noviembre 09, 2009

LAS BASES MILITARES EN COLOMBIA

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Los políticos estadounidenses no mejoran, ni cambian, no merecen sino que desmerecen; cada uno en su más elemental persuasión se aferra a unos principios nada humanitarios, pero si conculcantes, guerreristas y de provocación, pero lo inverosímil es que no enmiendan. Las siete bases militares que han instalado en Colombia, con la alevosía traidora a la idiosincrasia de los pueblos y al amor patriótico conque para conformarlas se ha arrastrado Uribe Velez, son un desafío al escarmiento, porque escarmentar o corregir con rigor de obra y de palabra, no está en la psicología directa de los hombres de Estados Unidos en aquel infierno de guerras, ni ha estado en los que farisean acciones de gobierno en el neogranadino.

Por cierto que en pasados días un funcionario jubilado de nuestro Servicio Exterior y el cual sirvió en Colombia con prudencia, ahora me convoca a que forme parte, “como venezolano honesto, demócrata y verdadero patriota” de un Comité Venezolano de Solidaridad con Álvaro porque, manifiesta el infeliz, “tenemos que dar la cara contra la agresión del psicópata” ¡Qué inmensa pena me crispó los nervios y todavía tuve paciencia y oí el resto, de labios de alguien que fue cuerdo, que años después de su paso por Bogotá ascendió a Embajador y lo hizo bien en varios países de Europa y América, pero se desquició, pues que “Álvaro Uribe Velez es hermano y Santander es como un héroe nuestro, fue nuestro Presidente mientras que el otro estaba de entrometido en Perú y Bolivia, al igual que el que tenemos ahora aquí”. Me puse a sollozar y le colgué el auricular para evitar el asco por el resto de la impertinente alevosía, de lesa patria y de lesa humanidad. ¡Qué pena ajena. Las bases militares estadounidenses merecen las loas de este apátrida incoloro.

Pero quiero referirme al caso de la no experiencia de los directivos de gobierno de los Estados Unidos. No usan espejos porque en los espejos se ven como espectros y al contacto con el azogüe se les multiplica el olor a azufre. Cómo les duele una frase de José Gil Fortoul: “Por hábito de historiador, yo estudio siempre el pasado, pero es para buscar en el pasado el origen del presente y para encontrar en las tradiciones de mi país nuevas energías con que continuar la obra de preparar el porvenir”, que Mario Briceño-Iragorry la usa como epígrafe en su Mensaje sin destino.

Voy ahora a otras citas de dos libros ya viejos, uno de ellos, Una nación de borregos, (Barcelona, Grijalbo, 1962), en el cual el autor William J. Lederer, plantea el caso de Laos en 1959 y recuerda los de Tailandia, Formosa y Corea para luego acusar así a los culpables del Pentágono por su falta de información, por los documentos secretos de ese gobierno que, mediante la publicidad quiso imponer por paz la mentira y se engolosinó de más guerra. Igual se repitieron los fenómenos en Vietnam, Irak 1991, Afganistán, Irak 2001, Pakistán y ahora este peligroso ensayo se refocila en Colombia con siete bases militares invasoras de la región y desestabilizadoras. Es bueno invocar que existe una escritora gringa-judía que es autora de la obra Ser norteamericanos, elaborada en París entre 1906 y 1908 y publicada en 1925, cuyo título es en inglés, The making of Americans, que literalmente puede traducirse La fabricación de los norteamericanos, o de quienes hacen gobierno y dirigen las finanzas, podríamos agregar; pero vamos a un párrafo de Lederer en lo que atañe al fraude de Laos: “La destrucción de una nación poderosa puede estar próxima debido a las actividades de una persona. Dicha persona ha estimulado a los dirigentes para que tranquilizaran al pueblo con medias verdades, ha persuadido a la prensa para que no prestara atención a los hechos importantes, y su ayuda ha sido eficaz para que los ciudadanos se engañaran a sí mismos. Ha logrado que sus compatriotas se concentraran en la lectura de historietas cómicas y otras distracciones, y evitaran los golpes de la cruda realidad.
“El culpable es la persona que pasa la vista por estas palabras, y cuyas manos sostienen este libro. La nación son los Estados Unidos de América.
“También es culpable el autor, quien durante muchos años ha fracasado como patriota. Como la mayoría de los americanos ha aceptado los privilegios de la ciudadanía y rechazado sus responsabilidades.
“Los resultados son trágicos. Actualmente formamos una nación de ciudadanos dispuestos a lo mejor, que sólo sirven a su país si reciben a cambio una seguridad económica y toda clase de lujos; una nación de indolentes que busca la cooperación de las naciones neutrales mediante el soborno. Somos una nación de ciudadanos con miedo de hablar en voz alta sobre temas impopulares, una nación que solicita descanso sin saber cómo emplear el tiempo y cuya propia indulgencia nos ha impedido ver los verdaderos peligros de nuestro tiempo.
“La derrota de Norteamérica puede lograrse sin violencia ni armas destructivas. Hay medios más fáciles y baratos para conquistar una nación políticamente incompetente. Puede lograrse con armas psicológicas, con la estrangulación económica, por medio de la trapacería política y por la subversión intelectual.
“Una nación de gente inteligente y bien informada nunca puede tener ese final. Pero actualmente estamos a la deriva en un mar de noticias falsas. Un claro ejemplo de esta ignorancia nos lo proporcionan los recientes acontecimientos de Laos. Lo que muchos americanos consideraron como una borrosa viñeta histórica, es en la realidad un amargo aviso. El episodio de Laos presagia temibles complicaciones.
“En el verano de 1959 sucedieron una serie de acontecimientos que demostraron de manera vergonzosa y casi fatal, nuestra ignorancia nacional. En resumen, los Estados Unidos amenazaron con la intervención armada a un país extranjero por razones que resultaron carecer de base. El pueblo norteamericano creyó que tropas comunistas habían invadido Laos por su frontera septentrional. Nuestro Secretario de Estado, calificó de grave la situación y nuestro embajador en las Naciones Unidas solicitó la acción en común. Nuestro almirante jefe de la flota se manifestó a favor de la intervención armada y fue secundado por destacados miembros del Congreso, entre los que se contaba el presidente del Comité Nacional del Partido Republicano, que estaba entonces en el poder.
“El asunto fue un fraude. No se había realizado ninguna invasión militar en Laos. Sin embargo, habían pasado semanas sin que nuestro Gobierno ni nuestra prensa se hubieran preocupado en hacer una investigación a fondo. El resultado fue que estuvimos a punto de desencadenar una guerra debido a una mala información. Actuamos de manera necia ante los ojos de nuestros amigos, y nos convertimos en «provocadores imperialistas» para nuestros enemigos y en la opinión de los neutrales.
“El caso de Laos no es un ejemplo aislado, sino típico. Vale la pana examinarlo detalladamente, porque demuestra la actuación política de una nación mal informada”.

¿Estamos en Venezuela en el caso fortuito de Laos? Esto de los paramilitares colombianos no es casual, esto de la inseguridad no es casual, esto del aumento del envío de droga a Estados Unidos y Europa, vía Venezuela, no es casual; esto de la toma por grupos de colombianos de dudosa procedencia (¿autodefensas uribistas?) de puntos geográficos esenciales en Guatopo, a las puertas de Caracas, no es casual?
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Rafael Ramón Castellanos
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