios liberales del federalismo, que garantice las libertades de prensa y expresión y que restrinja los poderes del ejército, desterrando el poder autoritario que caracteriza una etapa en la que era necesaria esa unidad para derrotar al enemigo.

“Admiración por las fórmulas liberales, federales y republicanas de los Estados Unidos a los que siempre estima como el único ejemplo a imitar, el único modelo desde el que se debe proyectar los nuevos estados independientes; pero conciente también de las diferencias y de no uniformizar e imitar miméticamente ese modelo en sociedades y ámbitos geográficos netamente diferenciados. Ese propósito plasmado por José María Salazar en su obra destinada a sus compatriotas en un momento decisivo para el porvenir de la frustrada Gran Colombia es el mismo que le lleva simultáneamente a Eduardo Barry al traducir al inglés directamente del manuscrito las observaciones de Salazar. Difundir entre los norteamericanos ese punto de vista sobre los problemas por los que atravesaba la Gran Colombia y las vías políticas que estimaba correctas para solucionarlos con la inspiración de la experiencia federalista y republicana norteamericana fue la motivación de la que bebió la traducción de Barry.

“La completa asunción y compromiso de Barry con los ideales políticos de la Gran Colombia se tradujo en su vida cotidiana en graves problemas personales y económicos. Buena prueba de ello fue el haberse convertido en 1825 en fiador del cónsul colombiano en Baltimore, Juan Gualberto Ortega, por la elevadísima cantidad de 5.000 dólares cuando éste tuvo un incidente con Hilario Rivas y Salmón, encargado de Negocios de España, al que asaltó en una sombrerería. Al huir del país el inculpado, Barry debía de satisfacer ese dinero. Él mismo confiesa que su fianza la efectuó en honor del gobierno al que representa, pues Ortega era un desconocido para mí fuera de su cargo oficial. El sacrificio no fue hecho por lo tanto por amistad sino porque se concibió como una obligación. Ante la imposibilidad de hacer frente el pago de tan elevada suma, Salazar solicita el 1 de mayo de 1826, mediante carta al secretario de Estado, Henry Clay, que se paralice la obligación del pago de tal suma. En ese escrito expone como origen de esta embarazosa situación que su celo por lo que creyó servicio de Colombia lo haya comprometido. Considera convincente la solicitud de Barry por las razones que expresa, su notoria honradez, el empleo que ejerce, la circunstancia de estar ligado con una de las principales familias de Filadelfia y el triste estado de su fortuna. Desconocemos qué respuesta obtuvo Barry, pero el incidente es un certero exponente de las ideas y las penurias por las que atravesaba en esas fechas y que le llevaron años más tarde a abandonar Filadelfia y dejar al parecer de forma definitiva sus empresas comerciales”.[12]

Además, Barry ha venido siendo un difusor de las ideas bolivarianas en los Estado Unidos. Hernández González lo proyecta en este orden, aunque es de notar que como buen canario, nacionalista, no acepta que su biografiado sea de los Estado Unidos y en todo momento lo rescata como paisano y súbdito en el gran archipiélago del Teide. Veamos otra manifestación sobre el asunto:

“Esas fuentes liberales y masónicas contribuyeron a afianzar en Eduardo Barry ese concepto filantrópico y cosmopolita que explica su solidaridad y su militancia en pro de la emancipación de la América española, seducido por lo que de consagración de las nuevas ideas y de victoria de la revolución liberal suponía a los ojos de sus contemporáneos la independencia de la América española frente al yugo colonial español. Es esa atmósfera revolucionaria que Bolívar y los libertadores americanos supieron infundir en liberales como Barry que veían en la América insurgente el portaestandarte de las nuevas ideas frente al absolutismo del Antiguo Régimen que parecía delatar el colonialismo español.

“Dos son las obras que Barry publica en español en Filadelfia referentes a la masonería. Ambas fueron editadas en 1822 en la misma imprenta, la de H. C. Carey e I. Lean. Las dos responden a una misma finalidad, servir de vehículo de difusión de las ideas masónicas en la América española. La primera de ellas, Jachin y Boaz o una llave auténtica para la puerta de Francmasonería tanto antigua como moderna..., la atribuye a un supuesto caballero de la Logia de Jerusalén. La segunda, editada en dos tomos, es una traducción de la obra de Samuel Cole La Librería Masónica, general Ahiman Rezon; conteniendo principios de Francmasonería especulativa y operativa, religiosa y moral. Compilada de los escritos de los autores más aprobados con notas y observaciones casuales.

El propósito de Eduardo Barry al dar a la luz estas obras, como él mismo dice en la portada de Jachin y Boaz, es el de brindar una obra que recopile los postulados de la masonería a través de su historia, calculada no solamente para la instrucción de todo masón nuevamente hecho; pero también para la información de todos los que quisieren entrar en la hermandad. Barry confiesa que la intención que le motiva al abordar esta empresa es el respeto que profesa a la sociedad y al público en general, dándoles la posibilidad de adentrarse en sus secretos una oportunidad de reflexionar bien las ventajas y perjuicios que las obligaciones y juramentos que les ligan.”[13]

Eduardo Barry es pues un patriota, un revolucionario que se abraza a las ideas de un grupo grande de nuestros máximos dirigentes durante los antecedentes, en la guerra de la independencia y en la constitución de la Gran Colombia. Concluyamos con otra manifestación de Hernández González:

“El objetivo de Barry con estas dos obras es fundamentalmente divulgativo. Pretende difundir las ideas masónicas acercándoles el gran público, para desmitificar su leyenda negra que se había desarrollado a partir de la promulgación en 1738 por Clemente XII de la bula In Eminenti que las condenaba. Las ideas masónicas representaban una moral y una filantropía nueva, un instrumento para extenderla en aquellos momentos en el mundo occidental en oposición al absolutismo que de una manera u otra era simbolizado por Fernando VII y la continuidad de la dependencia colonial española.

El contenido didáctico del texto nos muestra el interés primordial de Barry, acercar al mundo hispánico, y en particular a la América española, a las nuevas corrientes de pensamiento, desmitificándolas y haciéndolas comprensibles. Frente al vacío y a la manipulación interesada que ofrece el desconocimiento, Barry toma partido por la pedagogía y por la divulgación para tratar de acercarse a los hispanoamericanos, a los principios masónicos. Era una respuesta al carácter oscuro y demoníaco con que había sido vista la masonería en América española hasta la fecha, un ataque frontal, desde la explicación sencilla y rigurosa de sus principios y finalidades.

“La finalidad didáctica de Barry debe interpretarse en la globalidad de su pensamiento. La difusión de la masonería es un elemento de vital importancia para la penetración de las nuevas ideas liberales en las naciones emergentes de la América española. Contribuye a exportar hacia los nuevos países el mensaje de una revolución atlántica, un elemento fundamental de los nuevos cauces de expresión ideológica y social que estaban en los principios de la Revolución Norteamericana y de los que Barry se convierte en un divulgador.

“Dentro de esa divulgación, destaca la preocupación de Barry por explicar los aspectos simbólicos de la masonería y sus principios básicos, tales como la logia o el templo. De la descripción pormenorizada de todas las insignias y figuras emblemáticas de la masonería desde los dos pilares, nombrados Jachin y Boaz, el primero significando fuerza, y el segundo de establecer en el Señor.

Los numerosos dibujos que ilustran la obra explicitan también esa finalidad. En ella, como en Cabral de Noroña, se plasma la intención del autor, no detenerse en los orígenes míticos y sí abordar su finalidad práctica. Por eso en su primera parte, cuando habla del origen de la masonería, especifica que se dice haber dimanado de un cierto número de personas que formaron una resolución de reedificar el templo de Salomón. Esto aparece de la historia de la orden al tiempo de hacer un masón”. Pero seguidamente afirma que “me inclino a creer que el principal intento del establecimiento es el de enmendar el corazón, informar la mente, y promover las virtudes sociales y morales de la humanidad, decencia y buen orden, lo más posible, en el mundo, y algunos de los emblemas de Francmasones confirman esta opinión, tales como el compás, la regla, el Cuadro, etc.

¿Cuál fue la proyección de la obra de Barry en Hispanoamérica? Es para nosotros una pregunta difícil de responder. La historia de la masonería en la América española, como ha estudiado el profesor Ferrer Benimeli, ha sido claramente instrumentalizada. Los tópicos y las tergiversaciones a menudo nos muestran una notable confusión entre las sociedades secretas cuya finalidad era la independencia nacional, apoyándose únicamente en sus formas externas, y la masonería propiamente dicha. Sólo futuros estudios con más rigor científico podrían ir profundizando en su alcance real.

Nosotros pensamos, y es una hipótesis solamente, expresada exclusivamente por indicios de la vida de Eduardo Barry, que la desazón ante la marcha de los acontecimientos fue un hecho que motivó su retirada de las actividades diplomáticas. Sucesos tan negativos como los anteriormente relatados con la traición del agente consular colombiano de Baltimore tuvieron necesariamente que influir en su definitiva separación de las mismas en torno a 1829-1830. Pensamos a la luz de sus proyectos y de sus realizaciones cómo los mismos no fueron confirmados en la evolución política de la Gran Colombia tras el fracaso del Congreso de Panamá de 1826. El Bolívar en el que puso sus esperanzas de revolución social y cultural en 1822 quizás distaba bastante del que más tarde ejercería el poder en la América triunfante frente al colonialismo español. La postura crítica y restrictiva de Bolívar frente a un régimen liberal democrático o frente a la masonería así lo podrían explicitar. [14]

No podemos soslayar que esto último es un juicio de Hernández González comprometido con su forma de ver ciertos acontecimientos sin observar el trasfondo y la influencia que después ejercieron para bien como en el caso del Congreso Anfitriónico de Panamá y para mal en lo atinente a la separación de Nueva Granada Ecuador y Venezuela. Mas, es satisfactorio haber encontrado a Eduardo Barry como un defensor de la independencia, de la libertad y, ante todo, un amigo estadounidense de Simón Bolívar, el Libertador.

[1] GRASES, Pedro. Obras. Caracas, tomo 3. pp. 281, 444.
[2] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel. p. 354
[3] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Manuel Masonería norteamericana y emancipación en Hisponoamérica: la obra del canario Eduardo Barry. En: Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las palmas, 1991. No. 37. p. 348
[4] Ídem. pp. 350-351
[5] Ídem. p. 350
[6] BANKO, Catalina. El capital comercial en La Guaira y Caracas (1821-1848). Caracas : Academia Nacional de la Historia. Serie “Fuentes para la historia republicana”, 1990. p. 415
[7] Ídem. p. 353.
[8] Ídem. p. 430.
[9] O´LEARY, Daniel Florenciao. Momorias del General… Caracas : Ministerio de la Defensa, 1981. tomo 9. p. 419
[10] Ídem. p. 421
[11] Ídem. p. 421.
[12] HERNÁNDEZ GONZÁLEZ. Op. Cit. p. 352-353
[13] Ídem. p. 356.
[14] Ídem. pp. 359-360.

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Rafael Ramón Castellanos
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