agosto 20, 2009

PALABRAS DEL DOCTOR RAFAEL RAMÓN CASTELLANOS

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EN EL PARANINFO DEL NÚCLEO UNIVERSITARIO RAFAEL RANGEL
DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES CON MOTIVO DE APADRINAR LAS PROMOCIONES QUE LLEVAN SU NOMBRE EN 1989
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Antes de comenzar este mensaje escrito con el corazón para esta especial circunstancia, permítanme rendir homenaje de recuerdo a la memoria de la joven Licenciada Rita Eduvigis Delgado Vásquez, a quien temprano la sorprendió la muerte, que nos la alejó de su presencia física en esta ceremonia, en que recibiría el título en acto privado.
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Indudablemente aquella frase acuñada para definir los últimos meses de la vida Libertador no puede ser más impactante; “trágica expiación de la grandeza”. Pero no vayamos tan alto ni tan lejos si la misma oración nos ha de servir para honrar en este instante la figura señera del sabio Rafael Rangel, epónimo en el Núcleo Universitario Trujillano.
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Y es obvia la cita porque fue este ilustre coterráneo una víctima del medio caraqueño de entonces que no logró desatarlo de sus angustias en mitad de una crisis económica, social, científica y hasta política que vivía él y el país en general. Débil de corazón y dado a la generosidad no soportó el agobiamiento y se entregó a la muerte.
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Crisis desde todos los ángulos padece ahora Venezuela. El estragamiento se ha apoderado de todos los estratos. Ya no hay un abismo entre lo bueno, contra la voluntad de las mayorías humildes y honestas, están en el orden del día. Además, ya el desempleo no pertenece a los sectores paupérrimos sino que ha penetrado hasta las áreas de los profesionales, aún en especialidades tecnológicas.
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Por tal razón estos graduandos que me han colmado de honores al designar con mi nombre las respectivas promociones, si sienten en este instante una infinita complacencia, miran desconfiados hacia en porvenir donde se vislumbra el cierre de muchas fuentes de trabajo y se vuelve participativa de componendas la recomendación de dirigentes de todos y cada uno de los partidos del status, para poder lograr un destino en la administración pública y aún en la privada. Es triste confesarlo, pero a los méritos científicos, desgraciadamente, desde hace ya algunos años, hay que encompinchar el carnet de alguna de las parcialidades políticas que se disputan la geografía nacional en la búsqueda de mayores caudales de votos.
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Pero para ustedes, amigos egresados, todo ello es un reto. Por sobre los corruptos y las canonjías, por encima de la deshonestidad y la poca moral, se impondrán en la demanda de una nueva patria, diáfana, democrática, saneada de precoces y consagrados testaferros de la avaricia y aún del crimen.
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Celebremos pues estas promociones que a fuerza del tesón de cada uno de sus integrantes, vencerán los obstáculos en un Venezuela derrotada por el facilismo y el morbo consumista de origen foráneo pero que tendrá que reponerse y volver a una saludable dependencia de la tierra nutricia.
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No hay que olvidar que la explotación del petróleo trajo consigo nuevos niveles de vida, florecientes emporios de riqueza, que mucha fue malbaratada en un alegre despilfarro, pero que, además, sin que meditásemos sobre la angustia campesina, daría al traste, lentamente, con la agricultura tradicional y aún con vertientes de producción ganadera.
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Al rescate de estas fuentes económicas y sociales es que ahora nos dirigimos, apesadumbrados por haberles abandonado tanto. Y es obligación gubernamental empeñar un sistema de resurgimiento acelerado de los productos de la tierra. Especialistas es lo que ahora hay en todas partes. Aquí tenemos un ejemplo palpable. Junto al grupo de Licenciados en Educación, que está dignamente comprometido a servir con las palabras de Luis Beltrán Prieto Figueroa en el Maestro como líder, vienen los técnicos Superiores en Agricultura y en Pecuaria, los licenciados en administración de empresas Agrícolas.
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No podemos entonces decir que no hay tecnología fresca y dirigentes para emprender la reconquista de nuestro suelo con novedosas motivaciones hacia el futuro y con sembradíos de dignidad rectora en el esfuerzo de afianzar nuestra identidad nacional. Habremos de volver también al pasado para sentir el pálpito de la alegría de la tierra de que tanto y con tan sobrada majestad nos habló siempre aquel titán de la docencia, maestro de Juventudes, llamado Mario Briceño Iragorry, quien apunta que “hacer caminos era oficio diario de los conquistadores” y a eso hay que apegarse en el hoy y en el mañana. A estos nuevos profesionales que ahora gradúa la Universidad de los Andes, Núcleo Universitario Rafael Rangel, en la mano de sus más altas autoridades, les corresponde abrirlos, aunque se duelan los arúspices del derrotismo, aunque haya que derribar míticos caudillos y aunque sea necesario volver arcilla inmensas moles que obstruyen el desarrollo amparadas en el irrespeto al nacionalismo, sumándose a potencias vecinas o lejanas que saben poco de hambre y de sudor populares y mucho del lenguaje y de la acción de los perros de la guerra.
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Dominar la naturaleza con el potencial de las vías de comunicaciones, en especial las rurales, es un desafío. Aquí están Ingenieros, Administradores, Técnicos Superiores Agrícolas y Pecuarios que van a llevar a la práctica toda la sabiduría referente al campo, y por otra parte, cuentan con los expertos en la Educación porque, unos y otros se complementan. Salustio González Rincones, el notable escritor que en su drama en cuatro actos, basado en la vida del bachiller Rafael Rangel, estrenado en el Teatro Caracas de la capital de la República el 9 de octubre de 1909 por la compañía María Diez, sólo a cincuenta días de la trágica determinación del científico, dijo con espeluznante verbo que de la Universidad hay que salir con la máxima suma de optimismo para no caer en el meollo que él incluye en le drama cuando supuestamente Rafael Rangel, terriblemente pesimista increpa: Ah! Es que ustedes no tienen energías! Es que la Universidad misma que tanto los enorgullece se las mató todas! Ella les doró la vida con el oropel de un grado… y el carácter murió, murió aplastado con el peso de la borla… doctores”.
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Y luego sigue la reconvención “¿vuestro carácter donde está? Acaso no quedó muerto con los largos años universitarios… acaso de tanto sentarse en los bancos de pino, no hicieron que fuera el ataúd de los caracteres de ustedes doctores… qué podrían evitar ustedes si salieron faltos de energías de aquellas aulas, turbadas y enflaquecidos de criterio y fueron a revolotear, a ser acólitos de caudillos salvajes e incultos?”
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Bien, con la benevolencia del Alma Mater, del Claustro Ilustre y de las demás autoridades y representantes de todos los sectores de la vida andina aquí presentes, digo a ustedes, apadrinados de los que estoy profundamente reconocido, que otro sería el criterio aplicado en la pieza dramática citada si se tratara de la Venezuela de hoy, porque la Universidad nos dota de carácter, de luz, de eficiencia ya de altas responsabilidades apareadas con el nivel científico para el ejercito de la profesión, aunque ya traspasadas las puertas de su recinto sagrado, es donde cada uno de ustedes tiene el deber de colocarse frente a la objetividad para combatir a brazo implacable a los depredadores del ambiente, a los espoliadores de la dignidad nacional, a los que desde el poder multiplican sus asaltos al tesoro público y llenan las arcas de bancos extranjeros; a los que corrompen al ofrecer comisiones y a los que trafican con las drogas malditas y enferman la mente y el cuerpo de la ciudadanía que se ve arrastrada por el morbo.
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Quiero finiquitar estas palabras invitándolos a todos a orar por el futuro de Venezuela, por el éxito de cada uno de los graduandos en este acto. Y lo hago con el verbo del gran Mario Briceño Iragorry, Amen: “pidamos al Padre de la Patria el milagro de que reviva la vergüenza antigua. Pidámosle que nos deje comprender que no es independiente el pueblo que se ve obligado a recibir su diaria ración de un pueblo fuerte, poderoso y absorbente. Pidámosle que nos ilumine la conciencia en el trace de buscar una moneda para pagar el precio de nuestra esclavitud. Pidámosle que nos deje ver cómo nuestros bolívares, abundosos en los sótanos de los Bancos, sólo sirven para mantener la alegría que disfraza nuestra desgracia nacional. Jamás pensó el Libertador, que sacrificó todo por asegurara nuestra Independencia -todo, hasta su propia honra de república-, que llegaría a ser burla y sarcasmo su retrato en la tienda donde el pueblo compra el diario mantenimiento” y agregamos: porque ya nuestro bolívar se lo llevó la devaluación y el alto costo de la vida lo único obvio que tenemos día a día es luchar a brazo partido por recuperarlo, así como es obligatorio recuperar también nuestra identidad y la nacionalidad en General. Lo habremos de lograr.
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Rafael Ramón Castellanos
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