marzo 21, 2009

Discurso de orden pronunciado por el doctor Rafael Ramón Castellanos en el Templo Masónico de Caracas con motivo del 196º aniversario del 19 de abril

Caracas, 19 de abril de 2006

Justamente en estos días se cumplen treinta años del inmenso honor que abrigó mis inquietudes intelectuales al presentarme en esta misma sagrada tribuna del libre albedrío para hablar del centenario de la construcción de este Templo Masónico que decretó e hizo edificar el Ilustre Americano, General Antonio Guzmán Blanco. Fué el 30 de abril de 1976 cuando diserté sobre “La Revolución de Abril y El Septenio”.

Volvería para el 28 de marzo de 1980 en la oportunidad de plantear la primicia en cuanto a que al morir el Precursor de la Independencia de los países de América, Generalísimo Francisco de Miranda, sus restos fueron depositados en sepultura individual, pero en febrero de 1870, por desidia del gobierno venezolano de entonces, lamentablemente, fueron a parar a la fosa común.

Estoy de nuevo aquí, pleno de entusiasmo y de voluntad creadora gracias a una nueva invitación que alumbra con la simbología de la comprensión y de la armonía, hecha ahora por la muy Respetable Logia “Fraternidad Nº 4” ante cuyos directivos y demás altas autoridades, me inclino en acción de gracias, aún más proyectada por cuanto el Venerable Maestro, licenciado José Luis Ochoa, ha puesto en mis manos los dos primeros tomos de una historia no común, la de la Masonería en Venezuela que se debe a ese consagrado investigador que es el doctor Efraín Subero, notable académico, denso historiador y sabio Maestro; obsequio que estimo aún más porque en la dedicatoria que se me hace hay una frase que tiene un profundo significado filosófico y hermético, pues el donativo procede “de los obreros de Paz de nuestra respetable Logia”, que bien lo son, pues en el sello del simbolismo de esta Logia “Fraternidad Nº 4” vemos dos manos que cruzan el saludo y en el paisaje, 8 estrellas, como 8 estrellas adornan hoy el tricolor patrio para solemnizar la unidad, la integración, la fé bolivariana.

Son las mismas dos manos, en una motivación similar, pero en otro paisaje histórico que encontré una vez, para grande emoción, en el sello de la Respetable Logia “Bolívar y Morillo Nº 91” Oriente de Valera, allá en mis Andes trujillanos y sobre la cual escribiera un libro conmovedor en 1987 mi amigo el Venerable Maestro Francisco Storms.

Estamos apenas a cuatro años del bicentenario del grito de Independencia que aquel 19 de abril de 1810 recogió la sangre derramada en 1795 por José Leonardo Chirinos, el zambo revolucionario de la Sierra de Coro, y la de José María España, masón activo, que abonó en 1797 el camino de la luz libertadora desde la jaula de hierro donde los opresores exhibieron su cabeza; por ello al conmemorar esta fecha echamos abono en la huerta continental donde los principios sociales y los derechos del hombre y del ciudadano aupan la autodeterminación de los pueblos, la absoluta independencia frente a un imperio que quiere imponer el derecho de las bestias que no es otro que el de la fuerza bruta, simbolizada en la Logia por la piedra bruta que el masón debe cincelar a diario hasta trocarla en piedra cúbica.

El Venerable Maestro José Miguel Rivas Bravo en la Historia del Templo Masónico de Caracas apunta que: “En las horas postreras del 18 de abril, los conjurados se reúnen en la casa de don Valentín de Ribas y Betancourt, en el lugar que ocupa hoy el Templo Masónico, y a pocos pasos de la que se ha dicho fué la primera casa construida en Caracas esquina de Arguinzones, hoy Maturín. A las tres de la madrugada del 19, día inicial de la epopeya continental, los conspiradores de enlace parten a la morada del doctor Ángel Álamo, sita en la esquina de Santa Teresa, para darle los toques finales ahora”.

Historiador medular Laureano Vallenilla Lanzs; analista de fino tejer y entretejer los pactos de la historia con la sociología política y, por lo tanto, Maestro del nacionalismo desde su atalaya conservadora. Él dejó escritas muchas páginas sobre la Historia Patria y apenas quiero desglosar algunos párrafos de un ensayo suyo sobre el 19 de abril de 1810:

“Se ha creído generalmente que la revolución de 1810 rompió con violencia las tradiciones coloniales, y que utopistas e incautos los padres de la Patria, se lanzaron en la senda de las innovaciones legislativas.

“Cierto es que casi todos los documentos de aquellos días, así como en el acta en que se declaró la independencia el 5 de julio de 1811, se descubren las influencias de las doctrinas disolventes de la Revolución Francesa, alegándose el “uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llene los fines para que fueron instituídos los gobiernos”; pero es de observar, que al mismo tiempo los constituyentes conocen “las dificultades que trae consigo y las obligaciones que nos impone el cargo que vamos a ocupar en el orden político del mundo y la influencia poderosa de las formas y habitudes a que hemos estado a nuestro pesar acostumbrados”.

“Los padres de la Patria no se sustraían a la confusión de ideas y de principios que caracterizan el ambiente político de la época y que tenía en Francia su más encumbrada manifestación. Examinando cuidadosamente todos los documentos de aquellos días, se encuentra una mezcla de ideas tradicionales y de modernos principios.

“Entre los pueblos y el Jefe de su Gobierno – decían a nombre de la Junta, Tovar Ponte y López Méndez el 8 de noviembre de 1810 – hay un mutuo contrato al cual si contraviene alguna de las partes contratantes, puede la otra separarse justamente”. Habíase establecido – digo a título personal - un camino de democracia participativa incipiente, endeble si se quiere, pero de frente a una realidad social. Mas volvamos a Vallenilla Lanz:

“Considerando el Gobierno como un pacto social, invocaban al mismo tiempo los fueros y privilegios de los antiguos reinos españoles, para deducir de allí, como lo reza el acta de la Independencia, el derecho de “proveer a su conservación, seguridad y felicidad, variando esencialmente todas las fórmulas de la anterior constitución”. De modo que las ideas tradicionales de la nación española y los principios disolventes del jacobinismo francés, daban el tono a la obra de nuestros patricios; el derecho histórico coincidiendo con el derecho revolucionario iba a servir de transición al dogma de la soberanía popular próximo a aparecer; la realidad preparaba así el ideal por un doble movimiento de avance hacia nuevos principios y de retorno hacia las formas olvidadas de la igualdad, de la autonomía y del individualismo”.

Ahora bien, robustece los conceptos de patria soberana y patria sin limitaciones impuestas por el más poderoso, otra opinión más del mismo disciplinado humanista Laureano Vallenilla Lanz:

“Desde los puntos de vista de donde hemos examinado el movimiento revolucionario del 19 de abril, es imposible que pueda negársele la gran influencia que tuvo en los futuros destinos de Venezuela y de la América española.

“Si algunos otros sucesos ocurridos antes de aquella fecha, han sido presentados como movimientos iniciales de la emancipación, es indiscutible que fué Caracas la primera en destruir de hecho y de derecho a los representantes de España en América y en declarar la autonomía de las colonias, rompiendo así los vínculos que las ligaban con la Metrópoli.

“Fué Caracas también la primera en dar una doctrina y en proclamar un derecho revolucionario, delineando las formas precisas del sistema de gobierno que había de implantarse en todos los pueblos Hispanos-Americanos.

“Mas, no se detuvo allí el noble ideal, ni el ensueño generoso, ni la gran clarividencia de aquellos hombres eminentes. Lejos de circunscribir su mirada a la independencia de las Provincias venezolanas, su pensamiento se dilata por toda la extensión del continente, y son ellos también los primeros en vislumbrar la posibilidad y en proclamar la necesidad imperiosa de una confederación hispano americana, como único medio de asegurar la conquista de sus derechos autonómicos contra toda extraña intervención.

“Ya en la alocución dirigida a los Cabildos de las capitales de América, les habían dicho los hombres del 19 de abril que “Caracas debe encontrar imitadores en todos los habitantes de la América, en quienes el largo hábito de la esclavitud no haya relajado todos los resortes morales; y su resolución debe ser aplaudida por todos los pueblos que conserven alguna estimación a la virtud y al patriotismo ilustrado.

Acaso Laureano Vallenilla Lanz pensaría alguna vez que sus palabras tendrían toda la trascendental vigencia en los albores del siglo XXI, así:

“Ese ensueño grandioso, ese ideal nobilísimo es todavía, después de una centuria, el problema en que está envuelta la existencia de las naciones Hispano-Americanas, amenazadas en su soberanía y en sus tradiciones”. Por algo el sociólogo ilustre concluye con una breve frase:

“Esencial condición de los espíritus superiores es adelantarse por siglos a la realización de sus grandes ideales.”

Ahora quiero hacer una breve cronología de aquel mes de abril de 1810. No en balde estamos aquí en este día de júbilo patriótico, conmemorando no una fecha sino la definición de soberanía que fué la esencia de este movimiento surgido a la luz de los deseos de buscar el rumbo cierto en la justicia social, en la paz y en la cooperación cierta de todos aquellos hombres de buena voluntad, entre los cuales hemos de mencionar a notables hermanos masones como notorio ejemplo, no sin hacer hincapié que la decisoria Sociedad Patriótica donde jacobinamente hablaron de independencia tanto Miranda como Bolívar, era el artificio o la máscara de una Logia Masónica dependiente de la Gran logia Americana de Londres, cuyo Venerable Maestro, según Manuel Landaeta Rosales, era el propio Miranda.

¿Quiénes son los masones del grito de independencia y qué misión les ha de corresponder en el futuro? Trataremos de acercar la investigación histórica a la más amplia certidumbre, pues entre estos hombres masones de 1810 está Simón Bolívar que recibió su tabla del respirar profundo para exaltar la fe revolucionaria allá en París por 1805, inclinándonos a creer que también hizo este Solemne ritual su maestro don Simón Rodríguez, el “Sócrates Americano” o el “Primer Socialista de América” como bien lo calificó el sabio franco-alemán José Luis Vandel Heyl en 1839; como también Diego Rafael Mérida fué correo de mensajes masónicos a los criollos revolucionarios.

Nos manifiesta el distinguido historiador colombiano Américo Carnicelli que el general Francisco de Miranda juramentó de nuevo al futuro Libertador Simón Bolívar en Londres en 1810 y aquel exigió y puso en práctica en ese momento como quinto voto en el Areópago de los Caballeros Racionales el texto siguiente “Yo no reconoceré por gobernantes legítimos de mi Patria sino a los elegidos por la libre y espontánea voluntad del pueblo y siendo el sistema republicano el más adaptable al Gobierno de las Américas emplearé todos los medios que estén a mi alcance para hacerlo admitir a sus habitantes”. Vivo ayer y vivo hoy para siempre el Gran Adalid que ya venía en góndola de lustre patriótico desde los albores de dos grandes sucesos, la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa.

Ahora bien ¿cuántos masones, participaron en los sucesos de abril de 1810 en Caracas y en Venezuela? Someramente mencionaremos algunos:

Manuel María QUINTERO (Grado 33), revolucionario y educador. Secretario de la Alta Corte de Justicia o Suprema Corte de Justicia que presidía el ilustre doctor Francisco Javier Yánez. Quintero llegó a Teniente Coronel en 1821.

José Gabriel LUGO (Grado 33), cuyo verdadero apellido era Álvarez de Lugo, yaracuyano y de valor probado que hizo la guerra con la cierta esperanza de la redención de las provincias venezolanas. En 1810 era teniente de las milicias de San Felipe. Participó en la Campaña Admirable en 1813, del Magdalena en 1815 y del Bajo Apure en 1819. Llegó a General de Brigada.

Diego VALLENILLA (Grado 33), patriota siempre con sus gallardas reflexiones como mediador en Cumaná en 1810. Secretario y diputado en el Congreso de Angostura en 1819, y como tal firmante de la Constitución de la Gran Colombia. Intendente del Departamento de Cumaná en 1820 y del Departamento del Orinoco en 1826.

Simón BOLÍVAR, la inquieta figura definidora de la lucha por la libertad desde la Sociedad Patriótica en 1810 hasta la eternidad por cuanto sus ideales son hoy la bandera de los pueblos oprimidos e irredentos de todo el universo. El historiador Celestino B. Romero apunta que el Supremo Consejo Confederado de los Estados Unidos otorgó en 1823 el Grado 33 al Libertador Simón Bolívar.

Juan Bautista MONSERRAT (Grado 33), El extraordinario Bando de Polícia de Caracas de 1821, base de unas nuevas Ordenanzas, es obra suya junto con Vicente Sarría, pues fueron Primero y Segundo Alcaldes Constitucionales interinos y comenzaron por querer a Caracas ya que en el artículo 4º de esa legislación municipal establecían que dentro de tres días deben trasladarse a determinados lugares “las ventas que absurdamente y con menoscabo de las costumbres y de la decencia pública se han dado en colocar por las calles y en las aceras de tránsito”. Si se violentaba la norma se declararían en beneficio de los niños de las escuelas, de los hospitales y de los presos las frutas, dulces, carnes y demás ventas que, pasado dicho término de tres días, vuelvan a situarse en las calles”. Decisiones en beneficio de todos, como la hicieron también declarando obligatoria la inoculación antivariólica de todos los niños de la ciudad ya que el gobierno filantrópico y paternal les proporciona este bien gratuitamente”.

Santos MICHELENA (Grado 33), fué soldado de la emancipación en 1813, doctorado en derecho en Filadelfia, Estados Unidos; en 1824 diputado al Congreso de la Gran Colombia; representante consular en Londres entre 1826 y 1827; primer Ministro de Relaciones Exteriores de la Venezuela Independiente en 1830, así como Ministro de Hacienda. Ministro Plenipotenciario ante la Nueva Granada en 1833 y pasó a la historia por haber acordado con el eminente doctor Lino de Pompo un Tratado sobre límites, el cual es considerado como muy favorable a Venezuela, pero que nuestro Congreso se negó a ratificarlo y ese inri pesará por siempre sobre aquellos legisladores infieles a la Patria.

Fernando PEÑALVER Y PELLÓN (Grado 33). De los próceres del 19 de abril fué uno de los firmantes del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811, fué un hombre apegado al derecho y a la justicia social. Su actuación en Valencia en 1814 como Juez de Secuestros así lo recomienda, como también cuando en 1817 fué el prestigioso Director General de Rentas en Angostura, o en 1818-1819 en su carácter de Intendente General del Ejército Republicano. Vicepresidente del célebre Congreso de Cúcuta en 1821. Gobernador de la provincia de Carabobo en 1825-1826. Bolivariano de fe y acción.

Manuel Plácido MANEIRO (Grado 33), quien como gobernador de la isla de Margarita en 1814 se distinguió implacable contra los jefes de grupos que bien podrían ser más nocivos al ejército que causantes de beneficios si no corregían su compostura en la administración o lo que es lo mismo, si no luchaban contra la corrupción. Maneiro fué Vocal de la Junta Suprema en 1810. Firmó por su provincia el Acta de la Independencia.

Pedro BRICEÑO MÉNDEZ (Grado 33), que iría a ser Edecán del creador de Colombia; Secretario General del Ejército Libertador del Perú y Bolivia; uno de los Héroes de la batalla de Boyacá que el 6 de agosto de 1819 dió la libertad a Nueva Granada Comisionado en medio de la contienda para la paz y la regularización de la guerra en Trujillo de Venezuela en 1820; sereno y objetivo Senador en el Congreso de la Gran Colombia en 1827.

José Ángel de ÁLAMO (Grado 33), médico practicante con la misma devoción con la cual se inscribió entre los hombres del movimiento de la independencia; miembro del Congreso de 1811 y uno de los firmantes del Acta de la Independencia y a quien corresponde el honor de haber iniciado la lucha en 1823 para que se incluyera a los profesionales de la medicina para que “pudieran ser elegidos rectores de la Universidad”. Recio director del semanario El Constitucional Caraqueño fué un bolivariano consagrado al deber patriótico.

José María PELGRÓN (Grado 33), compañero de Bolívar en la escuela activa y revolucionaria del Maestro Simón Rodríguez en Caracas, entre 1792 y 1797 y luego pionero de drásticas medidas cuando se hubo de desatar la inclemente guerra de exterminio contra los patriotas.

Justo BRICEÑO OTÁLVORA (Grado 32), merideño que desde 1812 se haría sentir por su valentía y su decisión inmarcesibles, ya combatiendo a Domingo Monteverde o cuando se suma a Bolívar en Mérida durante la Campaña Admirable. Travieso en opiniones en 1816 en la Asamblea Caribeña previa a la Expedición de los Cayos. Valiente Jefe de Estado Mayor de la División de Vanguardia en la batalla de Boyacá y ya entre 1829 y 1830 con mucho empeño integracionista de no parcelar la Gran Colombia para justificar apetencias de jefes sedientos de ambición y de poder aún a costa de la entrega de la nacionalidad a mercenarios foráneos como aves de rapiña sobre Indoamérica.

José María VARGAS (Grado 18), el trascendente prócer civil que haría obra hipocrática a la par que se acercaba a la política como gran bolivariano desde la Rectoría de la Universidad de Caracas en 1827, para constituirse dentro de la Venezuela Independiente en el primer Presidente Civil de la República en 1834.

José Francisco BERMÚDEZ (Grado 33), valiente entre los más valientes le tocará demostrar todo su pundonor y su don de mando en las estrategias para lograr la absoluta libertad de la Patria con una lealtad imparangonable para con el Libertador, después de haber sido su severo crítico en 1816.

José Laurencio SILVA (Grado 33). Estuvo con el Generalísimo Francisco de Miranda en 1811 en la campaña para reducir la disidencia de Valencia. Perdida la Primera República se transforma en guerrillero entre Guárico y Cojedes. Se une al Libertador en 1813 y participa en casi todas las acciones hasta 1819, así como en la batalla de Carabobo y allí es ascendido a Coronel. Batallador siempre ya con las avanzadas en Tinaquillo o en las definidoras determinaciones de lograr la plena libertad. Combate en Bomboná en 1822, en Junín y Ayacucho en 1824. General de División en 1829 y es al lado de Bolívar cuando la hora final del Gran Adalid uno de sus albaceas testamentarios.

José Félix BLANCO (Grado 33), cronista de la Guerra Magna, general de la Patria Grande, sacerdote de principios y luces que nunca le dió la espalda a la verdad, a lo transparente y a la vocación de servicio por los humildes y los más necesitados. Capellán del Ejército Libertador desde 1814. Diputado en el Congreso de Cúcuta en 1821, ya en acción de gracias masónica habiendo llegado a ser miembro de la Logia Fraternidad Bogotana Nº 1 en 1823. Candidato a la Presidencia de la República en 1847. Es autor de la monumental obra Documentos para la vida pública del Libertador en 14 densos volúmenes, publicada en Caracas en 1877.

Y si continuamos la nómina de los masones que fueron alfareros en la edificación de la gran república y partícipes del suceso inmortal del 19 de abril de 1810, tendríamos para inimaginables páginas, pues allí están en sus respectivas regiones los generales Santiago Mariño y Juan Bautista Arismendi, José Tadeo Monagas, Rafael Urdaneta, José Antonio Páez Presidente de la República de Venezuela de 1830 a 1834 y de 1839 a 1843; Manuel Manrique, Carlos Soublette, Lino de Clemente, el doctor Juan Germán Roscio, humanista y filósofo, Vicepresidente de la Gran Colombia electo por el Congreso de Angostura, el cual presidió el mismo año de 1819. Así mismo el almirante Luis Brión, el doctor Pedro Gual.

Y a esa nómina debemos añadir los nombres de muchos criollos de menor relevancia histórica, que, viajeros por Europa, Centro y Norte América, se iniciaron en los misterios de la masonería, se nutrieron con los mismos ideales de libertad y los compartieron en sus Logias, y es digno también de mencionar a un hermano dominicano, José de Navarrete, que en Santo Domingo regentaba una Logia y allí inició a varios venezolanos, con poderes del Gran Oriente de Francia, entre ellos a uno de nombre Ramón Roldán, que actuó luego en la Logia Unanimidad de La Guaira.

No podemos dejar a un lado que en la convocatoria a Cabildo el 19 de abril de 1810 hubo una situación de nuevo cuño jurídico al ampliarse el mismo con siete representantes no establecidos en las Ordenanzas y que tuvieron desde el mismo momento inmunidad en calidad de diputados. Siete fueron ellos, de los cuales tres masones de destacada actividad entonces y después: el sacerdote chileno José Cortés de Madariaga, el doctor Juan Germán Roscio y el general José Félix Ribas; el primero diputado del clero progresista y revolucionario, el segundo diputado del pueblo que no podía ser el gran ausente en acontecimiento de tal magnitud y el tercero, diputado de los pardos que, estos dos últimos encaraban también con esta representación la de los zambos, los indígenas, los negros y los blancos de orilla. Los otros representantes fueron José Félix Sosa, del pueblo, Francisco José Rivas, del clero, Francisco Javier Ustaríz y Gabriel Ponte.

La contienda bélica, no cabe duda, que desde estos mismos días tomaría impulso: de un lado estarían los soldados del imperio con las tinieblas, la muerte, las torturas, las violaciones del derecho a la vida, la concupiscencia, la soberbia y la sevicia; del otro, la luz, la soberanía, la lucha social, los lideres de la revolución con los negros, los indios, los pardos y la Divina Providencia con el Supremo Dios de los más pobres y de los desamparados.

Bien creemos que estos hombres formaron filas en una generación contradictoria por su embrión conservador y oligárquico en buena parte, pero supieron precisar lo medular de la obra programada al asumir el lema de la Revolución Francesa: “libertad, confraternidad e igualdad”, de lo cual estaban bien empapados todos y cada uno de los hermanos masones que coadyuvaron a consolidar la semilla del 19 de abril de 1810 hasta Carabobo el 24 de junio de 1821 y hasta la batalla naval de Maracaibo el 3 de agosto de 1823; ellos tomaron como lema L.I.F. (Libertad, Igualdad, Fraternidad) en sus planchas.

Situémonos ahora en el preludio del acto notable del 19 de abril, pues ya la Gaceta de Caracas, que imprimían Gallangher y Lamb, en su número 91 del viernes 30 de marzo publica juicios sobre las elecciones de Diputados a Cortes convocadas por la Suprema Junta Gubernativa de España e Indias; en el número del 6 de abril hablan del “tirano Napoleón” y su perfidia y están obligados todos los vecinos de Caracas a informar al Alcalde de Cuartel “sobre los forasteros que hospedasen en sus casa” y se publica la lista de un supuesto donativo voluntario para proveer los ejércitos nacionales de carne, queso y zapatos.

En el ejemplar número 93 del viernes 13 de abril de 1810 continúan los ataques a Napoleón y la nómina de los contribuyentes del donativo ya aludido y el Capitán General Vicente Emparan en un largo manifiesto expresa a los pobladores de Caracas que deben vivir “con precaución para no ser engañados por los emisarios franceses y sus satélites: el tirano de la Europa viendo frustrada para siempre su esperanza de dominar las Américas se ha propuesto vengarse de sus habitantes… metiendo entre ellos el incendio y armando a unos contra otros”. Era la imprecación mediática que ya vibraba entonces distorsionando la realidad y envenenando mentes. La verdad era otra.

Lo que no podían disimular era que ya se oían los clarines del 19 de abril.

Cuánta coincidencia alimenta la razón histórica, mientras temblaba el poderío español en las palabras de Emparan publicadas en la citada Gaceta de Caracas del 13 de abril de 1810, trece años más tarde en la misma fecha hubo fiesta masónica en Caracas, pues como en mayo de 1822 habían sido solicitadas las Cartas Patentes para las Logias La Fraternidad Colombiana, de Caracas; la Unanimidad de La Guaira, Bolívar del mismo puerto y Valor y Constancia, de Valencia, por los masones generales José Francisco Bermúdez, Carlos Soublette y José Antonio Páez y los doctores Diego Bautista Urbaneja y Francisco de Aranda, llegó el momento de la gran noticia positiva, por lo que “los miembros de la Respetable Logia Fraternidad Colombiana decidieron reunirse solemnemente el 13 de abril de 1823” que puede denominarse día de luz, de libertad, de reencuentro con la soberanía y el patriotismo, y fijan la fecha de instalación para el 16 siguiente, con un nutrido número de integrantes, próceres de la independencia unos y otros, grandes figuras del porvenir de entonces que miraban ya la patria redimida y realmente independiente y soberana. Hemos citado algunos, aunque tengo que pedir perdón por el tiempo utilizado y los minutos que tomo demás, pues no es posible prescindir de datos biográficos de los aún no mencionados, que son pocos, pero, todos dadores de luz, de felicidad y de alegrías. Veámoslos:

Diego Bautista URBANEJA (Grado 33), nativo de Barcelona Venezuela, se doctoró en Derecho y actuó en los sucesos del 19 de abril de 1810, habiendo hecho las campañas militares de 1813 y 1814. Uno de los recios periodistas del Correo del Orinoco en 1818, diputado en el Congreso de Angostura en 1819 y por lo tanto de los firmantes de la segunda Constitución de Venezuela. Vice Presidente de la República en 1831 estuvo encargado de la Primera Magistratura. De él escribe el historiador masón Hello Castellón que fué “nada menos que el jardinero paciente, tenaz y lleno de optimismo del árbol masónico que hoy extiende sus vigorosas ramas a lo largo y ancho de Venezuela”.

Francisco DE ARANDA (Grado 33), político, legislador, aficionado a la dramaturgia, latinista. En 1816 fué encargado de arreglar la contabilidad de la Contaduría Mayor de Caracas. Se graduó de abogado en 1819; dos años después es de los hombres que al mando del general José Francisco Bermúdez toman a Caracas. En 1821 fué Auditor de Marina y Asesor de la Intendencia de Venezuela. Redactor del importante periódico El Iris de Venezuela sucediendo al eminente José Luis Ramos entre 1822 y 1823. Como diputado en 1828 en la Convención de Ocaña defendió la integración sudamericana que promovía el Libertador. Autor en 1836 del Código de Procedimiento Judicial que bien llevó el nombre de Código Aranda. Entre 1842 y 1843 Ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda y como tal elaboró un proyecto para la creación de un Instituto de Crédito territorial destinado a fomentar las actividades agropecuarias en Venezuela, el cual no fué aprobado por la oposición de sectores retrógrados que influyeron sobre el Presidente de la República, general Carlos Soublette.

Andrés NARVARTE (Grado 33) notable abogado y dirigente político se unió a la causa patriótica en 1810. Entre 1813 y 1814 fué Gobernador de la Provincia de Trujillo cuando ya se había desatado la inhumana guerra a muerte. En 1822 Intendente de Venezuela y en 1833 y 1837 Vicepresidente de la república, encargado de la Primera Magistratura en 1834, 1836 y 1842.

José Santiago RODRÍGUEZ (Grado 33) fué teniente Asesor de la provincia de Apure en 1823, Secretario de la Dirección General de Manumisión entre 1827 y 1828. Diputado en la Convención de Ocaña demostró con su oratoria toda la razón que asistía al Libertador para aferrarse a la integración como factor decisivo de progreso social.

Judas Tadeo PIÑANGO (Grado 33) participó en los sucesos del 19 de abril de 1810; subteniente de artillería en 1811; participó en las acciones militares del Bajo Magdalena en 1812 y 1813 para actuar en la Campaña Admirable, habiendo sido factor en casi todos los episodios de esta marcha triunfal de la libertad contra el despotismo. En 1817 era Comandante de Artillería y en 1821 de los muy destacados en la batalla de Carabobo.

José Remigio MARTÍN, funcionario del gobierno capitalino a quien encontraremos en dos oportunidades con cargos específicos: Primer Gran Vigilante en la Gran Logia de Venezuela en 1838 y Gran Hospitalario cuando la unión del Supremo Consejo con la Gran Logia de la tierra amada, constituyendo el Gran Oriente de Venezuela en Caracas en 1841.

Rafael Ángel de LUGO, capitán, defensor del sitio de Cartagena en 1815, pero al cual perdemos de vista por ahora, así como al anterior, pero con la certeza que nos acompañan hoy, como los demás.

José Ignacio RIBEIRO ABREU E LIMA, brasilero de la revolución neogranadina, indoamericano de la revolución venezolana, oficial del Ejército de la Libertad en Angostura, donde fué uno de los redactores del Correo del Orinoco; de destacada acción en la batalla de Boyacá en 1819 y en 1823 de los sitiadores de Puerto Cabello para barrer el último bastión del imperio español en Venezuela, pues ya había participado en la consagratoria batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821 y en 1829 combatiría en el Portete de Tarqui cuando la injusta invasión del Perú a la Gran Colombia. Escribe en 1830 en defensa del Padre de la Patria Indoamericana, la obra Resumen histórico de la última dictadura del Libertador Simón Bolívar comprobada con documentos y funda en Cartagena de Indias el semanario bolivariano La Torre de Babel. El 17 de diciembre de este 1830 está en la quinta de San Pedro Alejandrino, leal siempre, valido de su prestigio de pensador volteriano, que va a exteriorizar en 1855 su pensamiento socialista impotente y cierto, el cual junto a él venía manejando Simón Rodríguez desde el comienzo de los años treinta de aquel siglo XIX. Fué fundador de Logias y promotor de la idea de fundar un Gran Oriente o Gran Logia para la Nueva Granada.

Marcelino DE LA PLAZA, de los héroes del ejército en la crucial contienda. El 27 de marzo de 1814, desde San Mateo, junto con un pequeño grupo de oficiales es recomendado por el mayor general Tomás Montilla por “el mérito con que se han distinguido en la acción del 25 y son todos individuos de la artillería y de la infantería”.

Manuel ECHEANDÍA (Grado 33), coronel, uno de los hombres del 19 de abril de 1810. Actuó como Comisario Ordenador del Ejército Libertador. Nacido en Guayaquil de padres españoles se hizo venezolano y se entregó con devoción a los asuntos de la independencia y la república.

Juan LOVERA (Grado 33), hombre de gran sensibilidad, pintor consagrado que dejó en el lienzo sus vivencias tanto en el óleo El 19 de abril de 1810 como en El 5 de julio de 1811. Era pardo libre. Pintó al sabio Alejandro de Humbolt en 1799. Ya en 1810 y 1812 se hablaba de él con adjetivación consagratoria pues en El Mercurio Venezolano le dedicó una crónica el periodista Francisco Isnardi. Fué Corregidor de Caracas en 1821 y en 1827 pintó a Bolívar de cuerpo presente para él. Su fama y su gloria se aparean en la iconografía extraordinaria que dejó a las nuevas generaciones.

Esta Fraternidad Colombiana, iría luego a un largo sueño a partir de 1826, pero seguiría mientras tanto consolidando un sendero de pedagogía y normas a través de sus fundadores de la Logia Unión Nº 5, donde aparecen José Cordero, Juan Bautista Monserrat, Juan José Conde, Gerónimo Pompa, José María Lovera, José Toribio Iribarren, José María de Las Llamozas, Juan María de Las Llamozas, Pedro Vaamonde, Justo Silva, Miguel Zagarzazu, Pedro Montesinos, José Salcedo, Manuel Muñoz, Esteban Lorenzo Gil, José de Austria, Francisco Parejo y otros, todos con la fe nacionalista en la acción y la devoción creadoras, pues todos sabían de los beneficios de la autodeterminación de los pueblos, de las bondades de la libertad de imprenta, del respeto a la soberanía y del amor a la patria por sobre todos los demás factores del bien general, unos y otros factores bajo la égida del nombre de esta Logia: Unión.
Hombres de luces y hombres de acción, justos en la proporción ecuménica de la justicia, ansiosos de libertad e independencia, de valoración sublime del nacionalismo, queriendo hacer una patria soberana a lo largo de toda la nación continental, fueron y son estos próceres civiles y militares que desde el más allá nos acompañan hoy aquí en el Templo Masónico de Venezuela para sentir que no araron en el mar। Venezuela avanza con peso firme y ellos han participado en el proceso de cambios bajo la inspiración de elevar templos a la virtud y cavar calabozos para los vicios. En hora buena.

Rafael Ramón Castellanos