junio 11, 2009

SIMÓN BOLÍVAR. EL HOMBRE

.
.
Rafael Ramón Castellanos, 2006. Morales y Torres, Editores. S.L. Barcelona, España., 2006
.
.
Rafael Ramón Castellanos nació en Santa Ana, Estado Trujillo, el 7-8-1931. Es Doctor en Filosofía y Letras, Licenciado en periodismo, historiador, crítico literario, ensayista y biógrafo. Entre los numerosos cargos que ha ejercido, algunos diplomáticos, se destacan los de Coordinador de Publicaciones de la Presidencia de la República (1975.1979) Director de Publicaciones y Comisionado de la misma Presidencia para Asuntos Culturales y Publicaciones en 1980-1984 y 1993-1994, respectivamente y otros. Es premio internacional “Gran Mariscal de Ayacucho” por su obra: “Sucre Creador del derecho Internacional humanitario”. Ha publicado numerosas obras históricas y biográficas.
.
Un historiador a un biógrafo que narran exclusivamente las flaquezas y vicios de un grande hombre, pasan por detractores si no presentan a la vez, junto con esas flaquezas, comunes a casi todos los humanos, la vida pública de sus personajes, esto es, los hechos extraordinarios en que se destacó luchando por un ideal de libertad y de justicia a los que sacrificó intereses materiales y personales desafiando grandes peligros.
.
El Libro de Rafael Ramón Castellanos, en mi opinión, contiene dos partes o enfoques cuyos contenidos, lejos de exponerse y comentarse por separado en los respectivos capítulos, se fusionan, se unifican en éstos, con excepciones, lo que significa un gran acierto. La primera parte o enfoque narran, principalmente, la vida erótico-íntima del Libertador con numerosísimas mujeres, desde la primera, María Ignacia Rodríguez de Velasco, a los 16 años, en México, hasta la última, Manuelita Sáenz, la más prolongada, quien lo acompaño casi hasta el fin de su agitada existencia. Se incluye también en esta vida íntima que no se agota en la erótica, una exposición en nueve Capítulos dedicados a las rumbosas fiestas que se efectuaban en los países recién libertados para celebrar el onomástico del Libertador el 28 de Octubre, día de San Simón, fiestas que han caído en desuso. Su lectura es interesante por los retratos escritos que trazaron de Bolívar, presente en algunas de esas fiestas, ilustres e imparciales viajeros que visitaban nuestra región y tuvieron la oportunidad de observarlos de cerca, entre ellos el inglés Robert Procter. (“Simón Bolívar. El Hombre”. Pág. 111, 112, 113)
.
La narración de la existencia puramente erótica de Bolívar, a veces reprobable, reduciría a éste a un vulgar Don Juan Tenorio si Castellanos, sabiamente, no nos hubiera mostrado el aspecto contrario de esa cara, la heroica, lo que equilibra a la obra.
.
La segunda parte o enfoque, por fortuna, cumple esa exigencia de equilibrio y de verdad. En ella, el autor presenta el aspecto heroico, público o colectivo de Bolívar quien se eleva, movido por la Libertad, hasta alturas solo accesibles a unos pocos privilegiados, esos mismos que sacuden la Historia y la conducen por nuevos y más justos rumbos. Esta segunda parte compensa con creces las flaquezas de la primera y las relega al olvido y a la sombra.
.
La vida del Libertador, por consiguiente, se compartió entre su pasión por las mujeres y su pasión por la Libertad, la guerra y la gloria. Pero cuando había que elegir entre ambas pasiones, no dudó en abandonar los placeres eróticos para enfrentarse a los horrores de la guerra cuando se los exigió la libertad. Evoco un poco a Ulises desprendiéndose de los brazos de la ninfa Calipso para volver a su patria, a su hogar, secuestrado por los pretendientes de su esposa Penélope. Seleccionemos algunos ejemplos entre tantos de esta dualidad contradictoria.
.
En febrero de 1813 conoció Bolívar en Ocaña a Nicolasa Ibáñez, “una de las mujeres más bellas de la época”, novia de un oficial español, realista, prisionero de Bolívar. El padre de Nicolasa, don Antonio Miguel Ibáñez Vidal, casado, tuvo la atención de ofrecerle hospedaje a Bolívar en su propio hogar donde vivían también Nicolasa, de 18 años de edad, y Bernardina, su hermana, de 13, cortejada por el Libertador años más tarde. Dos historiadores. Antonio Cacua Prada y Manuel Roca Castellanos sustentan la hipótesis de que Bolívar mantuvo relaciones carnales con Nicolasa quien concebiría una hija de él, Manuela. (Ver Op. Cit., pág. 183 y 184) Bolívar puso en libertad al novio de Nicolasa. La hipótesis es confirmada por un carta que años después le escribió Nicolasa al Libertador: “Recuerde, más que todo, que no puede haber en el Universo quien lo haya adorado más, V. M. Lo sabe”,… (Op. Cit., pág. 185)
.
Dr. Manuel Ibáñez y doña Manuela, su esposa, y acabó en un drama que no es es aclarado, explicado, en el resto del libro. (Op. Cit., pág. 206)
.
No obstante esa experiencia, cuando Bolívar, cinco años después, vuelve a Ocaña donde encuentra a Bernardina, hermana de Nicolasa y aún más bella, se prenda de ella en las fiestas que le tributaron en esa ciudad y trata de seducirla como a su hermana Nicolasa.
Un lector exigente en cuestiones éticas, decepcionado, abandonaría la lectura del libro si el previsor y equitativo RRC no le mostrara el otro aspecto del Libertador, el que lo reivindica con creces, esto es, el del guerrero que abandona los placeres para sacrificarlos a la Libertad. En efecto, Bolívar, en esos mismos días, invade a Venezuela para libertarla en su famosa Campaña Admirable. “De Ocaña a San Cristóbal por Cúcuta, los triunfos se suceden uno a uno…” (Ibiden pág. 187, 192)
.
La misma previsión del autor, su mismo espíritu equitativo, aparece en la pasión de Bolívar por Bernardina, cinco años después, cuando vuelve a visitar a Ocaña, pero Bernardina, al parecer, fue más difícil de seducir que Nicolasa, lo que exacerbó esa pasión, hasta el extremo de dirigirle cartas desesperadas, suplicantes. De nuevo, obedece la llamada de su otra amante, la más perdurable, y se marcha de Ocaña a los campos de batalla. Años más tarde, en 1822, aquel delirio persiste y desde Calí donde se encontraba le siguió escribiendo apremiantes cartas. No se sabe con certeza el resultado de esos amores. (Op. Cit., pág. 206, 207, 208, 209, 211)
.
En otro ejemplo, cuando se enamora de Joaquina Garaicoa, en Guyaquil, en 1822, y ya libertado el Ecuador, se propone la misma renuncia a los placeres eróticos que lo retenían en esa ciudad para ocuparse de sus tareas y obligaciones de jefe de Estado: administrativos, políticos, económicos, etc. Dice el autor citando a Gerald Masur:… “Habiendo salido de Guayaquil el 2 de junio de 1823 está en Buijó el 7; en Babahoyo el 12… en acción de gobierno,… pasa a Tulcán el 21 en la tarde y el 23 despacha desde San José de Chimbo… el 25, en Quito, en incansable actividad sobre asuntos de administración, ejército, caminos, posadas, reglamentos y diálogos con las diferentes asociaciones y grupos religiosos… (Ibíden pág. 29, 30, 31, 32)
.
Un principio fecundo que guía al autor como historiador consiste en que los acontecimientos del pasado, para mejor comprenderlos, deben juzgarse, en lo posible, conforme a las circunstancias y realidades objetivas de su época en las que el historiador debe colocarse y no en las de su tiempo, -la del historiador,- quien corre el riesgo de incomprenderlas debido al incesante cambio de las cosas. Hay que tratar “de hacerse presente en una evocación analítica del tiempo y de la acción desarrolladas, en la época en que se desea estudiar; ver y palpar las costumbres sociales, las manifestaciones folklóricas, las normas familiares, políticas y religiosas, la idiosincrasia, la pragmática, las jerarquías y hasta la majestad de quienes gobiernan”. Rafael Ramón Castellanos (Ibíden pág. 20) Sin embargo, el principio contrario, o sea, el de que el tiempo en su curso es el que pone las cosas y valores en su lugar, no es menos respetable.
.
Este libro de Rafael Ramón Castellanos se apoya en la más coposa y seria documentación, la cual ocupa casi 6 páginas. Tiene un índice general de dos páginas y otro analítico de 16 páginas. Esta investigación agota el tema que trata por su rigor en la documentación y su objetividad en los juicios sobre hombres y sucesos. El libro sitúa a su autor entre los más importantes investigadores e historiadores de Venezuela y de la región.

.
.

.
.
.