marzo 21, 2009

LA TRUJILLANIDAD

I

LA GÉNESIS


Todo argumento tiene un antecedente, la formalidad de origen, el entorno en que afinca su existencia y ello es lo que nos aproxima a buscar la génesis de la trujillanidad, mucho más allá de la conquista y de la siembra de nuevas maneras de actuar y de vivir.

Para interpretar lo medular del anteayer remoto es bueno fijar un poco la mirada en dos factores que han sido denominados, definitivamente, La Leyenda Negra uno y La Leyenda Dorada el otro. Aquella ni ésta serán lo mejor y hacernos a las ecuaciones y a los resultados sobre incógnitas que fueron mal despejadas, no es el pálpito que adorna nuestra tarea en estos momentos.

He dicho el anteayer remoto porque el ayer, también lejano, nos acerca en el tiempo a circunstancias tan propias de nuestras idiosincrasia, pues que el ancestro nos trae a la memoria al maestro insigne, lingüista, antropólogo e historiador Rafael María Urrecheaga de la Torre, quien desde muy joven se empeñó en rescatar la esencia filosófica y profunda de la concepción idiomática de nuestros indígenas Cuicas, y no solamente en el estudio de la palabra autóctona, sino que vertió al castellano algunas piezas solemnes de esa cultura; lamentablemente se perdieron muchísimos de esos escritos y otros, sin intención aviesa en representación alguna, pasaron a formar parte de lo que le atribuyeron otros distinguidos trujillanos al doctor Amilcar Fonseca y que ha pasado como de éste por error de apreciación del recopilador. Urrecheaga recorrió todo el territorio que hoy forma nuestro Estado y con la descendencia de aquellos pobladores vernáculos trató, transcribió leyendas y tradiciones y definió a la gran etnia conformada con los Tostoses, Escuqueyes, Vitoráes, Carachys, Cumbes, Jirajaras, Siquisayes, Burbusayes, Visupites, Pitijoques, Boconoes, Guandaes, y logró el benemérito etnólogo recoger nombres propios de caciques como Busebi, Castán, Carachy, Pitajay, Bumbás, de cuya resolución, valor, reciedad y amor a la tierra que ocupaban y les correspondía, han hablado mucho los cronistas, aunque después no nos hayamos detenido, de verdad a penetrar en cuantos ángulos tuvo el caciquismo indígena, necesario y obligante y qué fue después el caudillismo regional, el cual desvirtuó luego aquellos postulados del aborigen, aunque heredó las guerras entre hermanos, fruto nefasto en el siglo XIX y comienzos del siglo XX, la pasión política y religiosa que también fue parte de los razonamientos del colonizador, del conquistador, del encomendero feroz y del avaro de tierras ejidales y aun de aquellas de los repartimientos indígenas que las Leyes de Indias dispusieron y garantizaron.

Amilcar Fonseca y sus hijos
II
EL DORADO Y LOS ENCOMENDEROS

Volvamos atrás. Los distribuirían en encomiendas, les cristianizarían los nombres y les quemarían sus ídolos y sus templos paganos, y aun en el siglo XVIII continuarían estas prácticas destructivas del ancestro con aquellos procesos de idolatría, superstición y brujería que amalgamaron luego el néctar de una lección de historia desacreditante por el sentido extraño que le dieron los cronistas, sin reconocer la cosmogonía de nuestros ancestros naturales, aunque despertó el mojanero con todo el emporio de misterios sublimes y politeístas en exceso, el cual se encompincharía con lo que trajeron los mandingas, desde el África, incorporados al sufrimiento esclavista y allí se empató el mito en cuanto a que se trataba de pueblos bárbaros.

A todos, indistintamente, domesticados a fuerza de represión, ya indios, negros, zambos o mulatos los metieron en la esclavitud severa dentro del ajeno latifundio, porque este se formó de usurpaciones, y allí aplicaron el tratamiento más espantoso como bien lo explico en el libro Historia del Ejido de Monay y de la llanura infinita cuando hablo de El Dorado en nuestras tierras bajas y de las bestiales torturas a que sometieron los criollos al famoso Cacique don Gaspar, de los predios de doña Jerónima Salido de la Parra, viuda del sargento mayor Rodrigo de Azuaje Saavedra, allá por 1675. Es necesario pensar en lo que fue el Mayorazgo de Cornieles con una dimensión apenas menor que las tres cuartas partes de lo que hoy es nuestro Estado.

III
CULTURA Y LUCES FILOSOFÍA

Aun más, mientras objetamos estos episodios y sucesos a la par tenemos que penetrar en otro camino como es el de la cultura que, extraña, encarnaría en el alma de lo autóctono, con miras a desaparecerlo, pero que se quedó en la vigencia, realmente apostólica y cristiana, con casos como el del décimo tercer obispo de Caracas y Venezuela, Fray Alonso de Briceño, franciscano, chileno de origen, teólogo, filósofo, escritor y maestro, bien calificado en su tiempo, 1587-1668, como el segundo Escoto, aquel pensador inglés, esencial y pragmático, beatificado setecientos años después, en 1993, el cual es tesis y antítesis, que es como decir lo superlativo en la hegemonía de los presocráticos para avanzar entre Sócrates, Platón y Aristóteles sobre el rumbo del meollo de la sabiduría pagana hacia la racionalidad. En Trujillo donde ejerció su alta dignidad y su apostolado, quizás debe haber conformado sus patéticas y admirables Diputaciones Metafísicas y allí entregó su espíritu al Supremo, pues de nada valieron la medicina indígena con el menjurje de sumo de mastuerzo, ni las palomas abiertas por el vientre y aun vivas sobre su estómago, absolutamente nada dio resultado, como tampoco una serie de ídolos indígenas que luego de su muerte encontraron bajo el colchón y que allí había colocado uno de sus más fieles indiecitos, natural de una parcialidad autóctona de Monay, donde fué frecuente la participación del gran estudioso.

Su reemplazante fue también filósofo y humanista en toda la compleja definición de la palabra y se estableció en Trujillo por azar del destino, en donde como religioso dominico difundió el pensamiento social de entonces. Se trata de Fray Antonio González de Acuña, el mismo que dejó para la biblioteca del Seminario, luego Universidad de Caracas, nada más y nada menos que la más grande colección de libros jamás vista hasta entonces en toda la América: treinta mil volúmenes.

Desde entonces hemos tenido altos representantes de la dignidad eclesiástica y apenas aludimos ahora al padre Nicolás José Montilla y Valera, de los fundadores de Motatán en 1801; al legislador y congresante de 1811, presbítero doctor Luís Ignacio Mendoza, al fraile franciscano Ignacio Álvarez “cerebro y nervio de la independencia en Trujillo”; al orador y pensador presbítero doctor Miguel Ignacio Urdaneta; al maestro, filántropo y pensador monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno; al bravo periodista, educador y obispo Miguel Antonio Mejía; al notable revolucionario y también obispo monseñor Enrique María Dubuc; al maravilloso pastor monseñor Etanislao Carrillo, al manso consejero monseñor Vicente Valera Márquez, a todos los obispos de la Diócesis y especialmente a monseñor doctor Vicente Hernández Peña; al historiador y periodista, presbítero Juan de Dios Andrade y no es posible pasar por alto al padre José Tadeo Montilla, oficial activo del ejército realista y sumado a las ideas monárquicas desde cuando estalló la luz libertaria en 1810 hasta haber sido feroz combatiente en Nueva Granada como capitán activo y más tarde Capellán del temible Batallón Valencey.

Rafael Montilla

IV

CERÁMICA Y POESÍA ABORÍGENES

En pasados años dijimos que el hombre aborigen representa a sus Caciques como deidades, incólumes, desde los ancestrales orígenes. Tomamos un concepto de Fustel de Coulange en cuanto a las civilizaciones europeas y lo aplicamos entre nosotros en los referente a que “el fundador era el hombre que consumaba el acto religioso sin el cual no podía existir la ciudad, era él quien colocaba el hogar donde había de arder eternamente el fuego sagrado, era él quien con sus oraciones y sus gritos llamaba a los dioses y los asociaba por siempre a la nueva ciudad”. ¿No es acaso la misma simbiosis de nuestros Cuicas? El jefe de la familia era el dirigente máximo en todos los órdenes en esa sociología europea y nuestro hombre indígena se manifiesta como factor principal en el Cacique, en el Piache y aun en el Moján. El citado Amílcar Fonseca asevera, con palabras del mismo Rafael María Urrecheaga, que “la cerámica Cuicas no delata la adoración de ríos, montes o plantas, animales y piedras, pero si constituye el recuerdo de los antepasados y el homenaje a la muerte… los cacharros Cuicas son, como las momias del Perú, un historial de sucesos imborrables que reverenciarían las familias o habrían interesado a la tribu”.

Ahora bien, la conquista y la colonización que destruyeron gran parte del potencial vernáculo y que humillaron las tradiciones religiosas y el culto a los antepasados, practicado por nuestros primitivos habitantes, tuvo sus aristas positivas: trajo con la cruz, con la lengua castiza y con otras costumbres, una amalgama de conocimientos novedosos, lo cual se suma a la cultura original y telúrica y así mancomunadas, forman parte del “siglo de la ilustración” en donde la cátedra trujillana se dejó sentir en la propia tierra y aun en Caracas donde muchos años después, en 1793, en la Universidad, dos actos literarios y de medular conformación de magnitud humanista consagran al maestro don Cristóbal Hurtado de Mendoza, quien ratifica sus orígenes y sus ancestros.

Laudelino Mejías




Monseñor Etanislao Carrillo


V

MARIO BRICEÑO IRAGORRY


Dentro de esta estructura podemos meditar lo que expresa el ya citado Fustel de Coulange en cuanto a que “las instituciones políticas de la ciudad, nacieron con la ciudad misma el mismo día que ella: cada miembro de la ciudad las llevaba en sí misma, pues se encontraban en germen en las creencias y en la religión de cada hombre”.

Sin menoscabo de otro género de pensamientos sobre el fundamento que predicamos es que planteamos un razonamiento en cuanto a que fue consagratorio también el aporte foráneo desde los albores de la “ciudad portátil”, viajera de fundaciones y refundaciones en el maravilloso espacio geográfico de llanos, montañas, serranías y valles de la tierra pródiga y generosa denominada Trujillo.

De los sabios prelados, y del maestro Urrecheaga, en diferencia de centurias, bebió sabor de patria y de cultura el más fervoroso de nuestros intelectuales del pasado siglo XX: Mario Briceño Iragorry, catedrático y rector de soberanía, de libertad, de autodeterminación de los pueblos y de democracia, grande entre los más destacados nacionalistas del subcontinente, quien se llenó del espíritu de entendimiento de Santo Tomás de Aquino, de Tomás Moro, de Bartolomé de las Casas, o del famoso lancero de los ejércitos de Páez, Faustino Mendoza Montilla, después sacerdote y bolivariano que en 1852 propició y logró hacer la columna de piedra que recordó el abrazo de Bolívar y de Morillo en Santa Ana, hasta 1911 cuando se exigió el monumento con un hálito de simbología masónica; o de Ramón Briceño Vásquez que es al decir de María Carmona Granero “la concepción del hombre en los albores del positivismo”, filósofo y docente, lamentablemente poco estudiado e interpretado. Con todo este bajel antiimperialista y revolucionario Briceño Iragorry alabó el encanto de la luz para difundirla con todos los cargamentos de culpa y de disculpas que dieron origen a una lengua híbrida, a una cultura ecléctica, a un incipiente encuentro con el amor a la tierra y a su cultivo, aunque con tonalidades rudimentarias hasta bien adentrado el siglo XX.

General José Rafael Gabaldón

VI

DEL CACIQUE INDÍGENA A LOS POETAS Y ARTISTAS


Pasemos ahora a los guerreros: Castán, el cacique padre, guía espiritual de muchos otros caciques y mandones, ardoroso defensor de sus predios y de sus ídolos como divinidades sublimes y benéficas, quedó perpetuizado en el Canto Guerrero de los Cuicas que es himno nacional, porque nación y bandera son patria y patria tenían desde siempre los Cuicas. Canto inmortal que han familiarizado en sus estros, inspiraciones y obras, respectivos, José Ignacio Lares, bejitoqueño; Samuel Barreto Peña; del propio Trujillo; Andrés Lomelli Rosario, sanlazareño de cepa carachera como José Juan Rodríguez; Alfonso Marín, burbusayero; Manuel Andara Olivar, santiagueño; José Rafael Pacheco, carachero; Pedro Pablo Paredes, de La Raya, arriba de La Mesa de Escuque; Régulo Burelli Rivas, montecarmelero; Segundo Barroeta, sanlazareño; Aura Briceño Monreal, mendocina; Asdrúbal Colmenares, de La Otra Banda; Marco Milani, valerano; Adhemar González, quebradeño; Rafaela Baroni, Salvador Valero, José Antonio Fernández más conocido como "El Hombre del Anillo", Ulises Ferrini Santander, santanero; Francisco Pérez Perdomo, boconés; Ramón Palomares, el de los escuqueyes; Domingo Miliani, boconés; Ana Enriqueta Terán, aliento, belleza y páramo tuñamero, aunque valerana de natura; Antonio Cortés Pérez, santanero, Silvio Villegas, pampanitero llegado de Mocoy, y Adriano González León, vecino de la Plaza Bolívar de Valera, o un Laudelino Mejías, de La Quebrada de los Cedros, un José Antonio Abreu, universal ya con su corazón denominado Venezuela y su alma musical impenitente. Hay aún muchos otros, pero sería imposible nombrarlos en tan corto espacio.

VII

LOS LIBERTADORES


Canto de diana y de combate el de los Cuicas, el cual sedujo desde la cuna a un niño mocoyero que después sería general de la libertad: Cruz Carrillo o a un Vicente de la Torre, de Escuque, cepa de la heroína inmortal Barbarita de la Torre o a aquel español llamado Vicente Campoelías que ejercía en Trujillo por 1800 la jerarquía de Síndico Procurador y en la Guerra Magna glorificó la libertad de esta tierra que hizo suya, quienes como todos aquellos revolucionarios que de 1811 a 1820 sufrieron las consecuencias de las Causas de Infidencia, de los Secuestros y de la guerra a muerte todos ellos amalgamados a los postulados del padre Francisco Antonio Rosario y del primer Presidente de Venezuela, Cristóbal Mendoza, o con los de los también próceres Andrés Linares, Manuel Gogorza, Pedro Miguel Chipía, Miguel Vicente Cegarra, Antonio Nicolás Briceño y el médico y patriota Juan Pablo Pacheco que todos fueron revolucionarios y libertadores e inspiraron después a otros Quijotes que, lamentablemente, se experimentaron en las contiendas civiles de tan poco provecho para el avance colectivo por los mejores logros, pero que no por eso han dejado de ser caudillos y paladines.

Cruz Carrillo

Entre ellos, citamos apenas algunos, desde los generales Francisco Vásquez, revolucionario federalista y zamorano y Juan de Dios Monzón, medico, además Presidente de la República por algunos días en 1884; el general y pensador Fabricio Vásquez; el León de la Cordillera general Juan Bautista Araujo; el doctor José Emigdio González, godo republicano, magistrado y catedrático; y en los albores del siglo XX los generales Leopoldo Baptista y Perfecto Crespo y el general, libre pensador y humanista José Rafael Gabaldón; desde el general guerrillero Rafael Montilla Petaquero y general y doctor Rafael González Pacheco, hasta los comandantes guerrilleros Argimiro Gabaldón, Fabricio Ojeda, Rafael Octavio Martorelli y la facilitadora Rebeca Hackett, que unos u otros desandan sus glorias mientras transitan sus triunfos ideológicos los también revolucionarios montaraces o urbanos Francisco Prada, Emerio Soto Méndez y Jonás Castellanos.

Fabricio Ojeda


Juan Bautista Araujo


VIII

LOS MAESTROS

Están también estas historias afincadas en las concepciones filosóficas y humanísticas del sociólogo y denso pensador Carlos León, precursor al iniciarse el siglo XX del socialismo que pregonara aquel Maestro Excelso llamado Simón Rodríguez; en la prosa narrativa o en el ensayo, la biografía, el poema o la crónica de José Domingo Tejera, Miguel Ignacio Urdaneta, Américo Briceño Valero, Esteban Smith Monzón, Ángel Carnevalli Montreal, Manuel F Mendoza, Antonio Pérez Carmona, Arturo Cardozo, Vertilio Valecillos, Roberto Vethencourt Balestrini, Numa Quevedo, José María Baptista, Fabricio Gabaldón, Miguel Ángel Burelli, Víctor Valera Martínez, Guillermo Morón y Antonio Anzola Carrillo.

También son factores de recuerdo Leonardo Altuve Carrillo, Marcos Rubén Carrillo, Joaquín Gabaldón Márquez, Alberto La Riva Vale, Juan José Román Saavedra, Amilcar Fonseca, Pedro Pablo Maldonado, Eusebio Baptista, Lourdes Dubuc de Isea, Francisco Cañizalez Verde, Oscar Sambrano Urdaneta, Elías Pino Iturrieta, el chino Victor Valera Mora, Ednodio Quintero, David Alizo, Alí Medina Machado, Ramón Urdaneta Bocanegra, Carlos Briceño Vásquez, Francisco González Cruz, Huma Rosario, Tulio Montilla, José Segundo Salas, Pedro Linares, Rafael Argüello, Jorge Valero, Jesús Quevedo, Segundo Peña Peña, Gilberto Quevedo Segnini, Ramón González Paredes y Héctor Parra Márquez.

Tulio Montilla Aranguren

No es pecar de exagerados, pero agregamos a Julio César Marín, Aura Salas Pisani, Saúl Villasmil, Hugo Unda Briceño, Juan José Valera, Manuel Isidro Molina, Jorge Maldonado Parilli, Noé Araujo, Filadelfo Linares, Francisco Omar Araujo, S. Antonio Pérez mejor conocido como "El Gordo Pérez" cronista de, Chapellín, y de Santana de Trujillo desde el Barrio Nivaldo en Caracas; Luís González, Pedro Pablo Aguilar, Pascual Villegas, Aura Briceño Monreal, Pedro Ruiz, Julio Carrillo, Edda Arriaga, Fortunato González, Fanny Uzcategui, Carlos Andrade Villegas, Pedro Paraima, Emerio González Médici, Felipe Montilla y Mario Briceño Perozo, quienes en una u otra forma asimilan el idioma ancestral, que no dialecto Cuicas, auscultan las figuras elocuentes en la cerámica y en la cestería; aquel una prolongación regional del Tupí Guaraní de los Caribes que desde el sur se hicieron a la mar y la hicieron suya; apenas un ejemplo es el vocablo geográfico, Chejendé, que en guaraní se traduce yo y tú y en Cuicas, maíz y tierra, como que el todo fuese el ego, la alimentación y la vida, o el quererse uno mismo para así querer, indistintamente, a cada uno de los que nos rodean.

Dr. Víctor Valera Martínez


IX

LA IMPRENTA


Y en cuanto a la imprenta poco sabemos de Pedro Pou, quien la instaló en Trujillo en 1852 y un año después Favio A. Rojas establece otro taller semejante, aunque el gran impulsor fue Juan Bautista Carrillo Guerra, quien trae a la ciudad una verdadera empresa; sin embargo en el pequeño taller de Pou se edita en 1861 un pequeño Catecismo de moral y en la de Rojas un Silabario en cuya impresión, y en muchas otras, han de ser factores determinantes tres nietos del general Cruz Carrillo: Arístides, Julio y Lisímaco.

Destacarían también en esa época Ricardo Labastida, Rafael Julián Castillo, Jorge González Rodil, Juan P. Bustillos y Juan Pedro Chuecos. Ya para 1872 es un baluarte el semanario La Concordia, de Diego Bustillos, Ramón Briceño Vásquez y Manuel María Carrasquero, mientras que aparece en Valera otra elocuente manifestación, El Regenerador, de Vicente Briceño y Briceño, aunque los dos grandes semanarios que sembrarían la luz, la ardentía política y el emblemático amor a la narrativa han de ser El Trujillano (Trujillo, 1876-1890) y El Progresista (Boconó, 1879-1889), siendo de 1900 El Diario de Valera y de 1904 a 1908 El Avance, de Sabana de Mendoza, dirigido por el intelectual Manuel María Matheus. Así mismo no debemos dejar a un lado enormes esfuerzos, como las revistas Cosmos y El Correo de Valera, de Pompeyo A Oliva. Años más adelante Fernando Segnini Lupi y sus hijas todas, hasta la nieta María Ernestina, con El Pensil e Idilios, de Chejendé y Pampán, respectivamente; Víctor Valera Martínez, Manuel Andara Olivar, Arnaldo Ramos, José Rafael Castellanos, Cesar Colmenares, Ezequiel Torres, Larita, unos como directores, otros como colaboradores y los últimos como humildes mesenas, forcejaron bien duro para lograr periodismo de ideología con buen pie revolucionario; Luís Beltrán Guerrero y José Armenio Núñez con el semanario Presente que tuvo como pregonero estrella a un morenito y estudiante de música que sería más tarde y es un genio de la guitarra y de la luz, el maestro Alirio Díaz; Crisol y Cocoliso, tarea fecunda de Manuel Isidro Molina, en Valera; Sabatino, de S. Joaquín Delgado; Hoy, de Elbano Pardi y Alejandro Azuaje Rincón, para entrar en el diarismo valerano con Luís Mazzarri, Luís Gonzága Matheus, Andrés Miliani y Eladio Muchacho en El Tiempo y El Diario de los Andes, respectivamente.
Juan Bautista Carrillo y Diego Bustillos


Diego Bustillo


X

DEL AMOR AL PRÓJIMO Y LOS MÉDICOS


Podemos decir que hemos afincado testimonios de amor telúrico, de identidad nacional, de lumbres aún en las épocas de tenebrosidad como aquella de la represión inclemente de los chácharos del general Juan Vicente Gómez contra cientos de trujillanos de todos los estratos; pero nos ha faltado, indispensable amor al prójimo, sensibilidad para compartir, capacidad para discernir entre politiquería y ciencia política, entre diálogo y vituperio, entre el dar y la mezquindad, razones que nos colocan a un lado del desarrollo en la panorámica de los demás Estados del país, a tal punto que bordeamos el último escaño en el eslabón de los valores colectivos y eso que nos favorece el hecho de haber tenido dos Presidentes de la República, el doctor Cristóbal Mendoza en 1811 y el doctor y general sanlazareño, Juan de Dios Monzón en 1884; científicos y maestros como los doctores José Gregorio Hernández, el santo de los pobres, de los desamparados, de los irredentos y de todos los venezolanos; Rafael Rangel, Juan Llavaneras, Arnoldo Gabaldón, Rafael Isidro Briceño, Arturo Luís Berti, Florencio Briceño Hernández, Rodolfo Hernández Miliani Alirio Lomelli Verde, José Quintini, Pedro Emilio Carrillo, Emigdio Cañizalez Guedez, Carlos Rivas, Humberto González Albano, Hernán Méndez Castellanos y Antonio J. Terán; ocupantes de altos destinos públicos como el general Juan Bautista Araujo, o el gran Ministro de Relaciones Exteriores de Guzmán Blanco, el boconés Pedro J. Saavedra.

Dr. Arnoldo Gabaldón

XI

LAS FUENTES CULTURALES

La acción creadora del ente trujillano es asombrosa; tenemos la mas fecunda siembra ateneista del país y podemos evocar el Ateneo de Escuque de 1856 o el Ateneo de Trujillo que contaba en su inauguración en 1942 con figuras como Numa Quevedo, Luís Beltrán Guerrero, Miguel Nieto Caicedo, José Pardo Galloso, Marcos Aguirrolea y Arana, Francisco Gabaldón Mazzarri y Víctor M. Tálamo, tarea que emularon después en Boconó, Miriam Sambrano de Urosa, Lourdes Dubuc de Isea y Clemencia González; cultivamos la tradición y el ejemplo regional desde el Centro de Historia del Estado Trujillo que ha sostenido a pulso aguerrido y eficiente Marcos Ruben Carrillo; nuestra radiodifusión es parte de la tarea gestadora de vida artística de Pedro J. Torres a través de Radio Trujillo; pero aún más, de lo que fue el Monasterio Regina Angelorum y los Conventos de los franciscanos y los dominicos heredamos la pasión por el libro y la lectura aupados hoy en día con la Red de Bibliotecas Públicas del Estado, bajo la dirección de la dinámica Josefa Román.

La cooperación que siempre le ha brindado la comunidad a esta institución es un símbolo para entender porqué han aumentado los usuarios, máxime cuando ya es Venezuela uno más de los países sin analfabetismo, gracias a la acción bolivariana y a la metodología semiótica, de estructuralismo y de simbolismo de Simón Rodríguez, con el Método “Yo si puedo” que promocionan y han perfeccionado los cubanos.


XII

LAS UNIVERSIDADES Y LOS LIBROS


Se han multiplicado ya los centros universitarios los cuales son un espejo de idoneidad, ciencia, sociología y desarrollo y no podemos pasar por alto en esta empresa a Antonio Luis Cárdenas y Felipe Montilla. Con sus aportes recios en cuanto a las ediciones de libros debemos hacer un reconocimiento a los directivos del semanario Presente (1942-1945), los cuales ya citamos, pues aupados por el entonces Presidente del Estado, el intelectual Numa Quevedo, dieron forma a las Ediciones “Presente” que sucumbieron al paso de la barbarie omnimoda surgida el 18 de octubre.

En 1958 comenzó la Biblioteca Trujillana de Cultura adelantada por Julio González, Arturo Calderón Paolini y Mario Briceño Perozo, pero la misma vivió un año; en 1960 nace la Biblioteca de Autores y Temas Trujillanos gracias al Secretario de la Presidencia de la Republica, Ramón J Velásquez, sinembargo la misma desapareció tres años después hasta que en el gobierno progresista de Luis Herrera Campins renació con trece títulos en un lustro, y desde entonces estuvo apagada hasta que en el 2005 la activé de nuevo con la colaboración de Liborio Guarulla, eficiente Gobernador del Estado Amazonas.

Se ha cuadyubado luego otro esfuerzo editorial en la administración regional de Gilmer Viloria con la magistral creación del Fondo Editorial Arturo Cardozo, constituido por variadas colecciones, en las cuales, por cierto, me olvidaron definitivamente prescindiendo de mi nombre hasta en la corrección que hice de muchos entuertos en la obra Orígenes Trujillanos cuya segunda edición es preciosa, pedagógica y de fácil manejo.

XIII

DE LA MUSICA Y DE LA PAZ

Nuestra música es un retrato de los ancestros con destacados virtuosos mucho antes que surgiesen los gigantes Laudelino Mejías, Rafael María Hernández y José Ramón Aranguren Aparecen más tarde el catire Víctor Durán, Isidro Cañizalez, Rafael Ramón Ruiz y Arturo Terán. La imponente Bienal de Poesía del Ateneo de Escuque, cuya promoción por Telesur en este año hizo sentir la trujillanidad por América y mucho más allá es una prueba definitiva del desarrollo cultural de la región. El Monumento a la Paz en la advocación de Santa María Virgen, gracias a sacrificios y compromisos de Betty Urdaneta de Herrera Campins, Pepita Villegas y Dora Maldonado de Falcón nos ha universalizado, porque de paz y amor fueron los Tratados de Armisticio y de Regularización de la Guerra de 1820, firmados en Trujillo, cuya médula en estos momentos es bandera y pedestal para la solidaridad cuando el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, sirve de mediador en el grave problema social por el cual atraviesa el vecino país colombiano. También nos ha universalizado el doctor José Gregorio Hernández y sus milagros y el maestro José Antonio Abreu con sus ejecutorias y la médula de sus orquestas juveniles e infantiles. Sin embargo aun con todo esto no hemos logrado proyectar hacia realidades ecuménicas a nuestra tierra. Hay algo que los arúspices de siempre señalan como una maldición, que tenemos el deber de erradicar. El reto tiene más de cincuenta años y es necesario buscarle vías propias con soluciones de postín. Lo merece nuestra madre tierra.

(Discurso pronunciado el 3 de octubre de 2007 con motivo del reencuentro de los trujillanos residentes en Caracas, auspiciado por la Asociación Civil de trujillanos (ACITRUJILLO).


Rafael Ramón Castellanos

* http://tupamaro-trujillo.nireblog.com/post/2008/08/15/la-trujillanidad-en-un-libro

* http://www.articlearchives.com/south-america/venezuela/965595-1.html